Susto o muerte

Tengo querencia y predilección por Paco Puentedura, lo reconozco. De todos los concejales del Ayuntamiento presente, pasado y posiblemente del futuro, creo que es el más currante y trabajador, el más comprometido con la ciudadanía y quien mejor conocer los intersticios de su funcionamiento.

FRANCISCO PUENTEDURA,CONCEJAL DE IUCA EN EL AYUNTAMIENTO DE GRANADA .FOTO ALFREDO AGUILAR

Me gusta lo que dice Puentedura. Y cómo lo dice. Me suele gustar, también, lo que hace y lo que vota. Y las razones que justifican y explican su comportamiento. Por ejemplo, lo de susto o muerte, aplicado a su voto favorable en el último pleno extraordinario que aprobó subir el IBI un 3% y recortar el gasto en limpieza, entre otras medidas.

Un voto que, según explicaron desde la confluencia Podemos-IU, sirve para evitar la ruina económica y financiera del Ayuntamiento de Granada. Si no se hubiese aprobado la polémica medida, “el Ayuntamiento tendría que hacer frente en 2022 y 2023 al pago de los 52 millones de euros de intereses por préstamos bancarios y no hubiese tenido dinero para pagar los más de 90 millones de deuda a proveedores, lo que hubiese tenido como resultado el colapso de las arcas municipales”, según Puentedura. De ahí lo gráfico de su resumen final: entre votar susto o muerte, votaron susto.

El PSOE no tardó en atacar a Podemos-IU con el peregrino argumento de que habían votado lo mismo que Vox, en una muestra más de que muchos de nuestros representantes están más entregados al politiqueo que a la política. Da lo mismo el tema del que se trate, las circunstancias que concurran o lo delicado de la situación: hay que votar en contra del rival.

¿Leyeron ustedes ‘Ocho años al borde del abismo’, el espeluznante recorrido histórico que hizo Pablo Rodríguez por las finanzas de nuestro consistorio? (Véanlo AQUÍ)

Que era necesario tomar decisiones resulta incuestionable. Que había que hacerlo ya, también. La duda es: ¿por qué no ayudaron los demás partidos al gobierno de Paco Cuenca en años anteriores? Mejor susto que muerte, ciertamente, pero me queda la sensación de que Podemos-IU es mucho más exigente con el PSOE que con cualquier otro partido a la hora de tomar impopulares decisiones de calado para la ciudadanía.

Jesús Lens

Tomarse la vida en serie

Desde ya me declaro de Iberseries y muy de Iberseries, el nuevo festival que se celebrará en Granada a partir del 2020, con las ficciones televisivas como grandes protagonistas del certamen.

Lean, lean AQUÍ la crónica de José Enrique Cabrero para conocer en profundidad qué es Iberseries. Como les digo, ya me he rendido al festival y estoy loco por saber qué estrenos nos traerá y a qué showrunners tendremos la ocasión de conocer de cerca.

Confieso que paso más horas viendo series que películas, por mucho que este año me suscribiera a Filmin con el firme propósito de recuperar tiempo para el cine clásico y de autor. Aunque he visto series desde tiempos inmemoriales, de las clásicas de dibujos, cuando éramos chaveas, a ‘Canción triste de Hill Street’ y ‘La ley de Los Ángeles’; hay dos hitos esenciales que hicieron que me tomara la vida definitivamente en serie.

Uno fue ‘Twin Peaks’, con aquellos jueves por la noche en los que las calles quedaban vacías, todo el mundo pendiente de saber quién —y por qué— mató a Laura Palmer.

El otro, en una Semana Negra de Gijón, cuando tuve la ocasión de conocer a Dennis Lehane. Vino a España a presentar una novela, pero dedicó un buen rato a explicar cómo se cocían los guiones de ‘The Wire’. Nos habló de aquella sala de guionistas en la que se encerraba con David Simon, Richard Price, Ed Burns y George Pelecanos y de la que sólo salían cuando todos habían dado el ‘sí quiero’ de forma unánime a un libreto convertido en quintaesencia del mejor género negro y criminal.

Me gustan las series. Las buenas, claro. No necesito que sean obras maestras, pero cada vez soy más exigente, impaciente… e infiel: como el primer episodio no me diga nada, no le doy una segunda oportunidad. Como las nuevas temporadas me parezcan chiclosas, estiradas de más, paso de ellas, les pongo los cuernos y me voy con otra.

Un acierto, Iberseries. El mercado de la ficción televisiva hablada en español es cada vez más amplio y potente y, por una vez, Granada se sitúa a la vanguardia del audiovisual con más proyección de futuro. Enhorabuena a los responsables.

Jesús Lens

Granada entra en la WTA

Si eso de la WTA les suena a ranking internacional de tenis femenino, razón no les falta. Pero la WTA también es la Asociación Mundial de Tecnópolis, de acuerdo a sus siglas en inglés. Y Granada ya forma parte de dicha asociación desde el pasado 23 de octubre.

Una noticia importante que, sin embargo, se nos ha colado casi de rondón, como el que no quiere la cosa. Una noticia de la que no se habla lo suficiente, me temo.

