Cinco personas muertas en el Mediterráneo, antes de ayer. Cinco más, para ser precisos. Cinco cadáveres recuperados de las aguas por Salvamento Marítimo en otra titánica intervención que consiguió rescatar, con vida, a un centenar más de seres humanos que trataban de no ahogarse después de que pinchara su patera.
El drama que no cesa. Así solemos llamar al goteo constante de noticias sobre inmigrantes que se juegan la vida tratando de cruzar las aguas del antiguo Mare Nostrum. Noticias a las que ya nos hemos acostumbrado y que apenas nos hacen herida cuando nos rozan, de lo habituados que estamos a ellas.
Estos cinco cadáveres pasarán a engrosar las listas oficiales de forma anónima y se convertirán en estadísticas sin que presumiblemente lleguemos a conocer nada sobre sus identidades. Cifras sin nombre ni apellido, filiación o procedencia.
Que estemos tan preocupados por los restos del Dictador es importante, pero ¿no olvidamos con demasiada rapidez y excesiva facilidad a los muertos del Estrecho?
A final de agosto, el ejército se movilizó para instalar un campamento, perfectamente dotado y equipado, que permitiera atender con dignidad a los inmigrantes rescatados en el Mediterráneo. ¡Qué poco impacto tuvo esa noticia entre la gente, con lo importante que es! (Lean AQUÍ) Lo mismo es que tenemos una venda amarilla en los ojos que nos impide percibir lo que realmente debería concernirnos.
Esta semana, ese campamento ya estaba desbordado. ¿Qué habría ocurrido sin la participación del ejército? ¿A cuántas personas ha atendido ya? ¿Por qué tengo la sensación de que no le estamos prestando la atención necesaria a este tema? Y no será porque los medios de comunicación no lo cuentan, lo muestran y lo describen… (Lean esta pieza de Laura Ubago, por ejemplo, en el IDEAL de hoy)
Vivimos en un permanente estado de indignación por asuntos menores, ridículos e intrascendentes la mayor parte de las veces. Pendientes de los trending topics del momento, nos obligamos a posicionarnos y opinar sobre todas las banalidades posibles y algunas, hasta imposibles. Mientras, el drama que no cesa sigue ocurriendo. Todos los días. Frente a nuestros ojos. Y cada vez nos quedamos más impávidos e impasibles.
Menos mal que ahí están el ejército y las instituciones. La Cruz Roja, las ONG y los voluntarios. Si no fuera por ellos, si la suerte de los inmigrantes rescatados de las aguas dependiera de tanto indignado cibernético e internauta furioso, su futuro sería aún más desesperanzador.
Jesús Lens