Tantas presentaciones de libros de amigos y conocidos, en Semana Negra Gijón o en la propia Granada; que siempre soñé con la mía, con la presentación de un libro propio.
Tantos libros leídos y tantas palabras escritas en forma de cuento, relato, columna o artículo; entrada bloguera, e mail, SMS o comentario… que me faltaba un libro. Y quiso la Diosa Fortuna que un día feliz se nos cruzaran los cables a Frankie y a mí y decidiéramos escribir uno que combinara dos de mis grandes pasiones: los viajes y el cine.
Ya no me queda nada más que decir del libro, pero sí del feliz acontecimiento del pasado viernes, uno de los más especiales de mi vida, que fue un honor y un privilegio compartir con tantos amigos.
Doblemente en casa.
En Granada y en ese Centro Cultural de CajaGRANADA tan especial y maravilloso. Con el añadido de que la nuestra ha sido la primera presentación que se ha hecho en esa Mediateca tan especial, alabada y reconocida por todos.
¿Qué os pareció, el lugar, el ambiente, la presentación y las birras posteriores? Porque pocas veces una convidada genérica como la del viernes resultó tan grata y agradable.
Los amigos. Cuando estaba en la Plaza de las Culturas, entre las fotos de Afanador, y os veía llegar… cada rostro amigo, cada sonrisa, cada beso, cada abrazo eran una auténtica inyección de adrenalina, un chute de emoción. Un subidón. Daniel fue el primero. ¡Esta vez sí! Y, pronto, un montón más de amigos. ¿Cuántos nos juntaríamos? Uf. No sé. ¡Por lo menos cuarenta o cincuenta!
Y cuando el pequeño David se plantó frente a mí, con esos ojos azules abiertos de par en par, sonriendo, mirándolo todo con esa curiosidad infinita que sólo tienen los niños, fui dichoso y feliz. Sí. Ya sí. Ya la velada tenía que ser perfecta. Como así fue.
¿Y cuando Silviña se quedó parada, ante mi cara de estupefacción, pensando que no la reconocía, después de venir de Toledo para darme una auténtica y preciosa?
Y cuando Andrés Sopeña decidió que no. Que era una pena, pero que renunciaba a presentar nuestro libro en público, pasando después a desgranar sus razones para tan inteligente decisión, conquistando a todos los presentes con su buen humor, con su discurso clarividente y su capacidad de conectar con el público…
Una intervención larga, divertida y fustigadora que me permitió disfrutar de todos los amigos que estabais ahí sentados, imantados ante el discurso de Andrés. Veía a los compis de trabajo, a los antiguos colegas de carrera, a algún amigo del baloncesto, de los veteranos y de los más recientes, Álvaro y Paco. ¡Y toda la infantería de Los y Las Verdes, al pie del cañón, con esas caras enjutas, morenas y afiladas por las decenas de kilómetros recorridos, solos o en compañía de otros!
En primera fila, incondicionales, inasequibles al desaliento, cuando no hacía ni dos horas que habían vuelto de un viaje de tres semanas, Panchi y mi Cuate Pepe.
Y junto a ellos, mi Amiga. La sonrisa más deslumbrante, la mirada más atenta, preciosa y cariñosa del mundo (¡Sí! ¡Era verdad y posible!) La sonrisa más preciada. Y su amiga Inma junto a ella. Y David, chiquito, imperturbable, aguantando el tipo, valiente, generoso y tranquilo.
Y la Familia. Que desde el sábado, la Familia es otra cosa. ¡La Familia! Hasta la pequeña Carrillos se conjuró para que todo fuera perfecto. Tanto que hasta eché de menos una de esas rabietas de carácter que tiene. Para hacer unas risas. Pero como estaba con Paqui, estaba tranquila y feliz. Y así pudimos hablar de «Centauros del desierto» con Jose, recordando a quiénes le debemos haber aprendido a ver cine… y todo lo demás. ¿A que sí, Mamen? Que menudo detalle de José Antonio y Mari Carmen, llegar directos de Madrid, con los niños, al Centro Cultural, para alegría inmensa de Manuel y la tía Juani.
Y ahí estaba Rash, con un tebeo tan colorido como oportuno. Y José Miguel, ¡con dos libros! Y Juana y José Manuel, almas, cerebros y músculo de la editorial ALMED, que confió en Fran y en mí y que tan extraordinario trabajo realizan.
Creo que podría nombrar, empezando por el principio y hasta el final, a todos los que estabais. Incluso a los que, al final, de pie, aguantasteis estoicamente la charla. Veía asomar a Jorge y a Charo, sonriendo. Y a Octavio. A Mir y a Sandra. Y allí estuvieron, como un clavo, Diego y Magali. Y la pregunta de Rafa, generosa reflexión, tras su precisa presentación del acto. A Pedro y Yolanda, siempre cómplices.
Y Jesús y Manolo, fuente de inspiración constante, con quienes hasta la charla más breve se convierte en excitante provocación para las neuronas.
El de MagoMigue, que fue a la presentación dos veces, por cuestión horaria, fue uno de los primeros de los libros que dediqué esa noche. Gracias a Maria José y a esa imprescindible librería Picasso, nos hartamos de firmar, en el bar donde tan buenos ratos hemos pasado estos meses, con Francis, Isa y el resto de amigos de los Tartessos.
Allí estaban las siempre fieles, constantes e imprescindibles almas blogueras, Clarito y Pinar. Y los corrillos crecían, se movían, se hacían y se deshacían. Lo mismo veías a Anabel con los colegas de trabajo que a la gente del Balneario de Alicún con Andrés. Y los proyectos, con Serrano y Eva. Las visitas, las lecturas, los encuentros pendientes.
Y la firma de libros. Sé que soy un pelma y que me alargaba hasta el infinito con cada una. Pero en un día tan especial, me lo pedía el cuerpo. Todas, cada una de esas dedicatorias me las llevo clavada en el corazón. Algunas me salieron mejor y otras peor. Pero todas son únicas, personales e intransferibles. Como la que me encargó David para Sara y David, en el momento y en el lugar idóneos. Al final, ¡siempre estás en los momentos más especiales! 😀
Sé que no he nombrado a todos los que fuisteis. Pero estabais. Y estáis. Aquí dentro. En el pecho. Igual que todos los que no pudisteis ir. Pero queríais. Que esas cosas se saben y se notan. Gracias por vuestros mails, SMSs, llamadas y demás muestras de afecto y cariño. Gracias por vuestros mejores deseos, besos y abrazos. De verdad. Ya forman parte de esos grandes momentos que hacen una vida mucho más bonita.
Y no hablo de Frankie, mi coautor y amigo… porque le daré la palabra a él, directamente, dentro de poco. Y a Cristian y a Raquel, además de darle a Cris las gracias por las fotos y las felicidades por su cumple, hay que darles un abrazón por su optimismo contagioso.
Una vez más: ¡GRACIAS! ¡OS QUIERO!
Sólo por compartir días como el viernes, merece la pena el esfuerzo y el sacrificio de escribir un libro.
Jesús Lens, emocionado y más feliz que unas castañuelas.