50 años de Carvalho gastronómico

Este año se cumple el 50 aniversario de la publicación de ‘Yo maté a Kennedy’, la novela experimental en la que Manuel Vázquez Montalbán alumbró al personaje del mítico detective Pepe Carvalho. En Granada Noir, el festival patrocinado por Cervezas Alhambra dedicado al género negro y criminal, no podíamos obviar dicha efeméride y lo celebraremos con un toque gastronómico, algo que nos gusta sobremanera, con la colaboración de la Escuela de Hostelería La Inmaculada. 

A Carvalho, como a MVM, le gustaba comer. Y hacerlo bien. También cocina. “Carvalho cocina por un impulso neurótico, cuando está deprimido o crispado, y casi siempre busca compañía cómplice para comer lo que ha guisado, para evitar el onanismo de la simple alimentación y conseguir el ejercicio de la comunicación”, escribe Vázquez Montalbán en la introducción a uno de mis libros de cabecera: ‘Las recetas de Carvalho’, publicado por Planeta, pero actualmente descatalogado. 

Manolo se muestra ácido con su personaje en ese libro metaliterario. Hablando sobre el juicio gastronómico y culinario de Carvalho, confiesa que le ha pillado “en varios fallos provocados por la plebeyez de su paladar original y por una progresiva asimilación de conocimientos que no siempre llegaron a tiempo”. A partir de ahí desgrana desde una equivocación en la elección de un vino para acompañar al morteruelo a un lío con la pasta de una fideuá.

Vázquez Montalbán justifica el “discutible gusto de Carvalho” en la poca atención que le presta a los postres. “Este bárbaro vicio carvalhiano procede de su filosofía compulsiva y devoradora. Platos hondos. A él le van los platos hondos, y si bien entre lo crudo y lo cocido elige lo cocido, entre lo dulce y lo salado se decanta por lo salado, prueba evidente de su primitivismo, que impide homologar el paladar de Carvalho según los cánones del refinamiento”. 

SPAIN. Barcelona. 1997.
Spanish writer Manuel VAZQUEZ-MONTALBAN in «Casa Leopoldo», his favourite restaurant in the barrio chino area.

A este desafío nos enfrentamos a la hora de confeccionar un menú carvalhiano que sirva de homenaje a uno de los grandes personajes de la historia del noir europeo. No es fácil. Por ejemplo, cuando MVM concluye que “los gustos gastronómicos de Carvalho son eclécticos en la elección y sincréticos en la tecnología”. ¡Ay, cuánta miga, ahí!

Les confieso que yo soy de los que sí se leían las recetas en las novelas de Carvalho. Me gustaban sus parones gastronómicos. Sus pausas para cocinar, comer o cenar. Sus conversaciones al calor de unas judías navarras con chorizo y pimientos rellenos a vasca, por ejemplo, que ya aparecían en ‘Yo maté a Kennedy’, la primera novela de la serie. 

Y es que la comida da mucho juego, más allá de lo aparente. Somos lo que hemos comido y lo que hemos bebido. En los países mediterráneos es algo muy serio, lo que tiene su reflejo en la literatura, especialmente en la policíaca, a partir de Manuel Vázquez Montalbán y Carvalho. 

No hay inspector, agente, periodista, detective o gángster español sin su bar de referencia, sin un camarero de confianza al que contarle sus cuitas o sin una buena barra donde ahogar sus penas. Aquí no nos vale el atracón de dónuts o la hamburguesa de urgencia. No tragamos con el sándwich de arenques secos regado con vodka o con un fish & chips grasiento bajo la lluvia.

Las reuniones de negocios, en los reservados de los restaurantes. Para intimidar a un sospechoso y apretarle las tuercas, se le mete en el WC de su garito de confianza. Para reflexionar sobre la investigación en curso y ponerse al día, ningún escenario mejor que una buena cafetería.

Rendimos homenaje a Manuel Vázquez Montalbán y a Carvalho porque fueron los primeros en entender que la gastronomía, la cultura y la calle van de la mano y son felizmente indisociables por siempre jamás.

