Porque Bennett es de mi quinta. Del año setenta. Y verle jugando profesionalmente al baloncesto, la verdad, me hacía sentirme joven. Cada lanzamiento a canasta, cada escorzo en el aire, cada balón robado por Bennett era un desafío a las leyes de la naturaleza según las cuáles, rondando los cuarenta, ya estamos de capa caída y para el arrastre. Bennett era la prueba viviente y activa de que la experiencia es un grado y que la falta de chispa y agilidad se puede suplir con la inteligencia y la experiencia.
Por eso, cuando anoche saltó la noticia de que Bennett deja el Cajasol y abandona la práctica activa del baloncesto, retirándose de forma definitiva por razones personales, me ha dado un bajón.
Su retirada hace que, hoy, inevitablemente, nos sintamos más huérfanos, un poquito más mayores y más cansados.
Grande, Bennett.
Jesús Lens.
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