‘Galerna’ y ‘La mala mar’ en Granada Noir

Hay veces en que la casualidad nos permite jugar a las palabras encadenadas. Pasará en Granada Noir, el festival patrocinado por Cervezas Alhambra, el próximo sábado 19 de noviembre. Ese día se presentarán dos novelas, ‘Galerna’ y ‘Mala mar’. ¿Es o no es curioso?

En ‘Galerna’, publicada por Duomo Editorial, Peru Cámara se marca un tour de force de órdago, comprimiendo toda la acción de sus adictivas 350 páginas en una sola noche. Se lo he contado otras veces. Adoro esas historias que se desarrollan en un puñado de horas. Como ejemplo paradigmático, la gloriosa ‘After Hours’, película de Martin Scorsese insensatamente traducida al castellano como ‘Jo, ¡qué noche!’. Si no la han visto, ya tardan.

Para nochecita toledana, aunque transcurra en Donosti, la de Aitor, un novato forense al que le toca el marrón de acudir a un levantamiento de cadáver en el mítico Peine del Viento a la caída de una tarde amenazada por una devastadora galerna. La Ertzaintza tiene bastante claro que ha sido un accidente: la tormenta, el mar embravecido, el cuerpo golpeado contra las rocas… Pero hay un detalle, minúsculo, que hará dudar al joven aunque sobradamente preparado forense. Con la complicidad de un veterano policía y la aparición en escena de una concienzuda bióloga marina, ya tenemos el cóctel perfecto para iniciar el viaje al final de una noche de tormenta, no solo meteorológica. 

Una San Sebastián prácticamente desierta será un personaje más de la narración, y no solo un marco incomparable. ¡Acción, acción, acción! Y ritmo a raudales en ‘Galerna’, cuyo autor tiene mucho que contar sobre el contenido y el continente, la estructura y los personajes de una de las novelas con las que mejor me lo he pasado este año. 

Y con ello entramos en ‘Mala mar’, de Javier Rovira, publicada en la Serie Negra de RBA. En este caso estamos en Llanes, donde la familia Salcedo planea reunirse en la vieja casona familiar para celebrar el cumpleaños de la matriarca. “Me llamo Tomás Salcedo —se repite una y otra vez—, me llamo Tomás Salcedo y acabo de matar a mi hermana”. Así comienza una narración de 330 páginas con escenarios muy diferentes, personajes muy distintos y todo un viaje en el tiempo. 

Hacía tiempo que no leía una novela tallada a golpe de tesela para alumbrar un rico y abigarrado mosaico en el que cada pieza, primorosamente engarzada, ofrece un resultado deslumbrante. Una novela de las que te invitan a volver atrás y releer algunos pasajes para no perder ripio ni detalle. 

¿Quiénes son los Salcedo y por qué son como son? Descubriremos a Tomás, del que ya sabemos que ha matado a su hermana Mariana cuando el coche que ha aparcado en lo alto de una colina, sin accionar el freno de mano, se desliza montaña abajo y aplasta a la pobre mujer. También conoceremos a Ángela, una conocida y apreciada violonchelista; y a Leo, todo un pieza. Son los hermanos protagonistas de una historia que incluye a otros muchos personajes, necesarios para tejer ese tapiz del que hablábamos antes.

‘Mala mar’ es una novela río, una saga familiar en la que cualquier otro autor habría invertido 600 o 700 páginas sin que le temblara el pulso. Javier Rovira ha hecho un exquisito trabajo de depuración para contar un pedazo de historia en la mitad de espacio. Algo que es muy de agradecer en estos tiempos de excesos literarios que nos han tocado vivir. Pónganse en sus manos para conocer a los Salcedo y emprendan con él un viaje que arranca en las postrimerías de la dictadura y que llega al aquí y al ahora más rabiosamente actuales.