Jesús Lens

Fundaciones Casa Ajsaris y Fajalauza

Cada vez está más activa y comprometida la llamada sociedad civil en Granada. Dos ejemplos: las plataformas y/o fundaciones que impulsan a instituciones como Casa Ajsaris y Fajalauza. ¿Se acuerdan de aquella RSC de las empresas que estaba en boca de todos? Con las diferentes oleadas de crisis y desastres económicos-financieros está de capa caída y somos los ciudadanos de a pie quienes tenemos que dar un paso adelante para defender lo nuestro. 

Otro día les hablo del movimiento ciudadano, social, artístico y cultural en torno a Fajalauza. Que Zara Home haya incluido piezas de esta cerámica en su colección habla bien a las claras de su importancia e implantación. Pero hay que seguir arrimando el hombro para sostenerla e impulsarla. 

¿Leyeron ayer la información de José Antonio Muñoz sobre el destino de la extraordinaria colección de arte de Casa Ajsaris? Para que se quede en Granada, su futuro pasa por la creación de una fundación en la que estén representados Ayuntamiento y Junta. Quien está tirando del carro, eso sí, además del maravilloso y encomiable coleccionista Juan Manuel Segura, es una plataforma creada hace ocho meses para lograr que las cerca de 500 obras permanezcan en Granada. 

Un movimiento asociativo que está trabajando denodadamente en pro del bien común, porque si ese legado terminara exhibiéndose en el Palacio de los Córdova, saldríamos ganando tanto los ciudadanos de Granada, los de ahora y los del futuro, como los turistas y viajeros. 

Me gusta el impulso de la gente que se percibe en Granada de un tiempo a esta parte. No vale fiarlo todo a las instituciones. Si algo nos gusta, interesa o preocupa, hay que organizarse y luchar por conseguirlo y/o mantenerlo. Con trabajo, tesón, imaginación y empeño.

Jesús Lens

Marcarme un Covirán

Estos meses, amigos y compañeros de charla me tienen que aguantar unas chapas terribles. En cuanto sale a relucir en la conversación lo mal que está todo en Granada, pido la palabra y, sin pedir perdón, me lanzo a soltar una barahunda de positivismos que desconcertaría al mismísimo Paulo Coelho.  

Meto en la coctelera el acelerador, la IA, la UGR y el ranking de Shanghai. Las empresas tecnológicas que se instalan en Granada, Escúzar, el PTS, el Geoparque y el sector biosanitario. Los productos tropicales y cooperativas como La Palma, Gallombares o Dcoop. Soy capaz incluso de sacar a colación las comunicaciones, que faltarán frecuencias, pero tenemos metro, AVE, aeropuerto y autovías. Sin olvidar Sierra Nevada, Alhambra y Albaicín, que seguirán ahí por siempre jamás. 

Ahora le llamo ‘Marcarme un Covirán’, por el equipo de baloncesto: durante la pretemporada y sin empezar la competición oficial, ya se daba al equipo por descendido, de vuelta a la LEB Oro después de un año ridículo y catastrófico. Tras cuatro jornadas, mírenle ahí arriba, en lo alto de la clasificación, tan pichi, haciéndonos disfrutar y vibrar. 

Nos cuesta ver y creernos lo bueno que atesoramos. Destacarlo, resaltarlo y celebrarlo. ¿Saben ustedes, por ejemplo, la cantidad de buenísimos escritores y escritoras de género negro que hay en Granada? Ahora que estamos ultimando el programa de Granada Noir 8 y no damos abasto para cuadrarlos a todos, cobro conciencia de ello. ¿Insistimos en lo del cómic y la ilustración, la pintura y demás manifestaciones artísticas o en la excitante programación musical de cada semana?  

Hay problemas, carencias y dificultades en nuestra tierra; es cierto. Pero no podemos estar regodeándonos en lo malo nada más. “¡Siempre negativos!”, que diría van Gaal. No se trata de ser conformistas ni de emplear la táctica del avestruz, pero sí de ser objetivos.

