Polis y cacos

Cada arranque del año nos trae las previsiones del tiempo realizadas por los cabañuelistas: tras una sesuda observación del cielo y del concienzudo análisis de los datos recabados, son capaces de pronosticar que no lloverá en la próxima Semana Santa, pero que vamos a tener unos meses lluviosos de aquí al verano.

Permítanme que ejerza de cabañuelista, negro y criminal en este caso. El comienzo del año ha elevado a portada una serie de sucesos que reflejan la sociedad en que vivimos mucho mejor que el más científico y riguroso de los estudios del CIS.

En primer lugar, lo del atraco al cajero de Moreda. ¿Les gustan a ustedes las películas de robos, de ‘Atrapa a un ladrón’ a la saga de Danny Ocean? Pues lo de Moreda deja en nada las tramas urdidas por Hitchcock y los intrincados planes trazados por los Clooney y compañía.

Se lo resumo: se junta la banda de atracadores, le echan mano a un pedazo de excavadora en el pueblo de Darro. Trasponen los trece kilómetros que les separan de Moreda y allí usan el bicho para echar abajo la pared de una nave agrícola y hacerse con un tractor con remolque. Tiran para la oficina bancaria de la localidad, derrumban su fachada principal, cargan el cajero automático en el remolque y enfilan hacia Gobernador.

Hubo vecinos del pueblo que escucharon y presenciaron el robo. Cuando asomaron a ver qué pasaba, los atracadores les enfrentaron de una forma igualmente sofisticada, pura ingeniería del siglo XXI: a pedrada limpia, que para algo tenían cascotes y cascajo a mano y a ‘punta pala’. ¿Es o no es ilustrativo de una forma de ser, el modus operandi de un atraco que debería pasar a los anales de la historia negra y criminal de Granada?

De realismo mágico y criminal es también lo de Alicún, con los vecinos conjurados en plan Fuenteovejuna, todos a una, para detener a unos cacos que, después de robar en varias casas deshabitadas en Nochebuena, volvieron al pueblo a seguir haciendo de las suyas.

Lo siento por el CSI, los hackers y los ciberdelincuentes más posmodernos. Granada, para según qué cosas, sigue siendo única, analógica y chapada a la antigua.

Jesús Lens

Hoy comienza el 2020

En realidad, el 2020 comienza hoy. Al de verdad, me refiero. Al auténtico y real año dos-mil-veinte, que a la RAE le sale sarpullido cuando nos escucha decir el acomodaticio y facilón ‘veinte, veinte’. No quiero imaginar lo que habrán pensado los académicos al escuchar a Brad Pitt llamar ‘Eledecé’ a su compañero Leonardo DiCaprio cuando recogió su flamante y merecido Globo de Oro.

¿Es el lenguaje cada vez más reduccionista, abusando de los acrónimos y de las iniciales? Por no hablar de los emojis, palabra del año para la Fundéu. Será por eso que al cabeza visible de Vox en el Ayuntamiento de Granada, el alcalde le llame cariñosamente por el nombre de una compañía de telefonía móvil.

Decíamos que el 2020 empieza hoy, en realidad. Hoy es el primer día auténticamente laborable del año para miles de trabajadores y, además, hoy deberíamos tener gobierno. Si no se produce ningún bochornoso tamayazo, claro.

Pensar en todo un año sin elecciones se me antoja extraño. Sin campañas ni debates electorales. Sin promesas más falsas que la falsa moneda. ¿Sin mociones de censura? Eso todavía estar por ver. Comienza un nuevo ejercicio que se prevé tenso y complicado, a todos los niveles, con Trump agitando el avispero de Oriente Medio y Pedro Sánchez convertido en el presidente surgido de la fantástica imaginación de Mary Shelley, según los comentaristas más aficionados al gótico tremendista.

En Andalucía, el gobierno del ¿cambio? cumple un año en San Telmo, estrena sus propios presupuestos y empieza a no valerle el mantra de la herencia recibida. El pifostio de la Sanidad resulta cada día más inmanejable y en Educación también hay marejada tendiendo a fuerte marejada.

Y nos queda Granada, donde el doble fiasco de las campanadas, las de la Plaza del Carmen y las de la Torre de la Vela, no son el mejor augurio. Los optimistas dirán que, desde entonces, todo ha ido bien, al margen de algunos  rocambolescos atracos y varios empotramientos de coches. Que lo mejor de los malos comienzos es que la cosa sólo puede remontar. Toquemos madera.

Jesús Lens

¡Campana y se acabó!

Otro sorteo de lotería, en este caso la del chavea, le pone la puntilla a la Navidad. Porque esta vez sí que sí. De hoy no pasa. Hoy se terminan las fechas señaladas y comienza el 2020 de andar por casa. Salvo para nuestros congresistas, que ya se han pegado dos exuberantes días de palo y tentetieso.

Para unos, los Reyes nos regalarán un nuevo gobierno antes de volver a Oriente. Para otros, lo que dejan es un buen acopio de carbón. Ojalá que los del España se rompe reciban hoy pegamento Imedio y los del gobierno Frankenstein, hilo de sutura. Y tila. Tila a gogó en el hemiciclo, que lo del café para todos es otra cosa.

El Granada C.F. ya les ha regalado tres puntos a los aficionados, los hosteleros deben estar felices con el llenazo total de estos días y en la Sierra, a la espera de una nueva nevada que asegure la temporada, tampoco se podrán quejar de la hondonada de esquiadores que les han dejado Papá Noel y sus mágicas majestades de Oriente.

Personalmente, hoy me identifico con el crío que prefiere jugar con la caja de cartón en que venía su regalo antes de estrenar el juguete en sí. No se lo tomen a mal, que su proverbial imaginación es el mejor regalo posible.