Jesús Lens

50 años de Carvalho gastronómico

Este año se cumple el 50 aniversario de la publicación de ‘Yo maté a Kennedy’, la novela experimental en la que Manuel Vázquez Montalbán alumbró al personaje del mítico detective Pepe Carvalho. En Granada Noir, el festival patrocinado por Cervezas Alhambra dedicado al género negro y criminal, no podíamos obviar dicha efeméride y lo celebraremos con un toque gastronómico, algo que nos gusta sobremanera, con la colaboración de la Escuela de Hostelería La Inmaculada. 

A Carvalho, como a MVM, le gustaba comer. Y hacerlo bien. También cocina. “Carvalho cocina por un impulso neurótico, cuando está deprimido o crispado, y casi siempre busca compañía cómplice para comer lo que ha guisado, para evitar el onanismo de la simple alimentación y conseguir el ejercicio de la comunicación”, escribe Vázquez Montalbán en la introducción a uno de mis libros de cabecera: ‘Las recetas de Carvalho’, publicado por Planeta, pero actualmente descatalogado. 

Manolo se muestra ácido con su personaje en ese libro metaliterario. Hablando sobre el juicio gastronómico y culinario de Carvalho, confiesa que le ha pillado “en varios fallos provocados por la plebeyez de su paladar original y por una progresiva asimilación de conocimientos que no siempre llegaron a tiempo”. A partir de ahí desgrana desde una equivocación en la elección de un vino para acompañar al morteruelo a un lío con la pasta de una fideuá.

Vázquez Montalbán justifica el “discutible gusto de Carvalho” en la poca atención que le presta a los postres. “Este bárbaro vicio carvalhiano procede de su filosofía compulsiva y devoradora. Platos hondos. A él le van los platos hondos, y si bien entre lo crudo y lo cocido elige lo cocido, entre lo dulce y lo salado se decanta por lo salado, prueba evidente de su primitivismo, que impide homologar el paladar de Carvalho según los cánones del refinamiento”. 

SPAIN. Barcelona. 1997.
Spanish writer Manuel VAZQUEZ-MONTALBAN in «Casa Leopoldo», his favourite restaurant in the barrio chino area.

A este desafío nos enfrentamos a la hora de confeccionar un menú carvalhiano que sirva de homenaje a uno de los grandes personajes de la historia del noir europeo. No es fácil. Por ejemplo, cuando MVM concluye que “los gustos gastronómicos de Carvalho son eclécticos en la elección y sincréticos en la tecnología”. ¡Ay, cuánta miga, ahí!

Les confieso que yo soy de los que sí se leían las recetas en las novelas de Carvalho. Me gustaban sus parones gastronómicos. Sus pausas para cocinar, comer o cenar. Sus conversaciones al calor de unas judías navarras con chorizo y pimientos rellenos a vasca, por ejemplo, que ya aparecían en ‘Yo maté a Kennedy’, la primera novela de la serie. 

Y es que la comida da mucho juego, más allá de lo aparente. Somos lo que hemos comido y lo que hemos bebido. En los países mediterráneos es algo muy serio, lo que tiene su reflejo en la literatura, especialmente en la policíaca, a partir de Manuel Vázquez Montalbán y Carvalho. 

No hay inspector, agente, periodista, detective o gángster español sin su bar de referencia, sin un camarero de confianza al que contarle sus cuitas o sin una buena barra donde ahogar sus penas. Aquí no nos vale el atracón de dónuts o la hamburguesa de urgencia. No tragamos con el sándwich de arenques secos regado con vodka o con un fish & chips grasiento bajo la lluvia.

Las reuniones de negocios, en los reservados de los restaurantes. Para intimidar a un sospechoso y apretarle las tuercas, se le mete en el WC de su garito de confianza. Para reflexionar sobre la investigación en curso y ponerse al día, ningún escenario mejor que una buena cafetería.

Rendimos homenaje a Manuel Vázquez Montalbán y a Carvalho porque fueron los primeros en entender que la gastronomía, la cultura y la calle van de la mano y son felizmente indisociables por siempre jamás.

