Volvamos a Jaén en este paseo veraniego por Andalucía Oriental. Tras caminar por Almería, esa ciudad tan deliciosamente paseable, nos damos otro garbeo por las calles jienenses en busca de sus sobresalientes baños árabes.
Hace unos años, El Legado Andalusí organizó una interesante exposición dedicada a ‘Los Baños en al-Andalus’. Tuve la suerte de hacer una visita guiada con las comisarias de la muestra, Carmen Pozuelo e Inmaculada Cortés. Me decían que Granada es la provincia española que conserva más hammam, más baños públicos de origen andalusí.
Los baños eran los edificios más populares y comunes en la vida cotidiana de las ciudades de al-Andalus. Así lo explica la web del Legado: “Allí donde se establecía un nuevo asentamiento o núcleo urbano, lo primero que se construía era un hamman. Tal era su papel en la vida cotidiana, que la importancia de las ciudades se medía por el número de baños que tenía. Es el ejemplo de la Córdoba califal, que en el siglo X contaba, según las crónicas, con alrededor de 300. Eran construidos con frecuencia junto a las arterias principales, puertas y mezquitas. Su uso era tan extendido que se mantuvieron hasta el siglo XVI, y fueron incluidos en conjuntos arquitectónicos en época cristiana”.
Y es que, como Inmaculada y Carmen me contaban, “pocos lugares de nuestro pasado son tan evocadores como los hammam: la luz, el ambiente, el murmullo que en ellos se respira han atraído y aún atraen nuestra mirada”. Y también recuerdo su consejo: no dejes de ir a ver los de Jaén, que son soberbios.
¡Qué razón tenían! Miren que a mí me gusta el Bañuelo, uno de los monumentos granadinos que no me canso de recomendar a quienes viajan a Granada, junto al Corral del Carbón y la Madraza. Pero los baños árabes de Jaén están en otra dimensión. Tanto por su amplitud como por su excepcional nivel de conservación.
Se hace extraño su emplazamiento, ubicados bajo el Palacio de Villadompardo. Con una extensión de 450 metros cuadrados, son de los más grandes de los conservados en España y, aunque detalles decorativos almohades hacen pensar que pudieron ser restaurados allá por el siglo XII, su origen más lejano data de los tiempos de los romanos, que debieron ser unas importantes termas en la antigua Auringis.
Es curiosa la historia de los baños. Tras la conquista de Jaén por Fernando III El Santo, siguieron en uso, aunque en los siglos XIV y XV cambió su uso y pasaron a ser unas tenerías. Y así llegamos al siglo XVI, cuando don Fernando de Torres y Portugal, Conde de Villardompardo y Virrey del Perú, decidió construir su residencia justo sobre los baños, literalmente hablando. Los llenó de cascotes y quedaron sepultados entre los cimientos y los sótanos del palacio, por lo que se les perdió la pista hasta que, a comienzos del siglo XX, el edificio pasó a engrosar el acervo inmobiliario de la Diputación de Jaén, volviendo a salir a la luz.
Jesús Lens