Mi artículo de hoy en IDEAL…
Cuentan las crónicas de los antiguos latinos que el audaz Pompeyo había hecho grabar una máxima en su nave: “Vivir no es necesario, navegar sí”. ¿Qué sentido tenía la vida para un hombre de la mar si no le era permitido surcar los océanos?
La sentencia hizo fortuna y ha sido parafraseada y adaptada en infinidad de ocasiones. Se trata de un canto a la vida, pero no a una existencia banal y rutinaria, sino a la vida concebida como aventura; repleta de desafíos, retos y ambiciones.
Leo que el ayuntamiento va a combatir este año la Fiesta de la Primavera de forma decidida, organizando la I Holi Run de Granada en la zona del Botellódromo.
A mí, lo de la Fiesta de la Primavera no me parece sorprendente. Que miles de jóvenes se reúnan para despedir al invierno (aunque, ya me dirán ustedes qué invierno) y celebrar la llegada de la primavera poniéndose hasta los ojos de beber es una derivación natural de la inveterada costumbre de regar cualquier acontecimiento con litros y litros de alcohol.
Por eso, lo preocupante no es la quedada puntual para pillar una cogorza colectiva, aunque hay que alabar el compromiso del ayuntamiento de evitar que Granada sea trending topic por convertirse otra vez en la Capital Mundial del Botellón Más Grande Jamás Organizado. Espero que salga bien la carrera festiva multicolor y posterior sesión de DJs & Zumba, aunque 15 euros me parecen excesivos. Por supuesto, ya hay quien ha puesto el grito en el cielo al conocerse la iniciativa, pero el inmovilismo recalcitrante es así. Al menos, concedamos el beneficio de la duda…
Para mí, el gran problema no es la Fiesta de la Primavera, insisto. El problema es que anoche y anteanoche había decenas de chavales dándole al frasco en el Botellódromo. Como los hubo el fin de semana pasado y los habrá el que viene. Porque parece que vivir no es necesario, pero beber sí.
Reconozcámoslo: el Botellódromo es la prueba más palpable de un fracaso colectivo. Es una solución de compromiso para enmascarar y esconder un problema, tratando de que no altere la apacible existencia de la mayoría de los ciudadanos. Y lo peor es que los jóvenes lo han asumido con una mezcla de gusto y resignación. Parecen sentirse cómodos en el gueto y, en vez de exigir alternativas de ocio y cultura atractivos y asequibles, se conforman con juntarse en un solar vacío. Y beber. Porque vivir no es necesario, beber sí.
Jesús Lens