El pasado agosto, Gustavo Rodríguez, a la sazón delegado de Turismo, Regeneración, Justicia y Administración Local de la Junta de Andalucía, debió sufrir un golpe de calor y, en declaraciones a la agencia Europa Press recogidas por los medios de comunicación, señaló que gracias al Plan Turístico de Grandes Ciudades de Granada, los miradores del Albaicín contarían con dispositivos para que los turistas pudieran escuchar sonidos que reproducen los de los pájaros del entorno u otros elementos naturales, así como olores característicos que puedan intensificar su visita. (AQUÍ se puede leer)
Tras leer lo de aquel dislate, fuimos muchos quienes salimos en tromba criticando una medida que nos parecía una mamarrachada. Por ejemplo, yo escribí ESTO. A raíz de aquella polémica, Manuel Olivares, concejal de turismo de Granada, contactó conmigo y me explicó en qué iba a consistir el plan realmente, señalando que venía de la mano de la ONCE y de la UGR. Se trata de crear cinco rutas para invidentes por el paisaje sonoro de la Granada de los miradores, tal y como se presentó el pasado lunes. Una iniciativa estupenda sobre la que tengo pendiente escribir. La presentación, AQUÍ.
Cuando le pregunté por las palabras de Rodríguez, Olivares hizo elegantemente la esquiva, imagino que por no dejar en mal lugar a un compañero de gobierno y de partido.
El pasado lunes, en la presentación de las rutas sonoras, los periodistas le preguntaron a Olivares por las famosas declaraciones del delegado. Y volvió a hacerle la cobra a la cuestión, aludiendo “a una campaña interesada”. ¿Por qué les cuesta tanto a los políticos reconocer un error? Queda meridianamente claro que Gustavo Rodríguez no se había leído el proyecto cuando le preguntaron. Que había oído campanas, pero no sabía dónde. Formas de acudir a una entrevista…
Antes de ayer, IU-Podemos tachaba de completo atropello hacia la cultura la eliminación del mural de Juan Vida del Aliatar. Elisa Cabrerizo señaló que Luis Salvador, alcalde de Granada, tira obras de arte a la basura mientras pretende convertir el Albaicín en un parque temático con máquinas que simulen olores y sonidos. (Leer AQUÍ)
A este paso, las máquinas simuladoras del Albaicín se van a convertir para Ciudadanos en una leyenda urbana a la altura de las lágrimas de Boabdil. Es lo que tiene no ser claros y diáfanos y mostrarse incapaces de reconocer un error para zanjar una polémica de una vez por todas. El recurso dialéctico a los malentendidos y las conspiraciones está muy manido y ya no se lo cree nadie.
Jesús Lens