Es raro llegar al aeropuerto del Prat, en Barcelona, y no encontrarte a prácticamente nadie. Tiendas cerradas, cafeterías valladas e inmensos pasillos vacíos. Al pasar por un control, las preguntas de un miembro del equipo de seguridad: ¿de dónde viene? ¿Motivo de su visita?
Aunque llevo en el bolsillo el salvoconducto firmado por el director de Programas Culturales del Ayuntamiento de Barcelona, me siento inquieto. Salvoconducto. Una de esas palabras que, hasta hace unos meses, solo existían en el baúl de nuestros recuerdos literarios y cinéfilos. Salvoconducto. Como el de ‘Casablanca’, pero en la España de 2021.
He venido a Barcelona para participar en BCNegra, uno de los grandes festivales españoles dedicados al género policíaco. Se hace sin público presencial, retransmitido a través de streaming desde un set instalado en el maravilloso Palau de la Virreina. Es tan raro eso de hablar para un público presente solo al otro lado de la pantalla…
Pero había que venir. Había que estar aquí. Les confieso que, si no miedo, sí que me asalta la aprensión. Y el temor. Los recelos. En casa hemos interiorizado unas rutinas que nos permiten tener la sensación de que controlamos. Todo lo que se puede controlar un virus que se ha demostrado incontrolable. Al salir, toca reinventarlas y reordenarlas. Y cuesta.
Pero había que venir a Barcelona, insisto. En primer lugar, por no defraudar la confianza depositada por el festival. Si defendemos que la cultura es un bien de primera necesidad, hay que demostrarlo en la práctica y predicar con el ejemplo. Lo fácil era quedarme en Granada. Lo cómodo. Lo tentador. Pero el Ayuntamiento de Barcelona cree en la cultura. Y paga a los profesionales del gremio. ¡Eso sí que es una rareza, oigan! Es otra razón, igualmente de peso. El dinero. La pasta. El trabajo que tanto escasea.
Encapsulado en mi hotel, solo salgo a pasear. Solo. Ramblas, Corts, Gràcia, Barrio Gótico… Me asomo al Caixa Fórum a mediodía, cuando menos gente calculo que habrá. Acierto: hay tan pocos visitantes que puedo disfrutar de obras maestras del Prado en la soledad más absoluta.
En Cataluña, solo se puede desayunar hasta las 9.30 de la mañana. Los horarios del almuerzo no me los sé aún, que he prescindido de esa comida para compatibilizar el trabajo, los paseos y el noir. Las cenas, en el hotel, entre las 20 y las 21.30 horas. ¡De esta sí que vamos a europeizarnos!
Jesús Lens