Este año, que aún no ha consumido su primer trimestre, está siendo poco activo, desde el punto de vista lector. Lo reconozco. Estoy escribiendo mucho y el trabajo resulta muy absorbente así que, excepción hecha de algún sábado largo con tiempo por delante y poca agilidad en los dedos para darle a la tecla, solo leo antes de irme a dormir, lo que, en realidad, es muy poco, demasiado poco, apenas nada.
Pero es que, además, este año, los Reyes fueron Majos y me regalaron una barbaridad, un desafío llamado “Adolf”, un tebeo de Osamu Tezuka que publica Planeta en dos tomos de 600 páginas… cada uno.
Aún olía a sudor de camello y al regio aroma del incienso que acompaña a los Reyes cuando ya estaba yo enfrascado en las primeras páginas de la historia de Adolf, entre la Alemania nazi y el Japón imperial.
Y ahí permanecí, sumergido, días y días, sufriendo, disfrutando y vibrando con la historia cruzada de tres personas llamadas Adolf, cuyas vidas se desarrollan en los crueles y complicados años 30 y 40 del pasado siglo.
Todo comienza durante la celebración de los Juegos Olímpicos de Berlín, cuando los nazis ya estaban en el poder. Y discurre a lo largo de los años siguientes, hasta el final de la II Guerra Mundial.
Tratar de resumir una historia de 1.200 páginas en este puñado de palabras es tan ocioso como gratuito. Solo diremos que si este monumento gráfico cayera en manos de Iñárritu, el director de “Babel”, se vería irrefrenablemente obligado a filmarlo ya que caería seducido por ese efecto mariposa que, de Japón a Alemania, pasando por Rusia y Polonia, conecta a todos los seres humanos en menos de los famosos seis grados de separación.
Lealtades, venganzas, obsesiones, amistades, amores imposibles, amores azarosos, miedo y determinación. Junto con peleas, persecuciones, palizas, huidas y viajes. Esas son solo algunas de las mimbres con que se construye una novela gráfica de un larguísimo alcance en la que tenemos referencias históricas y políticas de dos países y dos culturas que son anatema.
Que el fascismo engendra monstruos es algo que la historia y el arte nos han mostrado cientos de veces. Pero que también tienen sus contradicciones, lo sabemos algo menos. Que en el Japón imperial vivieran comunidades judías, por ejemplo, y que desempeñaran un importante papel en el descubrimiento de uno de los secretos que, de haberse sabido antes, habrían hecho tambalear al Tercer Reich; es de lo más interesante.
Lo que pasa es que, me temo, esta reseña es como predicar en el desierto. Si eres aficionado a los cómics, seguro que sabes infinitamente más que yo de Osamu Tezaka y que te conoces el “Adolf” de pe a pa.
Y, si no eres comiquero, si los tebeos no están entre tus lecturas habituales, será complicado animarte a que le metas mano a las 1.200 páginas de este Manga, por impresionante que sea.
Así que, lo dejamos aquí.
Balance final: si quieres pasarte unas cuantas semanas absorbido por una narración fascinante, larga, densa y completa; ni lo dudes: lánzate de cabeza a compartir tu tiempo con los tres Adolf de Tezuka.
¡No te arrepentirás!
Jesús Lens
Veamos, en anteriores 28 de marzo, qué blogueábamos: 2008, 2009, 2010 y 2011