Lo primero que se ha sabido es que lleva tiempo de baja laboral, aunque no sabemos la causa. Las fuentes gubernamentales insisten en lo de la baja para tranquilizar a la ciudadanía, no vaya a sospechar de todo togado que le toque en suerte en los juzgados granadinos.
A estas alturas ya lo habrán leído/visto/oído: ‘Detenido un juez de Granada por presunta violencia de género contra su mujer y atentado a la Guardia Civil’. Es duro. Muy duro. Constituye buena prueba del arduo camino que nos queda por recorrer contra la violencia machista, que en los últimos días ha habido dos nuevos asesinatos de mujeres a manos de sus parejas, hombres.
No me quito de la cabeza la otra historia que ha copado la actualidad informativa de estos días: la prohibición de volar a una chica por la sencilla razón de que vestía un body. Entre las reacciones que se han podido leer en las redes hay una que me resulta aterradora: ‘que se hubiera tapado’.
Vivimos en tiempos extraños en los que deberíamos tener claras algunas cosas, aunque no resulte fácil: la necesidad de blindar el imperio de la ley y de combatir el machismo secular que impregna la sociedad en que vivimos.
Recuerdo hace unos meses a un muchacho al que, tomando café, le cayó una gota en un pantalón inmaculadamente blanco. El chaval, teñido de rubio platino y con más piercings en la cara que tornillos hay en una ferretería, pidió uno de esos sprays quitamanchas. Cuando la camarera se lo acercó, el joven preguntó a voz en grito: “¿Y esto cómo va? Que no soy una mujer para saber utilizar un quitamanchas…” Sus amigos y amigas rieron a mandíbula batiente y, de hecho, fue una de ellas quien hizo el trabajo sucio.
O aquel taxista, también joven, del que les hablé hace unos meses. Hombre joven soltando bilis, echando espumarajos por la boca al hablar de unas mujeres que se manifestaban por la causa del feminismo. ¡Lo que nos queda por educar, trabajar, formar y luchar!
Jesús Lens