Jesús Lens

Las películas policiacas más grandes jamás filmadas

Permítanme que me muestre exultante, feliz y dichoso. Ayer lunes leí mi discurso de ingreso en la Academia de Buenas Letras de Granada, titulado ‘Las películas más grandes jamás filmadas’. Me centré en tres de ellas: el ‘Leningrado’ de Sergio Leone, el ‘Nostromo’ de David Lean y la cuarta parte de la saga del marqués de Leguineche, de Luis García Berlanga. ¿Recuerda qué impresión le provocó su visionado, querido lector?

Yo tampoco. Yo tampoco me acuerdo de nada por el sencillo detalle de que esas películas nunca existieron. No se llegaron a rodar. Sin embargo, existieron en la mente y en el corazón de los cineastas que trataron de filmarlas. Nos queda documentación, información, entrevistas, dibujos, guiones… Y la pasión por el cine.

El de anoche fue un discurso dedicado a mi añorado Fernando Marías, con quien tanto me gustaba hablar de películas que nunca fueron, pero pudieron ser. El tema elegido para ingresar en la Academia es raro, repleto de esos espectros que tanto le gustaba convocar a Fernando. Un discurso fantástico, fabuloso y fantasmagórico trazado a partir de los guiones, el material primigenio del que están hechos esos sueños cinematográficos que tanto nos gustan. Y de algunas novelas que nos hubiera gustado ver en celuloide.

El guion de Lorca y la colaboración entre Dalí y los Hermanos Marx, por ejemplo. El ‘Napoleón’ de Kubrick y el ‘Dune’ de Jodorowsky. La adaptación de Víctor Erice de ‘El embrujo de Shanghai’ —novela de la que esta tarde hablamos en el Club de Lectura y Cine de Granada Noir en el Jardín Cervezas Alhambra, por cierto— la supuesta segunda parte de ‘El Sur’ y ‘El Quijote’ de Welles. ¡Ay, Orson Welles! ¿Cómo le habría salido ‘El corazón de las tinieblas’ de Conrad filmado en plano subjetivo, de principio a fin? Novelas y guiones. Guiones y novelas. Tantas historias por contar en imágenes…

Hablemos de películas policíacas que nunca veremos. Al menos, no como las concibieron determinados guionistas y directores. Hablemos, por ejemplo, de ‘Brazaville’, que hubiera podido ser la continuación de ‘Casablanca’, con Rick y el capitán Renault colaborando con los aliados en la invasión del norte de África y una especie de Mata Hari española llamada María poniéndole la sal y la pimienta al embrollo. 

¿Cómo habría sido la colaboración entre Audrey Hepburn y Alfred Hitchcock en ‘No hay fianza para el juez’, basada en la novela de Henry Cecil e impregnada de amplias dosis de humor negro? El punto de partida: un juez es acusado del asesinato de una prostituta. La película también habría sido dura, que incluía la secuencia de una violación… que la Hepburn se negó a rodar. Y ahí fue cuando el proyecto empezó a tambalearse. El hecho de que la actriz no fuera una de las rubias prototípicas del cineasta inglés no pareció incomodarle, eso sí: “Estoy bastante preparado para probar con una morena atractiva… si es que alguna vez me encuentro con una”, había dicho. Por cierto que Hitch tampoco llegó a filmar ‘Kaleidoscope’, precuela apócrifa de uno de sus grandes clásicos: ‘La sombra de una duda’.

Allá por 1995, Ridley Scott estuvo barajando la posibilidad de un thriller pandémico con Robert Redford y Jodie Foster como protagonistas, pero la cosa no fue a mayores. ¿Pandemias? ¿Quién podía creer en pandemias a las puertas del siglo XXI? Pues eso. Y a comienzos de siglo, el complicadito de Darren Aronofsky estuvo trabajando con Frank Miller en la adaptación de uno de los cómics de Batman más negro-policiales de la historia: el mítico ‘Year One’. Terminó siendo un film de animación de 64 minutos, diez años después.

