Nada importante / Será nuestro secreto

Hay títulos de novelas que encajan a la perfección, como si nos propusieran un juego de palabras encadenas. Por ejemplo, ‘Nada importante’ de la escritora alicantina Mónica Rouanet y ‘Será nuestro secreto’, de la barcelonesa Empar Fernández. 

Mónica estuvo en Granada hace unos meses, en el marco del festival Gravite patrocinado por CaixaBank, para presentar ‘No oigo a los niños jugar’, su anterior novela, muy gótica y protagonizada por espectros y apariciones en un viejo caserón. Ya nos avanzó que su siguiente historia, ‘Nada importante’, sería muy negra y muy criminal. ¡Y vaya si lo es!

Ha sido una de mis lecturas del verano. Muy intensa. La novela arranca en el Madrid de los años 90, con la agresión a Minerva en lo que parece un caso de violencia de género que resulta muy mediático. Se abre un debate público en el que se escuchan opiniones como la de que ‘se lo estaba buscando’. 

Cuando Minerva sale del coma no recuerda absolutamente nada y es incapaz de identificar a su agresor, al que la autora nos ha presentado desde el principio de la novela, metiéndose en su cabeza para hacer partícipes a los lectores de su forma de pensar. Y actuar. Como es un tipo listo, seguirá al acecho, planeando su siguiente movimiento. 

El arco temporal de la novela es lo suficientemente amplio como para ver los cambios operados en la sociedad en relación a la violencia de género, incluyendo el papel de los medios de comunicación. La pregunta es: ¿ha cambiado todo tanto como pensamos?

Publicada por Roca Editorial, ‘Nada importante’ es una novela necesaria que hurga en un asunto de capital importancia en nuestra sociedad. Una trama excelentemente hilada cuya lectura se bebe a borbotones y que, al final, invita a hablar, pensar, debatir y cuestionarnos unas cuantas cosas que, quizá, no estén tan claramente aceptadas e interiorizadas como nos creemos. De todo ello hablaremos con la autora en la próxima edición de Granada Noir, el festival patrocinado por Cervezas Alhambra que próximamente celebrará en Granada su octava edición, entre el 11 y el 20 de noviembre.  

Cambiemos de tercio para hablar de ‘Será nuestro secreto’, de Empar Fernández, autora esencial del noir español desde hace ya muchos años. En este caso, la historia arranca con la desaparición de Noa, una callada y en absoluto problemática adolescente de 14 catorce años. 

Noa está matriculada en un colegio muy exclusivo de Barcelona al que la élite social y empresarial lleva a sus vástagos. Por ejemplo, Víctor Renom, el padre de la niña desaparecida. La primera cuestión a dilucidar es si Noa se ha fugado o si ha sido secuestrada. El encargado de investigar es el taciturno Mauricio Tedesco, convertido en los ojos y los oídos del lector. 

Con sus preguntas, solo aparentemente inoportunas y fuera de lugar, con sus muchas dudas y casi ninguna certeza, Tedesco se abrirá paso por el espeso muro de silencio que rodea a ese colegio de reconocido prestigio y a esos próceres de la sociedad, siempre tan aparentemente brillantes e inmaculados.

Están los padres y las madres, está el profesorado y está esa chavalada en edad complicada. Como dice Empar hablando de uno de los alumnos con fama de contestatario, “ha hecho cuanto ha podido porque así sea. No ceja en su empeño. No tiene la menor idea de lo que persigue. Como tantos chicos de sus edad, sus metas nunca van más allá del corto plazo”. 

Empar Fernández es una escritora descomunal que, ahora en la editorial Alrevés, nos presenta otra novela sólida, comprometida y apasionante, sobre el mundo que nos rodea; protagonizada por personajes tan humanos y contradictorios como usted, como yo, como todos. 

