Lo primero que escuchaba cada día eran sus críticas, ácidas y vitriólicas, por lo mucho que tardaba el autobús. Que si menuda vergüenza, que si así iba España, que si era inadmisible…
Paradójicamente, ayer por la mañana, el autobús llegó justo a tiempo.
Él se encontraba de espaldas, gesticulando y haciendo aspavientos, como solía. Sobre el asfalto y fuera de la marquesina.
El conductor no se dio cuenta.
Yo tampoco le advertí.
Y esta mañana, por fin, pude hablar de fútbol con los demás viajeros, como la gente normal, mientras esperábamos la llegada del autobús. Que volvía a demorarse. Otra vez.
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Jesús Lens. Esperando (y desesperando)
En Twitter: @Jesus_Lens