De la última a la primera, aquí están todas las entradas anteriores de «Barras y Estrellas». Si debutas en la lectura, empieza por abajo del todo 😉
– No soy una puta. Soy una Escort.
– ¿Escort? ¿Y eso qué es? ¿Cómo una Scout, pero del sexo?
Antonio no lo podía evitar. Era así. Y punto.
– Los hombres, sobre todo los que sois impotentes, tenéis una fijación extraordinaria con el sexo.
– Oye bonita, a ver a quién llamas tú impotente…
– Venga, machote. Dime eso tan original, tan racial y tan español de que si te acompaño al baño voy a comprobar lo dura que la tienes.
A Estrellita empezaban a llevárselo los demonios. Aquello, además de ser un topicazo infumable, era un absurdo sinsentido que no venía sino a complicar aún más las cosas.
A “Café-Bar Cinema” entraban muchos y muy diferentes clientes, a lo largo del día. Y de la noche. Era lo bueno que tenía abrir desde bien temprano, por la mañana, hasta bien tarde, por la noche. Muchos de ellos iban en grupo, en pareja y, desde que no se podía fumar en los locales cerrados, hasta en familia.
Pero otros muchos iban solos. Y no solo porque, como Luis, fueran solitarios vocacionales, sino porque en aquella barra se sentían a gusto y reconfortados, haciendo un alto en el camino de sus vidas llenas de tensiones laborales, discusiones familiares o angustias económicas.
Cuando Estrellita se decidió a montar su local tuvo clara una cosa: allí dentro, el tiempo tenía que transcurrir más despacio que fuera. Si no, no tenía sentido. “Café-Bar Cinema” tenía que ser la isla a la que llega el náufrago, el oasis en el desierto, la gasolinera del conductor de fondo. Pero, además y sobre todo, el objetivo era que el cliente no quisiese ser rescatado por un barco y que, allí sentado, no tuviera ganas de continuar la ruta. Que volviese, o sea.
Y, desde luego, si empezaba a correrse el rumor de que allí se drogaba a la gente para anularle la voluntad y, después, desvalijarla, violarla o lo que fuera que hacían con ella; mal iban a irle las cosas.
Por eso, que Rosita hubiera entrado por la puerta y que Antonio estuviera enfangado con ella en una de sus habitualmente estúpidas e inanes discusiones, no era lo que más apetecía a Estrellita.
– Antonio, o cierras el pico ahora mismo o llamo a tu mujer y pongo el manos libres para que escuche la edificante conversación que estás manteniendo con Rosa.
Y, sin darle tiempo a siquiera intentar encontrar una réplica, se volvió hacia la interpelada:
– Y tú, empieza a explicarte pero ya.
– Eso. Explícate y convénceme de que no será necesario tomarte declaración en comisaría, con llamada al abogado de turno incluida…
Sin que nadie se hubiera percatado, enfrascados todos como estaban en la efervescente discusión entre Estrellita, Luis y Rosa; el inspector López había entrado en el Cinema y se había sentado en la barra, muy cerquita del mogollón.
Veamos cómo íbamos el 4 de abril de 2008, 2009, 2010 y 2011.