De Freaks, monstruos y monstruosidades

Ahora que Guillermo del Toro ha estrenado su película ‘El callejón de las almas perdidas’ es buen momento para recordar un film mítico sobre personajes diferentes, que viven al margen de la sociedad. 

La palabra ‘freak’ siempre me gustó. Más allá de a lo ‘monstruoso’, apela a lo que se sale de la norma. A lo diferente, extraño y singular. Por desgracia, en España se banalizó la expresión ‘friki’ hasta el punto de identificarla con esos seres vociferantes que pueblan ciertas tertulias televisivas o los programas de telerrealidad. 

Me gustaba el concepto desde que vi ‘Freaks’ hace muchos, muchos años. Una película singular cargada de una malsana poesía. Una película brutal en todos los sentidos de la acepción. Titulada en español ‘La parada de los monstruos’, la dirigió Tod Browning en 1932. Noventa años después, sigue impresionando.  

La acción de ‘Freaks’ transcurre en un circo ambulante donde conviven personas aquejadas de diferentes singularidades físicas y deformidades, de la mujer barbuda a dos hermanas siamesas pasando por hombres y mujeres que, al carecer de determinados miembros, han desarrollado habilidades especiales, como encender cigarrillos y fumar a pesar de no tener brazos ni piernas. También aparecen personas aquejadas de enanismo acondroplásico, microcefalia, etc. 

Entre la singular troupe, una beldad rubia, trapecista, está liada con un gigante forzudo. Cuando uno de los enanos del circo se enamora de ella, empiezan las burlas y las bromas a su costa. Pero cuando ese diminuto personaje recibe una sustanciosa herencia, la cosa cambia.

Al principio, la película se centra en mostrar las complicadas condiciones de vida de los integrantes del circo. El asombro, el miedo que provocan entre la gente supuestamente normal. A medida que la trama avanza, iremos descubriendo que los ‘freaks’ conforman una férrea hermandad: si tocas a uno, les tocas a todos. Porque la auténtica monstruosidad no es algo que esté precisamente a la vista. 

El equipo de casting de la película reunió para la filmación a un nutrido grupo de personas singulares, a las que buscaron por ferias, circos y otras siniestras atracciones de todos los EE.UU. No hay efectos especiales, maquillajes, espejos o trucos. Son radicalmente auténticos y, como les decía antes, impresionan.

El rodaje de la película fue caótico. Browning era un alcohólico contumaz que oscilaba entre la euforia y la depresión y los productores instalaron dos cafeterías diferentes: una para los actores y técnicos ‘normales’ y otra para los llamados ‘fenómenos’, con lo que la realidad y la ficción se entremezclaban cruelmente. 

Cuando se hicieron los pases previos al estreno, el escándalo. Recordemos que por aquellos entonces no existía la censura previa. Lo que se veía en pantalla provocó alaridos, desmayos y demás reacciones virulentas, hasta el punto que la MGM cortó buena parte del metraje, estrenándose una versión de poco más de una hora. ¡La única que ha llegado a nosotros, por desgracia! Así las cosas, La secuencia de cierta violación y desmembramiento está irremediablemente perdida.

En 2020, la editorial Aloha publicó un tebeo muy interesante, ‘La parada de los Freaks’, en la que se fabula con el rodaje de la película, imprimiéndole un sesgo aún más siniestro al papel obligado a desempeñar por el elenco de fenómenos circenses. Hollywood siempre fue una trituradora de seres humanos y este cómic insiste en ello.

Terminemos recordando que, en 1932, los Estados Unidos estaban sumidos en plena Gran Depresión y que la historia de los freaks oprimidos, insultados y vilipendiados por las personas ‘normales’ se entendió en clave social, equiparándolos a las grandes masas de desempleados por culpa de la avaricia de los ricos y privilegiados. Normal que la secuencia de la venganza final levantara tantas suspicacias e hiriera sensibilidades. 

Jesús Lens    

A peseta por estampita

Lo recuerdo como si estuviéramos en un cuadro de Edward Hopper. Caía la noche sobre Málaga y habíamos parado en una gasolinera. Escuchábamos un CD de Nick Cave cuando recibí un wasap de Javier Márquez Sánchez, con una oferta que no debía, que no podía rechazar. 