Jesús Lens

Cuentos Noir de ida y vuelta

Como ayer me tocó actuar, que presenté el acto de entrega del IV Premio de Microrrelatos IASA Ascensores con los amigos de la editorial Páginas de Espuma, me pasé el fin de semana poniéndome en situación, entregado a la narrativa breve, en formato audiovisual y literario. 

Aproveché para ver cortos de animación de ‘Love, Death + Robots’, la serie de Netflix por la que el español Alberto Mielgo ha ganado un Emmy gracias a su ‘Jíbaro’. Algunos de ellos son bien negros y criminales. Otros, un despliegue de humor negro de lo más sugerente. 

Me leí el integral que publicó Norma Editorial de la ‘Quotidianía delirante’ de ese genio que es Miguelanxo Prado. Situaciones kafkianas resueltas en cuatro páginas de viñetas demenciales, protagonizadas por probos funcionarios de Justicia más allá de bien y, sobre todo, del mal. Por señoras que no tienen empacho en provocar sangrientos accidentes a la hora de colarse; madres que hacen lo imposible y lo inimaginable por sus hijos y, en la mejor tradición ibérica, enfrentamientos armados de hombres cejijuntos que cuestionan las bondades del campo como lugar de recreo y esparcimiento.   

 

También aproveché para leer cuentos y relatos, unos más cortos que otros. Por ejemplo, ‘El moscardón’ de Cristina Fernández Cubas, tan querida por mi añorado librero Paco Camarasa. Fue miembro del jurado del Premios IASA y escribe maravillas como esta: “La vieja soy yo. No voy a andarme con rodeos. Por lo menos ellos me ven así, vieja. Palabra repugnante sobre la que ahora no me voy a detener ni cambiar por otras todavía más asquerosas. Anciana, tercera edad, gente mayor…”. Háganse con su ‘Parientes pobres del diablo’, tres cuentos publicados por Tusquets, y disfrutarán como moscas en la miel.

Y aproveché la noche del sábado, con la adrenalina provocada por la música de The Waterboys todavía fluyendo por el cuerpo, para darme un garbeo por Kentucky de la mano de uno de sus hijos no sé yo si predilectos: Chris Offutt.

De este hombre, y de Kentucky, tenemos que hablar más. De momento, un avance en forma de la cita de ‘Sangre sabia’, de Flannery O’Connor, con la que se abre su prodigioso libro de cuentos: “El lugar de donde venís ya no está; el lugar al cual creíais que ibais no existió jamás, y el lugar donde estáis no sirve de nada a menos que podáis alejaros de él”.

‘Lejos del bosque’. 127 páginas publicadas por Sajalín editores. Ocho cuentos de un laconismo y una expresividad sin parangón protagonizados por personajes desarraigados que una vez se marcharon de las crestas y los valles de Kentucky, tratando de dejar el pasado atrás. Pero el pasado pesa y el terruño tiene efecto imán. “Abrió la puerta y salió al sol… Más allá se alzaban las montañas que cercaban el pueblo. Se puso a caminar en dirección este, hacia la ladera más próxima. No necesitaba llevarse nada. El sol caliente le daba en la cara”.

Jesús Lens

La caja de Henriette y Mariano

Se abre una elegante caja redonda y frente a nuestros ojos se despliega un vaporoso vestido de seda plisada que, al desenrollarse, parece bailar en pantalla. Es un Delphos, creación icónica de Fortuny, obra maestra surgida del genio creativo de Henriette Nigrin.

El viernes tuvimos el privilegio de disfrutar del estreno de ‘El universo en una caja’ en el Centro Lorca. Es la película más reciente de José Sánchez-Montes y es una auténtica gozada, de principio a fin. (AQUÍ, una fascinante entrevista a José Sánchez-Montes en RTVE).

Hasta hace un par de años, yo tampoco sabía nada del granadino Mariano Fortuny Madrazo, un español universal al que es justo y necesario reivindicar como genio universal alumbrado por nuestro país y que, sin embargo, ha permanecido demasiado tiempo en la sombra. 

