El Facebook, además de para presumir de los atracones que nos hemos pegado durante el fin de semana, puede servir para mantener apasionantes debates literarios, como el promovido por el escritor Francisco Gómez Escribano en su muro, hablando sobre la poca credibilidad de mucha novela negra contemporánea y sus protagonistas políticamente correctos.
Un debate al que se fueron sumando otros escritores como Susana Hernández, Santiago Álvarez, María José Moreno, Jordi Ledesma, Carlos Bassas y David Llorente, que fue el encargado de introducir el concepto de verosimilitud.
Decía David que un George Samsa que se despierta convertido en un escarabajo, no es creíble. Pero tal y como lo cuenta Kafka es verosímil. De ahí que sigamos imantados a una historia ¿increíble? ¿irracional? ¿imposible? que, sin embargo, gracias al talento del narrador, el lector acepta seguir leyendo.
En IDEAL, me pregunto hoy: ¿es exportable esta teoría al mundo de la política? Los equipos de estrategia, marketing y comunicación de los partidos se vuelcan, cada cuatro años, en tratar de hacer verosímiles un puñado de increíbles promesas electorales que, camufladas bajo la apariencia de un programa, suelen terminar demostrándose más falsas que la falsa moneda.
Y, sin embargo, Show must go on! Lo importante no es proponer un programa electoral creíble, posible y razonable. Lo importante es darle verosimilitud a un montón de promesas que, al final, quedarán en su mayor parte incumplidas. Y ahí, el candidato que ha de colocárselas al electorado desempeña un papel trascendental. De ahí la importancia de los debates en la campaña y toda su parafernalia gestual. En un debate no se confrontan ideas. En un debate se trata de resultar creíble de cara al espectador, para que el discurso resulte verosímil.
El problema al que hemos llegado en España, con el bochorno de los bloqueos, los vetos y demás, es que, al tinglado, empiezan a vérsele demasiado las costuras. Ya no hay quien se crea todo esto y la arquitectura se desmorona. Y ahí está, esa creciente e incontestable abstención, como prueba.
Lo peor de unas terceras elecciones no es que haya que votar el 18 o el 25 de diciembre. El gran problema es que todo lo que digan los Rajoy, Sánchez, Rivera e Iglesias, además de increíble, nos parecerá absolutamente inverosímil. De ahí que el cambio de protagonistas en los roles principales de esta película empiece a ser una imperiosa necesidad del guion.
Jesús Lens