CON EL CUCHILLO ENTRE LOS DIENTES

Lo mejor de Las Verdes es lo distintos que somos sus oficiosos integrantes. Con una afición común, correr, en todo los demás, somos de lo más variopinto. Política y laboralmente dispersos, con gustos musicales, cinéfilos y culturales casi antagónicos… somos un grupo de lo mejor avenido.


Pero incluso a la hora de afrontar esa afición común, Las Verdes somos de nuestro padre y nuestra madre. Así, cuando escucho a los Víctor, Javi o Antonio decir que van a salir a morir, con el cuchillo entre los dientes, me da pánico. Los veo como a bichos raros, extraterrestres.


¡Y ello porque yo soy un Malverde!

Sé que soy un Malverde porque no tengo la capacidad de sacrificio y sufrimiento de mis colegas. Así, en las carreras, cuando veo que José Antonio, Abel, Javi o Mario empiezan a irse… nunca soy capaz de seguirles.

O entrenando, que siempre voy acomodado. Hoy, sin ir más lejos, cuando he llegado a casa, me he dado cuenta de que me apetecía más tralla, haberme dado más caña, haber apretado las piernas y subido de ritmo.


Me consuelo pensando en que le estoy haciendo caso a Javi, que dio un consejo excelente de cara a la preparación de esta semana, previa a la gran cita del año: la Media Maratón de Granada de este domingo: “hagas lo que hagas no te cargues de kilómetros de forma que el domingo salgas con ganas de correr.” (Aquí, el Recorrido)


Sí señor. Es la idea. Hasta el punto de que estos días bromeaba con mis colegas: “Aunque he quedado en subir a comer al Hervidero el domingo con Las Verdes y sus parejas, mujeres e hijos, tras la carrera… sé que no podré cumplir con mi palabra porque estaré en el hospital, con la mascarilla de oxígeno.”

Ni que decir tiene que es una salida de pata de banco. Aunque me apetece salir con el cuchillo entre los dientes, luego no tengo ni la capacidad ni la mentalización necesarias para mantenerlo ahí sujeto, más allá de los cinco primeros kilómetros.

Hasta ahora, y con excepción de la Media Maratón del Melocotón, he venido mejorando mis marcas en la distancia de los 21 kilómetros corriendo de forma conservadora. Y, sin embargo, en esta ocasión me apetece tirarme al monte y, a riesgo de no terminar la carrera o de enfermar en ella; salir en tromba.

Sé que luego no lo haré. Me pesarán las piernas, racionalizaré y me frenaré. Pero bueno. Si el primer objetivo es terminar, el segundo es mejorar la marca de la Media Maratón de Motril y, el tercero, íntimo y sentido… bajar de la hora y los cuarenta minutos. Sin acabar tan destrozado y machacado como en la Ragua… ¡o sí! Me da igual, sinceramente, reventar.

¿Seremos capaces?

La respuesta, el domingo… y ya veremos si terminamos en condición de escribir algo.

Jesús Lens… pensando en Verde.

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