Cine bueno y buenista

He visto en plataformas, benditas ellas, las dos películas más recientes de dos cineastas que me encantan: el francés Robert Guédiguian y el británico Ken Loach. Ambos son mayores y los dos llevan contando la misma historia, en un sentido metafórico de la expresión, toda su vida.

En ‘Que la fiesta continúe’, Guédiguian ‘vuelve’ a su Marsella natal después de un frío paso por ‘Mali Twist’. Y es que lo mejor de su cine transcurre en su ciudad, en los barrios menos favorecidos, en ese puerto cada vez más depauperado, en las fábricas, los supermercados y las calles y plazas que nunca aparecerán en los folletos turísticos. 

Su película más reciente, además de tener un título que parece ironizar sobre el ‘partido’ político español de la ardilla defraudadora, vuelve a contar con la prodigiosa actriz Ariane Ascaride en el papel principal. Rosa ha dedicado toda su vida a su familia y a la política. Es una mujer a la vez cuidadora y luchadora. Pero las sempiternas broncas intestinas entre los partidos progresistas, sus ridículos personalismos, la tienen hasta el moño y se plantea dar un paso atrás por primera vez en su trayectoria. 

El contexto en el que transcurre la acción es el de una Marsella particularmente decadente: el 5 de noviembre de 2018, varios edificios se desplomaron por culpa de su lamentable estado de conservación, provocando muertos. Lo que pasó a partir de ahí es lo que cuentan Guédiguian y el resto de su ‘pandilla’, que en sus películas siempre sale la misma gente, aunque en roles diferentes. Hay drama, política, humor, amor, ternura y mucha crítica y compromiso social. Una película ‘buenista’ que, además de ser buena, nos hace mejores personas. Aunque sea por un rato. 

No dejen de ver, también, ‘El viejo roble’, dirigida por el también viejo, aunque siempre joven de espíritu Ken Loach, y escrita por esa bestia parda, Paul Laverty. Me la recomendó vivamente el inquieto tabernero Luis Alberto Montes en una de esas cenas repletas de buenas viandas, buen vino y gran conversación. Cuenta los problemas que arrostra la llegada de familias de refugiados sirios a una localidad inglesa. 

Ambas cintas muestran la tercermundialización de diferentes entornos sociales de países del primer mundo en los que la desigualdad rampante cada vez es más lesiva y angustiosa. Y ambas son grandes películas, con sus buenas intenciones y un mensaje a la vez realista y optimista.  

Jesús Lens