En junio de 2020, recién salidos del confinamiento, organizamos en la plaza de las Culturas de CajaGranada Fundación unos ‘Encuentros en la tercera fase’ que acogieron el estreno en pantalla grande de otra película de Sánchez-Montes, ‘La Alhambra en juego’. Mar Villafranca estaba entre el público y al terminar el coloquio, tomando una cerveza, nos contó la alucinante historia de Fortuny. Esa fue mi primera vez. 

El año pasado, en el marco del festival Gravite patrocinado por Caixabank y en colaboración con la Asociación FortunyM Culture, organizamos una sesión dedicada a su figura que resultó de lo más ilustrativa. Y en noviembre, una visita guiada por Mar a la magna exposición dedicada a su genio creativo terminó de abrirnos los ojos sobre la importancia de Henriette Nigrin en la vida y obra de Fortuny.

Por eso me gustó tanto ver que en la patente del Delphos aparece el nombre de Henriette, como nos muestra ‘El universo en una caja’, magistral título de una igualmente magistral película. De hecho, es más que probable que el mítico vestido fuera invención suya.

Es emocionante ver a la actriz Nerea Barros vestir dos ellos en pantalla con la misma elegancia con que lució una bellísima creación de la diseñadora Pilar Dalbat sobre el escenario del Lorca. Arte, ingenio, moda, fotografía, cine, ópera, viajes, pintura, creatividad, diseño industrial… ¡el Universo Fortuny es inagotable!

Jesús Lens

Willy, Rudy & Scar

Es viernes y, con la semanita que llevamos, cuerpo y mente piden un poco de sosiego, calma y relax. Cuando las noticias sobre el fuego, la sequía y la rebelión de los jueces me ponían cardiaco, me conectaba a ese reality show que, durante 24 horas al día y en riguroso directo, nos está contando las exequias a Isabel II. ¡Qué sosiego, saber que, pase lo que pase en el mundo, el funeral seguirá estando ahí, como el dinosaurio de Monterroso y la inflación subyacente!

Menos mal que septiembre ha llegado con el Eurobásket debajo del brazo, para contradecir el pesimismo reinante. Si hay un colectivo en el que podemos confiar con los ojos cerrados es el combinado español de baloncesto.  

Este año pintaban bastos, entre la retirada de las grandes leyendas y la juventud e inexperiencia de buena parte de los integrantes del equipo. Los partidos preparatorios tampoco permitían abrigar grandes esperanzas. Y la derrota contra Bélgica pareció desnudar al rey. Pero entonces aparecieron ellos. 

Personalizo en Willy, Rudy y Scariolo porque no tengo espacio para glosar los méritos del resto de integrantes de un equipo que es sobre todo eso: un equipo. Un colectivo que va mucho más allá de los doce jugadores y los técnicos que se encuentran ahora mismo en Alemania. Un equipo conformado por los compañeros que estuvieron en las duras semanas de preparación, en agosto, para quedar finalmente descartados. Y por los que se parten la cara en las Ventanas, ese invento tan raro que, como la polución en Granada, ha venido para quedarse. 

Willy está siendo el mejor jugador de España en la cancha. El más completo y decisivo. Un estilete ofensivo más fiable que un robot japonés. Rudy es la garra, el genio y la voz de la experiencia que, con su ejemplo en la pista y sus gritos en el vestuario, consigue que los más jóvenes saquen la mejor versión de sí mismos o, sin usar una expresión tan pijo-engolada, que le echen lo que hay que echarle.

Y nos queda Scar, ese genio de los banquillos que convierte su libreta en la lámpara maravillosa que ilumina a los jugadores cuando se les apagan las luces.

Les llaman la Familia, una expresión que, personalmente, no me gusta. Para Familia, los Corleone. Yo los veo como los Hermanos de Sangre de aquella maravillosa serie sobre la II Guerra Mundial, Band of Brothers. 

