Pero pobre, pobre. A Granada, me refiero. Es pobre y muy pobre. No ya pobre de pedir, sino pobre de solemnidad. Tomada la decisión final de renunciar a los 9,4 millones de euros de fondos europeos para la formación de personas desempleadas, el bipartito conformado por Ciudadanos y PP ha certificado, de forma oficial, que Granada es una pobre ciudad condenada a seguir siendo pobre por los siglos de los siglos. Y amén. (Aquí, el origen de la polémica que abrió la enésima crisis en el gobierno municipal, como contamos también aquí)
En el imaginario colectivo español ha habido dos tipos de pobres: los de pedir y los de solemnidad. Granada, con sus bajos índices económicos y sus enquistadas altísimas tasas de desempleo, era pobre de pedir. Por eso había solicitado 10 millones de euros a la UE para cursos de formación, buscando revertir la situación.
La renuncia y devolución de ese dinero reduce a Granada a la condición de pobre de solemnidad. La incapacidad manifiesta de los gestores y técnicos del Ayuntamiento para gestionar esos fondos nos saca los colores y desnuda nuestras vergüenzas. Tienen que estar flipando en Bruselas. Mientras que otras muchas ciudades y pueblos de Andalucía han canalizado las ayudas para la formación de forma sensata y coherente, aquí se renuncia a ellas.
Un marrón menos, habrán pensado en la Plaza del Carmen. Un coñazo que nos quitamos de encima. Ahora, a pensar en los mantecados, los turrones y la extra de Navidad. Y en darse una vuelta en la noria, tan bonica y tan colleja. ¿Y si nos toca la lotería? ¡Ay, como nos toque!
Del bíblico ‘Pedid y se os dará’, en Granada hemos pasado al igualmente apostólico ‘Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos’. Qué falta de espíritu, de tensión, de seso y de sentido común. Se deben haber quedado descansando en el Ayuntamiento. ¡Uf! Una losa menos a las espaldas. Tiempo de paz. Tiempo de amor. De comiloncias y de encuentros navideños.
Menos mal que ya falta poco para que la polémica de la Toma nos haga olvidar otras cuestiones de mayor enjundia. Y, a vuelta de año, a seguir gestionando la miseria.
Jesús Lens