Jesús Lens

Las películas policiacas más grandes jamás filmadas

Permítanme que me muestre exultante, feliz y dichoso. Ayer lunes leí mi discurso de ingreso en la Academia de Buenas Letras de Granada, titulado ‘Las películas más grandes jamás filmadas’. Me centré en tres de ellas: el ‘Leningrado’ de Sergio Leone, el ‘Nostromo’ de David Lean y la cuarta parte de la saga del marqués de Leguineche, de Luis García Berlanga. ¿Recuerda qué impresión le provocó su visionado, querido lector?

Yo tampoco. Yo tampoco me acuerdo de nada por el sencillo detalle de que esas películas nunca existieron. No se llegaron a rodar. Sin embargo, existieron en la mente y en el corazón de los cineastas que trataron de filmarlas. Nos queda documentación, información, entrevistas, dibujos, guiones… Y la pasión por el cine.

El de anoche fue un discurso dedicado a mi añorado Fernando Marías, con quien tanto me gustaba hablar de películas que nunca fueron, pero pudieron ser. El tema elegido para ingresar en la Academia es raro, repleto de esos espectros que tanto le gustaba convocar a Fernando. Un discurso fantástico, fabuloso y fantasmagórico trazado a partir de los guiones, el material primigenio del que están hechos esos sueños cinematográficos que tanto nos gustan. Y de algunas novelas que nos hubiera gustado ver en celuloide.

El guion de Lorca y la colaboración entre Dalí y los Hermanos Marx, por ejemplo. El ‘Napoleón’ de Kubrick y el ‘Dune’ de Jodorowsky. La adaptación de Víctor Erice de ‘El embrujo de Shanghai’ —novela de la que esta tarde hablamos en el Club de Lectura y Cine de Granada Noir en el Jardín Cervezas Alhambra, por cierto— la supuesta segunda parte de ‘El Sur’ y ‘El Quijote’ de Welles. ¡Ay, Orson Welles! ¿Cómo le habría salido ‘El corazón de las tinieblas’ de Conrad filmado en plano subjetivo, de principio a fin? Novelas y guiones. Guiones y novelas. Tantas historias por contar en imágenes…

Hablemos de películas policíacas que nunca veremos. Al menos, no como las concibieron determinados guionistas y directores. Hablemos, por ejemplo, de ‘Brazaville’, que hubiera podido ser la continuación de ‘Casablanca’, con Rick y el capitán Renault colaborando con los aliados en la invasión del norte de África y una especie de Mata Hari española llamada María poniéndole la sal y la pimienta al embrollo. 

¿Cómo habría sido la colaboración entre Audrey Hepburn y Alfred Hitchcock en ‘No hay fianza para el juez’, basada en la novela de Henry Cecil e impregnada de amplias dosis de humor negro? El punto de partida: un juez es acusado del asesinato de una prostituta. La película también habría sido dura, que incluía la secuencia de una violación… que la Hepburn se negó a rodar. Y ahí fue cuando el proyecto empezó a tambalearse. El hecho de que la actriz no fuera una de las rubias prototípicas del cineasta inglés no pareció incomodarle, eso sí: “Estoy bastante preparado para probar con una morena atractiva… si es que alguna vez me encuentro con una”, había dicho. Por cierto que Hitch tampoco llegó a filmar ‘Kaleidoscope’, precuela apócrifa de uno de sus grandes clásicos: ‘La sombra de una duda’.

Allá por 1995, Ridley Scott estuvo barajando la posibilidad de un thriller pandémico con Robert Redford y Jodie Foster como protagonistas, pero la cosa no fue a mayores. ¿Pandemias? ¿Quién podía creer en pandemias a las puertas del siglo XXI? Pues eso. Y a comienzos de siglo, el complicadito de Darren Aronofsky estuvo trabajando con Frank Miller en la adaptación de uno de los cómics de Batman más negro-policiales de la historia: el mítico ‘Year One’. Terminó siendo un film de animación de 64 minutos, diez años después.