(Continuará)

Jesús Lens

Desde Valencia con terror

La Comunidad Valenciana da miedo. Mucho miedo. Para gusto y regusto de los buenos aficionados al género negro y criminal. Hace unas semanas escribíamos sobre ‘La presidenta’, la nueva novela de Alicia Giménez Bartlett publicada en Alfaguara, con la que inicia una nueva saga radicada en la capital del Turia.

Estos meses han visto la luz otras dos novelas muy interesantes radicadas en el Levante peninsular: ‘Lapsus’, de Salvador Alemany; y ‘Muerdealmas’, de Santiago Álvarez. 

‘Lapsus’, publicada por la editorial Amarante, es un perfecto ejemplo de que la realidad supera a cualquier ficción. Una de esas novelas que te hacen pensar lo de “si no lo leo, no lo creo”. Porque es ciertamente increíble lo que cuenta. Y, sin embargo, todo es cierto y ocurrió tal y como lo cuenta Salva. 

El antiguo barrio pesquero de Nazaret hoy alberga a menos pescadores que a gente de la mala vida, no en vano, allí ya no llega mar. Allí quien oficia es un cura muy particular: el padre Damián. Y por allí caminan el Javito, el Canijo, Marta, el tío Miguel, Laura / Estela, Carlo…

Digo que el padre Damián es muy particular porque se trata de un cura joven y carismático a quien el autor de la novela conoció de joven. Cuando estalló el escándalo —y los tiros no van, ni de lejos, por donde ahora mismo estará usted pensando, estimado lector— Salva Alemany se quedó muy pillado. Tanto que tardó varios años en asimilar la historia y documentarse, hasta estar en condiciones de contar lo que pasó y cómo pasó, además de escarbar en los porqués, donde siempre radica el secreto. 

No voy a avanzar una sola palabra de una trama que, insisto, el alucinante. Prefiero poner el acento en la dimensión humana de los personajes. Que así dicho, queda muy ampuloso, pero que es verdad. A medida que este verano leía la novela, le iba escribiendo a Salva a través del Messenger (cosas de viejunos) con la impresión que me provocaba cada giro en la trama y por sus posibles efectos en mis personajes favoritos. Y le advertía: “Como mates a Fulanito o a Menganito, te las verás conmigo”. Porque se les coge cariño. O respeto. O miedo. O asco. Pero ninguno deja indiferente. 

Cambiemos de tercio, pero sin cambiar de territorio. Aunque, en realidad, buena parte de ‘Muerdealmas’, publicada por AdN, transcurre en un territorio mítico, la Tinença de Benifassà, en la zona del Maestrazgo, allá por Castellón.

Hasta allí llegan Abel Lanuza, que acaba de salir de un centro psiquiátrico tras treinta meses de internado; su mujer, Merche; y Jorge, el hijo de ambos. El tío de Abel se ha suicidado en la remota aldea de Muerdealmas y le ha dejado a su sobrino una gran casa en herencia. Es una buena oportunidad para comenzar de nuevo. 

Pero en Muerdealmas también habitan los Osset, una familia tirando a salvaje que se gana la vida de forma poco clara y cuyo líder está cuestionado, que las nuevas generaciones vienen pisando fuerte. Los Osset están históricamente enfrentados a los Piedelobo, habitantes de una localidad cercana. El tiempo presagia tormenta y la llegada de los forasteros no ayuda, precisamente. 

Santiago Álvarez ha escrito un Gótico ibérico que nada tiene que envidiar al Gótico sureño de los Estados Unidos, a las montañas de Kentucky o los bayous de Nueva Orleans. Un western noir con una historia intensa y salvaje en la que el territorio conforma las personalidades de los protagonistas y es parte esencial de una trama abrasadora. 

He disfrutado enormemente con ambas novelas, buena muestra de la versatilidad temática del noir, un género que no deja de sorprendernos y mostrarnos realidades diferentes y originales.

