JAVIER REVERTE Y ANTONIO LOZANO (y un servidor) EN GRANADA

Dos noticias en una.

 

Primera.

 

Han de anotar en su agenda el día 24 de junio. Miércoles. 19.30 horas. Nuevo Centro Cultural CajaGRANADA.

 

Será un día muy especial ya que un servidor, ese Jesús cuya biografía es tan extraña como ÉSTA, compartirá mesa, micrófono y charla con dos pesos pesados de la literatura: Javier Reverte, su idolatrado escritor de viajes, de quién glosábamos hace poco su «Vagabundo en África» y Antonio Lozano, que presenta su nueva novela:  

 

Almuzara lanza la mercado el nuevo libro del escritor Antonio Lozano Las Cenizas de Bagdad, ganador de la XXIII edición del Premio de Novela Benito Pérez Armas, principal galardón de las letras canarias. Una novela que narra una historia real en la que nos habla de la lucha del ser humano frente a la adversidad, una batalla siempre alumbrada por un mismo faro: el de la dignidad y la libertad. Como telón de fondo permanente aparece la invasión de Irak y los oscuros intereses económicos y políticos que la originan.

 

En el Irak de los años 80, Saddam Hussein campea a sus anchas. Merced a una represión sin cuartel, controla con mano de hierro un país exhausto tras la guerra con Irán. Muchos jóvenes exponen sus vidas para luchar por la libertad, entre ellos se encuentra Walid, militante del Partido Comunista que cae en manos de la Mujabarat, la temida policía política del dictador, y se ve forzado a abandonar clandestinamente el país. Comienza así una odisea que lo llevará desde las mazmorras de Saddam hasta las trincheras perdidas en el desierto, junto a la frontera con Irán; también a Marruecos, donde la vida apacible se topará de nuevo con las arbitrariedades del poder; y a España, donde le aguardarán otros obstáculos.

 

Antonio Lozano, ha publicado anteriormente cuatro novelas: Harraga, Donde mueren los ríos, Preludio para una muerte, y El caso Sankara. Nacido en Tánger en 1956, reside desde 1984 en Agüimes, municipio grancanario del que ha sido concejal de cultura durante 16 años y en el que dirige en la actualidad el Festival del Sur – Encuentro Teatral Tres Continentes y el Festival Internacional de Narración Oral «Cuenta con Agüimes».

 

Una presentación, repetimos, el miércoles 24 de junio, a partir de las 19.30 horas (¿lo han anotado ya?) que tiene más sorpresas, de las que hablaremos próximamente.

UP

Hablábamos hace unos días acerca de la revolución que el 3D puede suponer para el mundo del cine, lo que provocó un corto, pero intenso debate.

 

Un dato más: este año, el fastuoso, glamouroso y envidiado Festival de Cannes, el Festival de Festivales, será inaugurado por una película de dibujos animados y el 3D.

 

Pixar presenta «Up», posiblemente, el estreno más importante del año, animado, inanimado, desanimado o de carne y hueso, mortal y rosa.

 

¿Recuerdan a Dylan?

 

The times are changing!!!

 

O, como cantaba en la maravillosa «Ballad of a thin man»:

 

– You know something is happening here, but you don´t know what it is. Do you, Mr Jones?

 

Jesús Lens.   

TOKIO BLUES

Fue en Navidad, en el aeropuerto de Estambul. ¿Se acuerdan? Así lo contaba: «Como la casualidad existe, después de que mi Alter Ego, José Antonio Flores, glosase las virtudes de Haruki Murakami, en la revista «Qué leer» leí una estupenda entrevista con el autor. Y, hablando esta mañana con una de esas amigas tan necesarias como ya añoradas, me decía: «Lens, tenías que haberte llevado el libro de relatos de Murakami a tu viaje.» Así que me hice con su novela Tokio Blues, ya que no encontré los cuentos. Pero Murakami será una de mis referencias para 2009. Así que me lo dejo pendiente hasta comerme las uvas.»

 

Y cumplí con mi promesa. De hecho, no abrí el libro hasta que, estando en Damasco, la mañana antes de volver a casa, decidí leer unas páginas antes de echarme a las calles de la capital siria, a dar un último gran paseo por una de las ciudades que más me han calado en mi vida. Y pasó lo impensable. Quedándome apenas seis o siete horas de la especialísima, única y deslumbradora luz de Damasco, allá estaba yo en mi habitación, imantado a las páginas de Murakami, como el náufrago que se aferra a un tablón de madera en mitad del océano.

 

«Por eso ahora estoy escribiendo. Soy de ese tipo de personas que no acaba de comprender las cosas hasta que las pone por escrito.»