Hoy, las calles rebosan de chavales con cara de ilusión, estrenando juguetes. Y la ropa nueva, claro. A no ser que pique. ¿Sigue habiendo pantalones que pican, a todo esto? ¿Se sigue torturando a los chiquitines con el infierno de la franela? Espero que no.

Respeto, también, por los Magos que regalan libros. No es el presente más lucido. Ni el más vistoso. Pero si aciertan con el título deseado, un buen libro es un inmejorable pasaporte para viajar y soñar. Por cierto que, con todo lo que se ha hablado de Benito Pérez Galdós estos días, ‘Fortunata y Jacinta’ y los ‘Episodios Nacionales’ se habrán convertido en best sellers.

Y si los Reyes no han acertado, tampoco pasa nada. Con sacar una entrada para el cine y ver ‘Mujercitas’ o lo último de los venerables octogenarios Eastwood y Polanski, ya estamos listos y en perfecto estado de revista para volver a empezar la vida en serio, mañana martes.

Jesús Lens

 

Esto se empieza a terminar

Lo decía Robe, en los conciertos de Extremoduro: “Esto empieza a acabarse, gente, pero todavía no se ha terminado del todo”. Así me siento, disfrutando de unas bravas de autor y de unos callos reinventados al estilo de Paco Roncero, poco antes de coger el AVE de vuelta a Granada.

Es lo mismo que ocurre hoy domingo, cuando la Navidad apunta a su final, pero todavía quedan la Cabalgata, la cena de Reyes y, por supuesto, los regalos. No sé ustedes, pero yo voy a regalar libros a punta de pala. El Buscón de Ayroles y Guarnido, por ejemplo. Y las recetas de Disney, para animar a los pequeñuelos a disfrutar de la cocina, de la lectura y de volver a ver películas como ‘Ratatouille’ o ‘Tiana y el sapo’, a la vez que a descubrir el pisto o el gumbo característico de Nueva Orleans.

Agobiado, pensando cómo meter este Buscón en la maleta…

Lo siento por los críticos y muy críticos, pero la impronta que los personajes femeninos han dejado en la nueva Trilogía de las Galaxias nos permite regalarles gadgets de ‘Star Wars’ a las niñas, que Rey es mucha Rey. Y es que, personalmente, soy más galáctico que princesista, aunque reconozco que no he visto la segunda parte de Frozen y no estoy legitimado para opinar.

Otro tipo de regalo que valoro cada vez más son los juegos de mesa. Esos juegos que fomentan las risas y el buen rollo entre la gente. Propician una forma analógica de estar juntos, alejados de plasmas y de plastas. Verán que trato de ser consecuente con mis propósitos para el nuevo año…

Hay otro tipo de regalos a los que les falta glamour. O a mí, imaginación para vestirlos. Por ejemplo, un viaje. ¿Cómo demonios regalar un viaje para Semana Santa, más allá del insulso formato del ‘Vale por…’? O una suscripción a Filmin. Es demasiado frío e impersonal.

¿Celebran ustedes la noche de Reyes? ¿Toman ya el roscón o lo dejan para el desayuno? Y lo más importante: ¿les gusta relleno de trufa, nata o chocolate o le tiran al tradicional, únicamente decorado con las frutas escarchadas, a modo de las regias gemas que decoraban las coronas de los reyes? Esto se empieza a acabar, sí. ¡Pero todavía no se ha terminado del todo! (Todo sobre el Roscón, AQUÍ)

Jesús Lens

Balances y propósitos

Lo primero que he hecho antes de escribir esta columna es consultar la edición digital de IDEAL. Estoy tomando una caña en los aledaños del Reina Sofía, de donde salgo imbuido por el espíritu de la Mecamística de Val del Omar, pero me parece irresponsable lanzarme a escribir de cosas de cultura sin cerciorarme de que no ha vuelto a suceder algún despropósito en nuestra ciudad. Empezó el año con el apagón de las campanadas —qué gran metáfora de la Granada a oscuras y entre tinieblas—y siguió con la maroma floja de la Torre de la Vela. Esperemos que al tercero vaya la vencida y el viernes haya pasado sin mayores sobresaltos…

Ando agobiado, se lo confieso. Si todos los finales de año invitan al balance con lo mejor del ejercicio, cuando se cambia de década, aunque sea más metafórica que matemáticamente, la tentación de echar la mirada atrás es ciertamente peligrosa. Y no les digo nada si, encima, se apresta uno a entrar en la cincuentena…

¿Han leído ustedes todo lo que tenían pensado este año? Yo estoy razonablemente satisfecho, aunque he leído menos tebeos de lo que me hubiera gustado. Y menos ensayos. 68 novelas por 41 tebeos. Con el cine me ha pasado lo mismo. Aunque sólo he visto 27 películas en salas, empecé fuerte el 2019 con Filmim, pero a partir de verano me desinflé. Al final, 77 pelis en casa. Y apenas he visto documentales, algo que me cabrea sobremanera. Por contra, he vuelto a ver demasiadas series. Las series se han convertido en el vampiro audiovisual del siglo XXI. Un robatiempos de marca mayor.

 

Me han faltado conciertos. Y teatro. De ahí que este año me haya conjurado para disfrutar de más directos. En los tiempos de la virtualidad y el abuso del ámbito digital, todo y todos en la nube y en las nubes, disfrutar de actividades analógicas es una declaración de principios.

De lo que sí estoy contento es de haber viajado más. En agosto me volví a patear la provincia de Granada de cabo a rabo y le he dado varias vueltas a Andalucía, incluyendo ese gastronomadismo tan excitante. Y una escapadilla a Berlín, recuperando el placer de salir al extranjero. ¿Y para el 2020? ¡Allá vamos!