Jesús Lens

Páginas de viva pasión por el cine

Hacía mucho, demasiado tiempo que no hablaba con Javier Ortega, editor de Almuzara. La última vez fue en unos Premios Literarios Jaén de CajaGranada. Charlamos de literatura y de cine, dos de nuestras pasiones compartidas. Recuerdo que le comenté un nuevo proyecto literario que andaba pergeñando. Le pareció interesante y quedamos en seguir hablando. Hasta ahora. 

Y miren ustedes por dónde, mientras que yo no seguí avanzando en aquel proyecto, Javier ha escrito el apasionante y apasionado ‘Eso no estaba en mi libro de Historia del Cine’, su nueva entrega cinéfila, que ya tiene otros libros de cine en su haber. Entre ellos, uno dedicado a Chaplin y otro a Spielberg. 

A estas alturas de mi vida, los libros cinematográficos que más me gustan son los escritos en una subjetiva y encendida primera persona. Libros en los que el autor exuda su amor por un género, un director, una película concreta o una época determinada. Que tengan información, pero sobre todo, pasión.

Subtitulado como “Desde los directores más geniales a las estrellas más rutilantes del firmamento cinematográfico”, hablamos de un libro muy personal, muy subjetivo y lleno de opiniones y valoraciones valientes y originales. Lo que, teniendo en cuenta la sapiencia  de Javier Ortega, es marchamo de garantía. Eso no significa, por supuesto, que el lector tenga que compartir necesariamente determinadas consideraciones. Por ejemplo, lo de ‘El Padrino III’. Disiento de tal manera con el autor que hemos quedado en debatir públicamente la cuestión en noviembre, durante la próxima edición de Granada Noir, el festival patrocinado por Cervezas Alhambra. ¡Esperemos que solo corra la cerveza, sin que la sangre no llegue al Darro o al Genil!

No sé yo cómo acabará esto…

Eso sí: yo también soy muy pro ‘El irlandés’ y considero que ‘Pulp Fiction’ es una película imprescindible e influyente que cambió un montón de cosas con su estreno. ‘Esto no estaba en mi libro de Historia del cine’ también cuenta un sinnúmero de anécdotas, pequeñas-grandes historias y curiosidades relacionadas con el séptimo arte que animan al lector a ver por primera vez o revisitar decenas de películas. Por ejemplo, si ustedes no conocen lo de la actriz Hedy Lamarr y la invención del wifi, que es cosa suya, ya tardan en leer este libro.

Más historias negro-criminales: Lana Turner y su amante mafioso, la definición de MacGuffin de Hitchcock, la reivindicación de ‘Minority Report’ de Spielberg y la devoción por Scorsese: “criado entre curas y gángsteres en las inciertas calles del Little Italy neoyorquino, es, junto a Coppola y Spielberg, uno de los mejores narradores de las últimas décadas”. ¡Amén! Particularmente, me ha encantado que ‘El delator’ de John Ford abra la sección dedicada a algunas de las grandes películas de la historia del cine. 

La lectura de este libro linda con otra gran pasión cinéfila: hablar de cine. Hablar hasta la extenuación de las películas que nos arrebatan, analizando una secuencia, un plano o un diálogo hasta el mínimo detalle. Porque lees a Javier Ortega y, por su honda sabiduría, combinada con una enorme sencillez y claridad expositiva, sin atisbo alguno de pedantería; tienes la sensación de estar tomándote una birra con él, escuchándole acodado en la barra del bar.

Para eso, nada mejor que las listas. “Todo libro de cine que aspire a celebrar y contagiar el amor por las películas tiene forzosamente que contener una o varias listas”, escribe Javier Ortega. Is this love, what I’m feeling? Sus 10 mejores films de cine negro son incontestables. Y para nada dogmáticos. Ya hay ganazas de compartir con Javier tragos y charla cinéfila. Mientras, lean y disfruten ‘Eso no estaba en mi libro de Historia del Cine’. ¡Salud!

Jesús Lens