 

Cuando alguien escribe una frase como ésa, que parece especialmente dedicada a uno, algo te sacude por dentro. Y el comienzo de «Tokio blues», que arranca con una canción de los Beatles y un alma hipersensible que se conmueve hasta la conmoción… te atrapa irremediablemente. Leí del tirón las primeras cincuenta páginas y, después, me obligué a separarme del libro, algo que me costó el mismo trabajo que pedir la cuenta, en un bar, estando en buena compañía.

 

Después, cuando la noche cayó y empecé mi peregrinar, de Damasco a Estambul, seguido a Madrid y después a Granada, con tránsitos y esperas incluidos; ya no me separé de Murakami. Hasta llegar al final: «¿Dónde estaba? No logré averiguarlo. No tenía la más remota idea de dónde me hallaba. ¿Qué sitio era aquél? Mis pupilas reflejaban las siluetas de la multitud dirigiéndose a ninguna parte. Y yo me encontraba en mitad de ninguna parte, llamando a…»

 

Una canción de los Beatles, como la magdalena de Proust, desencadena la cascada de recuerdos de Toru. Y, en una especie de ósmosis literario-vital, los recuerdos parecen traspasarse al lector, quién los hace suyos. Y empieza a vivir las historias de Toru, Naoko o Midori, no ya como si los conociera, sino como si fueran hermanos de sangre.

 

Un libro que posee una extraña capacidad de seducción, que se te incrusta bien adentro, y cuyos paisajes, situaciones y personajes, como el Raskolnikov de Dostoievski, ya nunca te abandonan. Más que verle, sientes a Toru, vagabundeando por ese Tokio sin principio ni final, atractivo, repulsivo, frío, caótico…

 

¿Son todos los libros de Murakami así? No lo sé. Y aunque me prometí que el japonés iba a ser uno de mis autores de referencia para el 220, ahora me da miedo coger otra de sus novelas. No porque piense que me pueda decepcionar. Sé que no. Pero hay que estar muy centrado, muy equilibrado, para que un libro como «Tokio blues» no provoque estragos en un lector medianamente sensible. A nada que te pille en un momento de bajón, te destroza.

 

¿Quién se arriesga?

 

Leer «Tokio blues» es asomarse a un abismo. Un abismo que te devuelve la mirada y te reta a lanzarte al vacío, sin red, a ciegas, sin saber lo que vas a encontrar en él. Pero con el convencimiento de que, cuando vuelvas -si vuelves- no serás el mismo.

 

Repito: ¿alguien se arriesga?

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

EL INTERCAMBIO

Hay que ver «El intercambio», por supuesto que sí. Es verdad que, viniendo firmada por el maestro Clint Eastwood y tocando el tema que toca, esperábamos la obra maestra incontestable que la película no es, pero aún así atesora una enorme castidad de méritos que la convierten en cita cinéfila obligatoria para estas Navidades.

 

El punto de partida: desgarrador. Una joven y amante madre, fuerte, dura y hermosa, residente en Los Ángeles de 1928, se encuentra con que, a la vuelta del trabajo, su hijo ha desaparecido. Sin estridencias, Eastwood arranca la película a velocidad de crucero, haciendo que, en cinco minutos, estés perdidamente enamorado de la relación madre e hijo y, de igual manera, que la desaparición del pequeño te provoque hondo pesar, desgarro y dolor.

 

Pero la película no va de la búsqueda del niño desparecido. Al poco rato, un policía llega al trabajo de Christine Collins, espectacularmente interpretada por Angelina Jolie, una muñeca de porcelana rota en mil pedazos y reconstruida con esparadrapos, y le comunica a la angustiada mamá que su hijo… Imposible no conmoverse en ese momento. No les cuento más acerca del mismo para, en el caso de que no sepan cómo transcurre la película, no arruinarles un momento cinematográficamente memorable. Pero no tarden en ir a verla o, créanme, les reventarán la secuencia. Y, desde luego, si no quieren saber, NO vean el trailer.

A partir de ahí, la historia se bifurca, con tramas que se entrelazan y personajes que aparecen y desaparecen. Y comienza la desigualdad, claro. Toda la parte protagonizada por la Jolie me parece muy superior a la trama del rancho. Quizá porque el protagonista juvenil de ésta no termina de dar la talla y porque el doblaje, flaco favor le hace a la intensidad dramática que debería tener.

 

A todo esto, el guión de «El intercambio» está basado en hechos reales. ¿Hasta qué punto? No lo sé. Pero quiero investigarlo. Porque esta historia de corrupción policial, abuso de poder y desprecio por las libertades individuales más básicas contra los que luchan Jolie-Madre coraje y el clérigo interpretado por John Malkovich, pone los pelos de punta, literalmente.

