He disfrutado de todas y cada una de sus adictivas 400 páginas. Me ha encantado y se la recomiendo a todo el que me pregunta qué leer. Hablamos de ‘Tierra de furtivos’, un novelón de Óscar Beltrán de Otálora publicado por Destino y protagonizado por tres personajes diferentes y contradictorios, todos muy bien construidos.
Me pasó una cosa curiosa cuando vi el nombre del autor en la igualmente atractiva y sugerente portada del libro, con un coche ardiendo y el humo anaranjado difuminándose sobre un fondo negro. Óscar Beltrán de Otálora. Me sonaba mucho, pero no lo ubicaba el universo patrio de la literatura negro-criminal.
Fue leyendo la sección de Opinión de IDEAL que caí en la cuenta. Tenía que ser el mismo Óscar B. de Otálora que firma unas piezas imprescindibles del periódico, tan chiquitas como potentes, tituladas ‘Sociedad de la desinformación’, en las que habla de fake news, redes sociales o, como la que tengo enfrente justo ahora, los ‘influencers’ rusos del terror que hacían apología de la violencia a través de sus vídeos y allanaron el camino a la guerra, propiciando un caldo de cultivo favorable a la putinesca invasión.
Nacido en Vitoria en 1967 y periodista de El Correo, “en los años noventa empezó a trabajar en la sección de política del diario bilbaíno, en la que se dedicó en exclusiva a informar sobre terrorismo, tanto el de ETA como el de los grupos yihadistas”, se puede leer en la solapa del libro. Otro dato biográfico-profesional, relevante para el contenido de la novela: “En 2008 fue premiado por la Fundación Víctimas del Terrorismo por su información del atentado que ese año arrasó el cuartel de la Guardia Civil de Legutio (Álava), en el que falleció el agente José Manuel Piñuel”.
Volvamos a la portada de la novela, una de las mejores que me he echado a la cara estos meses. ¿Qué le sugiere? Efectivamente. Podría ser la explosión de un coche bomba. Pero no. Es un coche ardiendo. Y es que así arranca ‘Tierra de furtivos’. Con la quema de un coche.
No les voy a contar nada de la trama. Solo les diré que estamos en la Vitoria contemporánea y que los protagonistas son Josu Aguirre, un oficial de la Ertzaintza de carácter particular; Tatiana, una aguerrida peluquera cuya amiga ha desaparecido —lo que pone en marcha la acción— y Mikel, un guarda forestal que fue escolta en los tiempos del terrorismo etarra y que ahora protege a nos animales de los cazadores furtivos.
No les cuento el argumento, insisto, pero sí les aviso de que ‘Tierra de furtivos’ tiene un trasfondo temático que conecta con la actualidad social y periodística granadina: el tráfico de marihuana, con “bloques de viviendas en los que se cultivaba droga desde el sótano hasta la terraza. Los cuartos de baño, las cocinas y los dormitorios se habían convertido en invernaderos improvisados”. ¿Les suena?
Con su prosa precisa y certera, sin irse por las ramas, la novela tiene varios hilos narrativos en los que se entrelaza el tráfico de drogas con el terrorismo y la violencia callejera. Es de una contemporaneidad absoluta y, a la vez, el autor se asoma a un pasado trágico que no debemos, no podemos olvidar.
‘Tierra de furtivos’ es una nueva muestra del idilio entre el periodismo de investigación con la novela policíaca. Cuando la realidad negro-criminal desborda los límites del reportaje, la ficción acoge a periodistas de tronío como Ócar Beltrán de Otálora y les brinda la posibilidad de poner, negro sobre blanco, todo lo mucho que saben sobre lo que pasa por las calles.
Jesús Lens