Lo de que la unión hace la fuerza queda muy bien como frase de autoayuda o estrategia motivacional para el trabajo en equipo, pero la realidad es que cotiza a la baja.
Lo podemos ver, por ejemplo, con el declive de las mancomunidades granadinas, que están de capa caída y que, como ayer nos contaba Laura Ubago, se desinflan por culpa de las deudas. Y, también, por el monocolor político de algunas de ellas. Verbigracia, la alpujarreña, en la que el rodillo de la rosa ha hecho huir a dos municipios azules de la importancia de Lanjarón y Órgiva, nada menos.
A priori, que municipios cercanos se alíen para contratar diversos servicios, compartiendo gastos, tiene todo el sentido. Hay mancomunidades que se conforman de forma sectorial —para gestionar el ciclo del agua, por ejemplo— y otras que van más allá y tratan de dotarse de una serie completa de servicios para los vecinos. A la hora de pagar, sin embargo, la cosa se complica. Deudas, promesas incumplidas, facturas en los cajones… lo de siempre. Y luego están los puestos representativos y sus emolumentos. O falta de.
Un ejemplo de presidente de mancomunidad con criterio y con sentido fue Sergio García Alabarce, en representación de la Mancomunidad de Municipios de la Costa Tropical. Tuve la ocasión de coincidir con él dos o tres veces y me gustó su visión estratégica y su capacidad en la toma de decisiones. Tenía ideas, eran buenas y luchaba a brazo partido por llevarlas a la práctica. Y no había sector de la Costa que no contara con su apoyo y su encendida y entusiasta defensa. No conozco a su sucesora, María José Sánchez, pero ojalá que haya cogido el testigo con la misma energía.
Granada es una provincia compleja, con sus ciento setenta y pico municipios y entidades locales autónomas. Con su capital y su área metropolitana, sus grandes ciudades y zonas de influencia, sus comarcas más o menos pobladas, su difícil orografía, sus pedanías y anejos… Granada es un mundo en sí misma y su gestión es complicada. Las mancomunidades deberían ser una buena herramienta, pero precisan de contenidos claros y de fondos transparentes. Si duplican funciones y languidecen por la confrontación política, acaban resultando inútiles, efectivamente.
Jesús Lens