ABRUMADO

No me ha hecho falta llegar a casa para saber que la noticia de mi mudanza a Los Ángeles ha tenido largo alcance y honda repercusión. Llamadas al móvil, SMSs y decenas de comentarios me han estado llegando todo el día, mientras andaba por Madrid, aprendiendo de Redes Sociales con los amigos de la Escuela de Cajas de Ahorros.

 

¿Qué decir ahora? Lo primero: gracias. GRACIAS. ¡GRA-CIAS!

 

Porque ha sido increíble la adhesión incondicional de todos vosotros a un proyecto quimérico, loco, aventurado, osado y, sobre todo, IMPOSIBLE.

 

Y, por eso, ahora tengo que pedir perdón, de todo corazón.

 

Porque no. Porque no me voy a Los Ángeles, ni existe el Lens Ghost Writer ni el contrato con ninguna productora hollywoodiense.

 

Lo que hay es la plasmación virtual de un experimento que jamás pensé que pudiera obtener estos resultados y esta repercusión.

 

Cuando escribí ESTA mudanza a Los Ángeles, le añadí una tercera PD, para contextualizar esa historia, en la que confesaba que todo lo anterior era un puro y bienintencionado ejercicio de ficción, invitándoos a que contarais que propuesta laboral o vital os haría romper con vuestra vida actual y a dónde estaríais dispuestos a marcharos a vivir de surgir una buena oportunidad.

 

Pero luego pensé en las leyendas urbanas, en Orson Wells y la invasión alienígena de la tierra, contada por radio, y me dije eso de «¿y si…?»

 

Y así lo hice. Quité la Postdata, le di a «publicar» y salí por patas, sin ordenador, desconectado durante 24 horas, a ver qué pasaba.

 

Y lo que ha pasado es que os tengo que querer, besar, admirar y dar, uno por uno, las gracias más especiales.

 

Primero por estar convencidos de que un servidor podría ser requerido por una productora de Hollywood para desarrollar allí una carrera profesional y artística. ¡Ahí es nada! Yo pensaba que ibais a decir que por quién os había tomado, que anda ya, que tú estás de coña, que cómo te iban a llamar a ti de Hollywood… y demás cosas por el estilo.

 

Y, segundo, estoy brutalmente impresionado por la confianza que ponéis en mí, no sólo como Ghost writer sino como Bloguero y escritor con credibilidad. ¡Ni una duda! O casi. Que seguro que algún silencioso anda rumiando para sí… ¡Ya lo sabía yo!

 

Uf.

 

Lo cierto es que tengo un subidón total al ver que habéis creído esta historia que, pudiendo parecer rocambolesca, a vosotros no os lo ha parecido.

 

Es tarde y estoy cansado, pero tenía que matar el Monstruo, que se me ha ido de las manos, antes de dormir. Perdonad mi imprecisión al escribir.

 

A todos y a cada uno, gracias. Por creer en mí. Por confiar en lo que os cuento. Por estar ahí.

 

A todos y a cada uno, perdón. No por «engañaros», ya que no se trata sino de una broma inocente, virtual y mediática de la que ahora os estaréis carcajeando. Perdón por decepcionaros. ¡Qué me gustaría a mí que en Hollywood me quisieran para currar de algo relacionado con el cine y las palabras! Lo siento por quiénes os veíais en el Staple Center de LA, viendo a Gasol y Kobe. Y por las vacaciones frustradas de más de uno.

 

La verdad es que ahora me da rabia pensar que todo esto no ha sido más que el sueño de una noche de invierno y que la mía ha sido la carrera cinematográfica más corta, breve y efímera de la historia.

 

Y, por supuesto, os prometo que nunca más protagonizaremos otro embolado de este tipo, que este Blog es un sitio serio y este bloguero alguien de confianza al que, por una vez que ha incendiado un pueblo, no podéis llamar Incendiapueblos. Al menos, no en cuanto os olvidéis de esta Jeremiada.

 

Por favor, eso sí, que nadie se sienta ofendido ni agraviado. Cada mensaje, cada comentario, cada llamada, cada SMS; los he sentido y disfrutado íntimamente, con el orgullo, el cariño y el calor de la mejor amistad, un placer inigualable que no os podéis ni imaginar. Palabrita de Niño Jesús.

 

Termino esta nota reiterando un agradecimiento que va más allá de las palabras, por vuestra confianza y volviendo a presentar mis más sentidas excusas por una broma que, espero, no consideréis de (excesivo) mal gusto ni (excesivamente) deplorable.

 

Con la promesa del Nunca Mais, os quiere, mucho, Jesús Lens.