Hace unos días coincidí con nuestro alcalde, Luis Salvador, al que le tengo más aprecio del que se piensa… lo que no obsta para que deba ser crítico con su gestión en esta columna. Es lo que tiene pasar de la oposición al gobierno, lo que va del deber ser al ser, de acuerdo a la guillotina filosófica de Hume libremente aplicada a la política municipal.

Lo de la WTA es importante, les decía, porque supone un aldabonazo a la posibilidad de que el acelerador de partículas venga a Granada, tema que preocupa, y mucho, a Salvador. Como debe ser. Nos lo contaba Javier Morales hace unos días: integrar a la provincia en los ‘lobbies’ científicos y tecnológicos mundiales es un requisito para que la comunidad científica internacional y sus impulsores políticos avalen la construcción del acelerador de partículas.

En aquella conversación, Luis Salvador se mostró confiado en las posibilidades de Granada como receptora del acelerador, considerando que Japón es más un aliado que un competidor. Y así es, según me consta por otras fuentes acreditadas. Pero no nos podemos dormir en los laureles. Sin una financiación adecuada, creíble y en plazos lógicos y asumibles, corremos el riesgo de quedar rezagados en una competición que no admite demoras.

A la comunidad científica internacional no le interesan las exigencias de ERC para desbloquear el gobierno de España y, en consecuencia, para consensuar los Presupuestos Generales del Estado, instrumento básico para dotar de fondos y medios a la candidatura granadina al acelerador de partículas, que también es la española y la europea. La rectora de la UGR, Pilar Aranda, ya lo advertía en septiembre: hay un “parón importante” en la creación del consorcio del acelerador de partículas Ifmif-Dones. Y eso es preocupante.

Jesús Lens

Gracias, Netflix, por ‘El irlandés’

Hace unos días me preguntaba una amiga si le recomendaba ir al cine a ver ‘El irlandés’, la obra maestra de Martin Scorsese, o esperaba a verla en casa. Que le daba miedo, siendo tan larga, terminar aburriéndose. Que un amigo suyo se marchó de la sala a la hora y media de proyección. Mi respuesta fue lacónica: “Espero que ya sea un ex-amigo…”.

‘El irlandés’, digámoslo desde el principio, es portentosa desde su travelling inicial hasta que, casi tres horas y media después, asistes a uno de esos finales made in Scorsese, descarnados y amargos, pero sin afectación alguna. De ‘El irlandés’, aunque sea usted un fumador empedernido y tenga un mono casi insuperable, hay que ver hasta el último de los títulos de crédito. Porque en ‘El irlandés’ está todo, compendio de 50 años del mejor cine de todos los tiempos, de la montadora Thelma Schoonmaker a la música de Robbie Robertson pasando por los guionistas y productores Nick Pileggi e Irving Winkler.

Y, por supuesto, están los chicos listos. Los wise guys. Los goodfellas. No uno, sino varios de los nuestros. Los grandiosos Robert de Niro y Al Pacino. El inquietante y turbador Harvey Keitel y el que, para mí, se lleva la palma: Joe Pesci. Y gente nueva como Bobby Cannavale, uno de los grandes descubrimientos de ‘Boardwalk Empire’.

Sí. Estamos ante una historia de mafiosos. Puros y duros. Italianos e irlandeses. Una historia en la que los personajes están basados en otros reales, muy reales, desde el sindicalista Jimmy Hoffa interpretado por Pacino al Frank Sheeran sobre el que pivota la trama, narrador de la película y la mirada que conduce al espectador por los entresijos de los bajos fondos. Y de los altos, aunque sucios. Que nombres como los de Jack y Bobby Kennedy, Frank Sinatra o Fidel Castro no están ahí por casualidad, como James Ellroy podría dar fe.

Y sin embargo, ‘El irlandés’ es una película radicalmente original, nueva y diferente. Así lo cuenta el propio Scorsese en una magnífica entrevista que publica la revista Dirigido por… “No quería que alguien viera la película y sintiera que estaba volviendo a ver ‘Casino’ o ‘Uno de los nuestros’, y para colmo con los mismo actores. Quería regresar a este mundo, pero desde un ángulo completamente distinto”.

Y vaya si lo consigue, que el guion de Steve Zaillian es portentoso, alternando tres hilos temporales de forma paralela para contar una historia río en la que la mirada de una niña, la hija de Sheeran interpretada por Anna Paquin, sirve para ponderar el grado de simpatía y antipatía que provoca cada uno de los tres personajes principales: su propio padre, el escabroso Bufalino interpretado por Pesci y el contradictorio Hoffa de Pacino.

Otro rasgo que diferencia a ‘El irlandés’ de otras películas anteriores sobre la mafia, sean las del propio Scorsese o la mítica saga de ‘El Padrino’, de referencia obligatoria, es que no hay glamour ninguno en esta historia porque “ya he experimentado esa otra forma de mostrarles (a los mafiosos), particularmente en ‘Casino’. Me interesaba que se viera cómo funcionaba el poder en la vida real, que es silencioso y oscuro. Así son las fuerzas oscuras de la historia”, señala Scorsese.

