Se titula ‘Detrás del cielo’ y es una de las novelas que más me han gustado este 2024: la lectura de este libro de Manuel Rivas es un goce, un disfrute de principio a fin. Todo comienza con una cacería. Y eso, en España, o lo haces muy bien o tienes un problema. Porque, a buen seguro, al leer la frase anterior usted ha pensado en ‘La escopeta nacional’, de Luis García Berlanga. O en ‘La caza’ de Carlos Saura. O más bien en las dos. Y es que una cacería es un juego de poder en la que unos (pocos) ganan y otros (muchos) pierden. Y no hablo (sólo) de los animales.
Una cacería que comienza muy al estilo de ‘Moby Dick’, pero en Galicia y con un gran jabalí en vez de una ballena. Una cacería en la que los roles y la personalidad de los participantes se va definiendo desde el principio a base de palabras dichas y también calladas. “El Otro siempre decía que había dos silencios. El silencio amigo y el silencio mudo. El silencio había dejado de ser amigo”, dirá el narrador en un momento dado, cuando una conversación cambie de tono.
El protagonista de ‘Detrás del cielo’ es Dambodán, un personaje al límite, especial y diferente. Es poco menos que un chavea, o eso nos parece. Pero sabe. Sabe mucho. El espacio en que se desarrolla la acción es Tras do Ceo, un territorio mítico en el que pasan cosas muy mundanas. Pero como Rivas las cuenta con esa prosa tan suya, parece cosa de meigas. O de realismo mágico boscoso y nublado. Por ejemplo, cuando recuerdan lo que un tal Borges le dijo a un emigrado a Buenos Aires, famoso por contar buenas historias: “¡Vos, Antón, sos todo un personaje!”. Y Antón lo contaba con mucho orgullo: “Fue el mayor elogio que me hicieron en la vida”.
En la cacería del Solitario, como se conoce al gran jabalí, participan desde un médico con fama de progresista al oficial de una notaría, pasando por un viejo marino. Dambodán, al que también le gusta participar en recreaciones de batallas famosas, describe así a uno de ellos: “Ser, él era de la ciudad, tan señorito como los otros de la cuadrilla de caza, pero en el monte se transformaba. Metía miedo. No, no me gustaría tenerlo enfrente en una guerra, aunque fuese de recreación”. Y es que, con tanta arma y tanta testosterona suelta puede pasar cualquier cosa.
A través de diferentes saltos en el tiempo —de hecho, el paso del tiempo es determinante en toda la narración— conoceremos Tras do Ceo y a algunos de sus vecinos, su historia y sus historias. ¡Y qué historias! Y sus circunstancias. Durante una conversación de negocios, “los dos se quedaron callados. Mucho tiempo. Un abismo de tiempo. Como decía el Otro, se oía el rumiar del tiempo”. Y conoceremos el Edén, también. Porque además de estar ante un apasionante western noir galaico con ribetes ecologistas, pero en absoluto forzados o panfletarios; ‘Detrás del cielo’ tiene hondas resonancias bíblicas.
Y está el humor. Ese humor tan particular basado en la ambigüedad del lenguaje y en los dobles sentidos. “Me preguntó si había pensado alguna vez en el suicidio. Y yo le dije la verdad. En quitarme la vida, sí. Algunas veces. Pero en el suicidio, nunca”.
Otra vez que termino sin apenas hablarles de la trama, pero consta de varios hilos tan bien trenzados que flaco favor les haría esbozándolos sueltos y deshilachados. Lean, lean ‘Detrás del cielo’, de Manuel Rivas. Y disfruten como ese jabalí solitario hozando en el barro.
Jesús Lens