 

Con resonancias al universo más turbio y negro de las novelas de James Ellroy y bebiendo de películas anteriores del propio Eastwood, «Mystic river», «Un mundo perfecto» y «Deuda de sangre» mayormente, la nueva película del maestro americano, aún no siendo todo lo perfecta y redonda que nos hubiera gustado, es un gozoso regalo para estas Navidades. Un regalo, eso sí, en absoluto complaciente. Un regalo que se puede resumir en los labios de la Jolie, pintados de un rojo fuego que lo mismo la hacen arrebatadoramente hermosa y sensual que dolorosa y desgarradoramente frágil, un trasunto del Joker más enfrebrecido y radical.

 

La verdad… antes de seguir hablando de «El intercambio» me gustaría volver a verla. Pero termino con un dato que debería resultar bien elocuente: hace unos días, durante la larga proyección de «Gomorra», no veía el momento de que saliesen los títulos de crédito y se terminase la película. Sin embargo, cuando pasaron los 140 minutos de «El intercambio», aún me quedaban ganas de más. De mucho más.

 

Lo mejor: Angelina Jolie.

 

Lo peor: La inconsistencia de alguna de las tramas y de algunos de los personajes.

 

Valoración: 8

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

 

PD.- Antes de la proyección de «El intercambio», pusieron los tráilers de las nuevas y presumiblemente oscarizables películas de Sam Mendes, Ron Howard y… ¡Clint Eastwood!, cuyo «El gran Torino» se estrenará muy pronto y nos devolverá a la pantalla al casi octogenario actor/director, en un papel duro, seco y contundente que, se llegó a rumorear, era ni más ni menos que Harry Callaghan, más conocido como Harry el sucio.

 

¡Qué tiemble el Misterio! El otro Clint ha vuelto. ¡Chitty chitty, Bang, bang!              

AUTORREGALOS

A ver. Llegan las Navidades. Amenazan por el horizonte. Ayer escribíamos en IDEAL sobre regalos, en forma de libros. Y algunos amigos me preguntaban por alguna recomendación.

 

Dejando aparte los consejos personalizados, voy a poner una serie de Autorregalos que me estoy haciendo a mí mismo, para pasar las entrañables fechas de marras. Autorregalos que, por supuesto, recomiendo vivamente a todos los amigos. Lo que quiero para mí, lo quiero para la gente a la que aprecio.

 

«El fin de Mr. Y», de Scarlett Thomas, publicado por Paidós, se basa en una premisa tan sencilla como intrigante: «Si supieras que un libro está maldito, ¿lo leerías?» Yo, por supuesto que sí. ¿Y tú?

 

«Riven. La ciudad observatorio» es una novela gráfica cuyo guión viene firmado por Juan Ramón Biedma, del que tanto y tan bueno hemos hablado en los últimos meses. Si hay un universo personal e intransferible que estaba pidiendo a voces ser trasplantado al universo gráfico, ése es el del gran Biedma. No dejen pasar este álbum. Se agotará y, en E bay, se cotizará por un buen pastizal, en poco tiempo.

 

Por cierto, Juan Ramón, ¿no te apetece venirte unos diíllas a Granada y compartir unas horas con los amigos de este lado de la Penibética?

 

Lo hablamos.

 

«A timba abierta», de Óscar Urra, es otra fantástica apuesta por el policial más irreverente y a contracorriente de los osados chicos de la editorial Salto de Página, auténtica revelación del 2008 merced al descubrimiento que nos hicieron de Carlos Salem y Leonardo Oyola. Imprescindible.

 

Adoro a Peter Beard. Lo hablábamos hace unos días. Y el volumen que nos presenta la editorial Taschen de su obra nos lo hace más atractivo aún. Su mezcla de fotografía, pintura y grafismo lo convierten en un placer para los sentidos.

 

De Le Clézio, reciente Nóbel de literatura, hablaremos en extenso la semana entrante. Pero, desde luego, será uno de mis autores de cabecera para el 2009. Extraordinario. ¡Qué razón tenía Antonio Lozano cuando nos lo recomendó, meses ha!

 

Y, por supuesto, Stieg Larsson y la continuación de la historia de Lisbhet y Mikael: «La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina», que ya estamos deseando hincarle el diente.

 

Sin olvidar lo que me dice Marta: que hay otros suecos, que están en este mundo, y que también escriben maravillas, como Leif GW Persson, con su «Entre la promesa del verano y el frío del invierno», que mira que les gustan los títulos largos a los nórdicos.

 

Y no olvidemos al artífice del «Yes we can», presidente de los EE.UU. y, por tanto, del mundo mundial. Una editorial granadina, Almed, tiene publicada su autobiografía, en la que radica el ideario de Barack Obama. Imprescindible para saber quién es y cómo piensa el hombre más poderoso del mundo.