Unas fuerzas oscuras que esta película muestra de la forma más sencilla posible, sin el aparataje visual de otras veces en Scorsese. Por supuesto que hay travellings maravillosos y planos secuencia marca de la casa, pero en ‘El irlandés’ no transmiten sensación de vértigo, adrenalina o velocidad. Desde la presentación de ese venerable anciano sentado en una silla de ruedas hasta el viaje en coche que planean los protagonistas, todo es lento y moroso, adoptando el ritmo pausado y reflexivo que requiere la historia. Como la violencia, sin espectacularidad alguna, seca y áspera como darle un lengüetazo al asfalto de una carretera. O funcional, como vemos en la secuencia del cementerio de armas o en la del muestrario de ‘herramientas’ de trabajo.

Así lo explica el cineasta italoamericano, con las cosas más claras que nunca. O tan claras como siempre… “Sentí que en esta ocasión tenía que ir a la esencia de las cosas. Y la esencia son dos o tres personas sentadas en un bar, en un restaurante o en un coche. Ni siquiera hace falta que digan qué es lo que van a hacer, porque todo pasa por una mirada”.

Hoy es el último día que podemos ver ‘El irlandés’ en pantalla grande. Para mí, haber tenido la oportunidad de disfrutar la película en un patio de butacas, lleno hasta la bandera, ha sido un privilegio. Un lujo. Para mi yo cinéfilo, para mi yo más negro y criminal, ‘El irlandés’ ha sido al siglo XXI lo mismo que el estreno de ‘El Padrino 3’ fue al siglo XX: un hito histórico. Uno de esos momentos que jamás se perderán como lágrimas entre las gotas de la lluvia.

Desde mañana viernes, ‘El irlandés’ está accesible para todo el mundo a través de Netflix. Triple agradecimiento, por tanto, a la plataforma de Reed Hastings. Primero, por producir una película tan cara: el desarrollo del programa informático para rejuvenecer los rostros de De Niro, Pacino y Pesci era demasiado costoso y en Hollywood no querían asumir el coste. Eso significa que este tour de force de Scorsese ha sido posible, única y exclusivamente, por el empeño de la plataforma televisiva.

Gracias a Netflix, en segundo lugar, por darle a Scorsese una libertad creativa absoluta, lo que le ha permitido estirar algunas secuencias más allá de lo que se hubiera atrevido a hacer si la producción le hubiera correspondido a un estudio de cine tradicional. De ahí que hayamos podido disfrutar de un espectacular monumento cinematográfico de tres horas y media de duración, algo inverosímil en estos conservadores tiempos en los que vivimos.

Y gracias a Netflix también, en fin, por haberla estrenado en cines, aunque haya sido más por obligación e interés que por amor o cariño a los cinéfilos.

De la cuestión de las salas de cine como ‘animales’ en peligro de extinción hablamos otro día. Hoy, celebremos ‘El irlandés’.

Jesús Lens

Alucinados y ensombrecidos

Mientras que el centro de Granada se apresta a estrenar una orgía de luces navideñas, la zona norte de la ciudad agoniza en penumbra y en silencio, sucediéndose unos cortes de luz que deberían hacer que se nos cayera, a todos, la cara de vergüenza.

Granada se suma a la enloquecida carrera nacional del alumbrado navideño, incrementando el gasto por esta partida en cerca del 100%, que se dice pronto. Lo sé, lo sé. Las luces navideñas son un clásico que, además de levantar el ánimo de los ciudadanos, animan las compras y, de un tiempo a esta parte, se han convertido en un importante reclamo turístico. Tan importante que ya no queda ciudad que se precie de moderna, guay y molona sin su cascada de lucecitas de colores.

En la zona norte de nuestra misma ciudad, sin embargo, la luz que no llega es la mucho menos glamurosa corriente que hace funcionar electrodomésticos tan sencillos como las neveras, las hornillas, las televisiones y los braseros.

En Almanjáyar y La Paz no habrá noria gigante esta Navidad. Ni esfera gorda con espectáculo de luz y sonido todos los días. Mientras una parte de la ciudad de Granada está liberando memoria de los móviles para hartarse de grabar vídeos con el show lumínico-navideño y subirlo a las redes sociales, la otra, la más desfavorecida, trata de no agotar la batería de sus teléfonos dado que los usan como linterna.

Pocos ejemplos mejor acabados de la desigualdad rampante que nos acogota que el de las luces de Navidad confrontadas a los cortes de luz. Una situación surrealista que muestra las costuras de una sociedad rota y partida, en la que hay ciudadanos de primera, de segunda y de tercera categoría.

La única solución para los cortes de luz en la zona norte, en el corto plazo, pasaría porque todo el entorno de Kinepolis y el Parque Granaita empiece a sufrir los mismos cortes de luz que sus vecinos. No le deseo ningún mal a nadie, pero íbamos a ver lo rápido que Endesa se ponía las pilas con tres o cuatro apagones que le complicaran la cuenta de resultados a las franquicias allí instaladas.

Jesús Lens