Arrancamos esta sección veraniega, más fresca —con permiso de las olas de calor— y desenfadada, con el ánimo por las nubes y optimismo a raudales. Cansado, pero contento. De ahí que me plantee varios propósitos para las próximas seis semanas.
¡Ojo! Si los propósitos de Año Nuevo son difíciles de lograr, los veraniegos deberían ser de imposible cumplimiento, lisa y llanamente. Uno habrá disfrutado tanto o más de sus semanas de descanso cuantos menos objetivos haya conseguido tachar de su lista. Eso es así. Y nada de sentirse culpables, faltaría más.
El verano hay que afrontarlo con la pachorra propia de los 40 grados de esta última semana. Con una galbana incompatible con grandes exigencias. De ahí que leer sea uno de los objetivos primordiales del estío: es descansado, permite permanecer sentados y/o tumbados frente al mar o bajo el ventilador y, además, da prestigio.
Es un tópico preguntarle al famoseo por sus planes para el verano. Muchos dicen que aprovecharán para devorar todo lo que no han podido leer estos meses atrás. Creen que así quedan la mar de bien. Por un lado, presumen de una vida ajetreada y excitante. Por otro, nadie les afeará estar tumbados a la bartola, aunque nadie les vea pasando más allá del primer capítulo del libro de marras.
Otro día les cuento qué libros tengo entre manos y por qué. Sí les avanzo que me he dado el gustazo de ir a la Librería Picasso en sandalias, pantalón corto, con mi camiseta de Corto Maltés, para llevarme el último libro de mi querido y admirado Javier Reverte. Ya que este verano no voy a viajar lejos, aprovecharé para acompañar al maestro de la literatura de viajes en su último periplo por Persia, Turquía, Dubai y alrededores.
Ver la tele, no. Decir que vas a ver series o clásicos del cine no mola nada. Una vez terminado el siesTour de Francia, no hay excusa para encender la Smart TV: por mucho que vaya de listilla, en verano se pone muy tonta y una desconexión como Dios manda empieza por mantener alejado el mando a distancia.
Hacer deporte, faltaría más. A ser posible, eso sí, que no sea ruidoso ni termine salpicando de arena a los vecinos de playa. Yo tengo previsto volver a trotar. Mi objetivo: hacer 10 kms. en menos de una hora. Lo sé, lo sé. Es una chufla de objetivo. Ni ambicioso ni leches. Pero tras cuatro años sin correr, ya me va bien. Y un rito familiar: cruzar el Cabo Sacratif a nado con mi hermano. Un par de kilómetros de natación en las aguas abiertas del Mediterráneo. Que tampoco es para tanto, pero que tiene su miga cuando estás desentrenado.
Y ver cosas, claro. Monumentos, paisajes, montañas, picos, cabos, bahías, pueblos pintorescos, cuadros y esculturas. Descubrir lo nunca visto es un anhelo muy veraniego, un propósito con aliento aventurero… aunque lo nunca visto esté a la vuelta de la esquina. Es solo cuestión de actitud. Y mirada.
Jesús Lens