(Continuará)

Jesús Lens

Desde Valencia con terror

La Comunidad Valenciana da miedo. Mucho miedo. Para gusto y regusto de los buenos aficionados al género negro y criminal. Hace unas semanas escribíamos sobre ‘La presidenta’, la nueva novela de Alicia Giménez Bartlett publicada en Alfaguara, con la que inicia una nueva saga radicada en la capital del Turia.

Estos meses han visto la luz otras dos novelas muy interesantes radicadas en el Levante peninsular: ‘Lapsus’, de Salvador Alemany; y ‘Muerdealmas’, de Santiago Álvarez. 

‘Lapsus’, publicada por la editorial Amarante, es un perfecto ejemplo de que la realidad supera a cualquier ficción. Una de esas novelas que te hacen pensar lo de “si no lo leo, no lo creo”. Porque es ciertamente increíble lo que cuenta. Y, sin embargo, todo es cierto y ocurrió tal y como lo cuenta Salva. 

El antiguo barrio pesquero de Nazaret hoy alberga a menos pescadores que a gente de la mala vida, no en vano, allí ya no llega mar. Allí quien oficia es un cura muy particular: el padre Damián. Y por allí caminan el Javito, el Canijo, Marta, el tío Miguel, Laura / Estela, Carlo…

Digo que el padre Damián es muy particular porque se trata de un cura joven y carismático a quien el autor de la novela conoció de joven. Cuando estalló el escándalo —y los tiros no van, ni de lejos, por donde ahora mismo estará usted pensando, estimado lector— Salva Alemany se quedó muy pillado. Tanto que tardó varios años en asimilar la historia y documentarse, hasta estar en condiciones de contar lo que pasó y cómo pasó, además de escarbar en los porqués, donde siempre radica el secreto. 

No voy a avanzar una sola palabra de una trama que, insisto, el alucinante. Prefiero poner el acento en la dimensión humana de los personajes. Que así dicho, queda muy ampuloso, pero que es verdad. A medida que este verano leía la novela, le iba escribiendo a Salva a través del Messenger (cosas de viejunos) con la impresión que me provocaba cada giro en la trama y por sus posibles efectos en mis personajes favoritos. Y le advertía: “Como mates a Fulanito o a Menganito, te las verás conmigo”. Porque se les coge cariño. O respeto. O miedo. O asco. Pero ninguno deja indiferente. 

Cambiemos de tercio, pero sin cambiar de territorio. Aunque, en realidad, buena parte de ‘Muerdealmas’, publicada por AdN, transcurre en un territorio mítico, la Tinença de Benifassà, en la zona del Maestrazgo, allá por Castellón.

Hasta allí llegan Abel Lanuza, que acaba de salir de un centro psiquiátrico tras treinta meses de internado; su mujer, Merche; y Jorge, el hijo de ambos. El tío de Abel se ha suicidado en la remota aldea de Muerdealmas y le ha dejado a su sobrino una gran casa en herencia. Es una buena oportunidad para comenzar de nuevo. 

Pero en Muerdealmas también habitan los Osset, una familia tirando a salvaje que se gana la vida de forma poco clara y cuyo líder está cuestionado, que las nuevas generaciones vienen pisando fuerte. Los Osset están históricamente enfrentados a los Piedelobo, habitantes de una localidad cercana. El tiempo presagia tormenta y la llegada de los forasteros no ayuda, precisamente. 

Santiago Álvarez ha escrito un Gótico ibérico que nada tiene que envidiar al Gótico sureño de los Estados Unidos, a las montañas de Kentucky o los bayous de Nueva Orleans. Un western noir con una historia intensa y salvaje en la que el territorio conforma las personalidades de los protagonistas y es parte esencial de una trama abrasadora. 

He disfrutado enormemente con ambas novelas, buena muestra de la versatilidad temática del noir, un género que no deja de sorprendernos y mostrarnos realidades diferentes y originales.

Jesús Lens