Una vez más, el equipo español está en semifinales. Da lo mismo si consiguen el Oro, la Plata, el Bronce o la medalla de chocolate.  Han vuelto a superar nuestras expectativas y nos han hecho sufrir y mordernos la uñas para terminar gritando de emoción con sus victorias. Y eso, en tiempos tan inciertos, vale su peso en oro. 

Jesús Lens

Una de básket noir

Hay deportes más literarios, periodísticos y cinematográficos que otros. El boxeo sería el Top 1. Más allá de la cantidad de novelas y películas que ha inspirado, muchas expresiones boxísticas forman parte de nuestro lenguaje cotidiano, del KO a bajar la guardia, tirar la toalla o estar contra las cuerdas. 

Con el ciclismo pasa igual. Aunque su narrativa queda más reducida a las crónicas periodísticas que a la ficción; apelar a la sangre, el sudor y las lágrimas es una constante en el lenguaje de un deporte tan sufrido como exigente. Lo hemos podido ver en la recién terminada Vuelta a España, con nuestro paisano Carlos Rodríguez hecho un ecce homo sobre la bicicleta.

El deporte es poco cinematográfico, por lo general. Será porque es muy televisivo. Funcionan bien las historias de redención y superación, eso sí. Hablando de películas sobre baloncesto, ahora que estamos en pleno Eurobásket, muchas veces se ha puesto el acento en la importancia del trabajo en equipo por encima del talento individual. 

De superación va precisamente ‘Garra’, la película baloncestística más reciente que Adam Sandler y LeBron James han producido para Netflix. Y es que el actor y comediante norteamericano es un gran aficionado al básket y es fácil encontrarle jugando en los playgrounds estadounidenses y, por supuesto, como espectador en los pabellones de la NBA. 

Me ha gustado ‘Garra’ y su protagonista, nuestro Juancho Hernangómez, está muy bien. Da el perfil del personaje. Curiosidad: no se decidió a rodarla hasta que la pandemia paró el deporte profesional. Interpreta a Bo Cruz, un obrero de la construcción que redondea su magro salario jugando en las canchas callejeras de Madrid. Allí le descubre un cazatalentos de los Philadelphia 67ers, que lo apuesta todo por ‘Misil’ Cruz. A destacar el momento en que entrena con jugadores de la Selección Española dirigida por Sergio Scariolo, logo de Caixabank incluido. ¡Realismo a tope!

Aunque ‘Garra’ tiene algunos de los tópicos habituales de este tipo de cine, no tenemos que soportar la clásica secuencia del balón que, a cámara lenta, duda si entrar o no en la canasta para convertir en héroe o villano al protagonista de la función. Va de otra cosa. Ojo a la nómina de jugadores que aparecen en la pantalla interpretándose a sí mismos, con el mítico Dr. J a la cabeza, y a la importancia que el guion concede al poder de las imágenes, los vídeos y las redes sociales. Más contemporaneidad, imposible, insisto. 

Pero la que sí es negra y criminal, de verdad, es la anterior película con trasfondo baloncestístico que Sandler protagonizó para Netflix. Se titula ‘Diamantes en bruto’ y en ella se cuenta la historia de Howard Ratner, un apostador empedernido con una deuda de 100.000 dólares que regenta una joyería. Por haces del destino, le llega un raro ópalo negro con el que espera pegar un pelotazo a través de una subasta. Entonces entra a su tienda el mismísimo Kevin Garnett, estrella de los Boston Celtics, que se queda prendado de la joya. KG, que hizo la película cuando ya se había retirado de las canchas, está espléndido.  

La vida de Howard es una tortura. Como adicto al juego, un ludópata de manual, parece apostar por castigo. Además de por necesidad. Sus andanzas por las calles de Nueva York, de un realismo extremo, son angustiosas. Siempre en busca de dinero, de un aplazamiento, de una prórroga. ¡Qué tensión! Por no hablar de su relación con su ex mujer y con su actual pareja. Y ojo al desenlace de la película. Es de los que no se olvidan.

Jesús Lens