No se le cae la Capitalidad cultural del 2031 de la boca, pero en los meses que lleva en el gobierno municipal, poco ha hecho el bipartito por promoverla, más allá de las bonitas palabras, las mejores intenciones… y las promesas incumplidas. Muy al contrario, lo que está consiguiendo el gobierno de Luis Salvador y compañía con determinadas decisiones es desculturalizar la ciudad.
Lo último: lo de los grafitis y el arte urbano, metiendo en el mismo saco el trabajo de El Niño de las Pinturas y una pintada cualquiera en el Arco de las Pesas o cubriendo de gris luctuoso una de sus coloridas obras del Realejo. ¿Lo último he escrito? No. Lo último es lo de César Díaz, concejal de Seguridad Ciudadana dispuesto a ‘ordenar’ el calendario de eventos culturales y deportivos celebrados en la calle.
Que haya más de 600 actividades callejeras censadas por el Ayuntamiento es un inmejorable síntoma de salud vital y creativa de la sociedad granadina. Que muchas de ellas generan gasto, es cierto. Que otras apenas tienen incidencia en las arcas consistoriales, también. La taxativa y rigurosa ¿solución? al supuesto gasto generado por esta vida callejera, sin embargo, es más que cuestionable.
Según César Díaz, los promotores de este tipo de actividades van a tener un mes de plazo para presentar “una documentación genérica como la acreditación de representación, memoria descriptiva y gráfica de la actividad que se pretende organizar, croquis a escala o seguro obligatorio de responsabilidad civil”, nos contaba Pablo Rodríguez hace unos días.
No sé cómo llevarán de avanzados sus programas para el 2020 el resto de nuestros compañeros gestores culturales, pero el Granada Noir de este año todavía está en pañales y, a diez meses vista, Gustavo Gómez y yo somos incapaces de aportar nada parecido a eso que pide el Ayuntamiento. ¡Con lo que nos gusta promover actividades culturales callejeras, populares, abiertas y gratuitas!
Resulta desalentador comprobar cómo se ponen más piedras en el camino, una y otra vez. Entre la rigurosa aplicación de normativas desmedidas, la sempiterna excusa de los ajustes presupuestarios y la proliferación de enmarañados reglamentos de imposible cumplimiento; cada vez resulta más complicado emprender cualquier tipo de iniciativa cultural, social o deportiva en esta ciudad.
Jesús Lens