“¿Qué no? Vas tú a ver?”, pensé para mis adentros. No por chulería, inquina o vileza, sino por falta de tiempo y exceso de trabajo: aquella propuesta me llegaba en el peor momento posible. Y urgía. Tras escuchar el audio de Javier y antes de arrancar, ya le había dado el OK. Efectivamente, era irrechazable. Al llegar a Granada, ya tenía más o menos hilvanado en mi cabeza el prólogo para su nuevo libro, ‘A peseta por estampita’, publicado por la heroica editorial Muddy Waters Books. 

¡Cómo! ¿Sin haber leído el libro? Casi sí. Javier Márquez estaba embarcado en un completo y prolijo recorrido por timos, estafas, fraudes y otras artes fascinantes (siempre que no seamos los protagonistas), como reza en la portada del libro. Y yo sé de eso. Sin falsas modestias: sé mucho. Porque es un tema que siempre me ha atraído y, sobre todo, porque he sufrido en mis propias carnes dos o tres intentos de estafa, uno de ellos perfectamente ejecutado y rematado por su pícaro autor. 

Nada grave. Estafas de andar por casa. Nada como, por ejemplo, intentar venderle la Alhambra a un guiri despistado. Vendérsela en sentido literal, no en el turístico. Venderle la propiedad tras mostrarle el Patio de los Leones andamiado, con la excusa de que su mantenimiento es muy caro y el Ayuntamiento está en la ruina, enseñándole las noticias de los periódicos. Venderle la Alhambra tras echar unas cuentas sobre cuánto podría ganar el pobre incauto con el cobro de las entradas. Venderle la Alhambra tras sellar un contrato de compraventa firmado ante un (falso) notario, por supuesto.  

¿Le suena a broma? Pues lean ‘A peseta por estampita’ y sabrán la de incautos que se han dejado los cuartos tras ‘comprar’ el Puente de Brooklyn o ese amasijo de hierros trenzados que es la Torre Eiffel. Las estafas piramidales también les suenan, ¿verdad? De Bernard Madoff a los sellos del Fórum Filatélico… o los jamones alpujarreños. ¿Por qué se basan en el llamado Esquema Ponzi? ¡Lean, lean a Javier Márquez!

¿Se acuerdan de la película ‘El golpe’ y el timo de la ‘información retenida’ por un empleado del servicio de telégrafos? Pues ocurrió. ¿Y qué pasa con esos supuestos jeques árabes que se llevan, literalmente hablando, enormes rubíes o esmeraldas de las joyerías… sin pagar un euro? 

Los plagios literarios ocupan un destacado papel en esta recopilación de estafas y fraudes. Como el descubrimiento de falsas antigüedades recién manufacturadas o desconocidos manuscritos originales y personajes como el sinpar Elmyr de Hory, autor de tantos Picassos y Modiglianis que llegó a hacer una exposición con sus falsificaciones y a quien Orson Welles le dedicó su maravillosa ‘F for fake’. 

Así las cosas, no es de extrañar que Andrés Carretero, director del Museo Arqueológico Nacional, comentara en una entrevista con total naturalidad que “todos los museos tienen falsificaciones. Si un museo no las tiene, no es un museo”.

Nos gustan los falsificadores. Los pícaros y estafadores de guante blanco. Su arrojo, perspicacia e inteligencia. Su morro y su cara dura. Nos gustan siempre y cuando no seamos nosotros las víctimas de sus tejemanejes, claro. Porque todos somos susceptibles de ser embaucados y caer en la telaraña urdida por un buen estafador. Es la conclusión última que saco de un libro delicioso, muy bien documentado y ágilmente narrado en el que su autor, el periodista y novelista Javier Márquez, nos deja un amplio reguero de su fina ironía y su ácido sentido del humor. 

Jesús Lens

Carlos Zanón y su ardiente ‘Love song’

Si nos hicieran pasar la prueba del algodón y nos dieran a leer cualquiera de las páginas de ‘Love song’ sin orden ni concierto y sin conocer su autoría, sabríamos a ciencia cierta que es de Carlos Zanón. Es la única definición posible de esta novela, publicada hace unos días por la editorial Salamandra: una novela de Carlos Zanón. Y punto. Con todo lo que conlleva. 

Música, para empezar. Y terminar. Música en la prosa y música en la trama. Música en el alma. “No conocían la canción. No conocían a la cantante ni habían oído nunca a Prima Donnas, pero sí que reconocían aquel entusiasmo adolescente, aquel código gritón que generación tras generación escapaba al dial del mundo adulto, las decisiones sensatas y los armisticios”.

¿Ven como ‘Love song’ es puro Zanón? Un Zanón que ha escrito un western contemporáneo protagonizado por tres amigos, tres músicos a punto de dejar una parte de sus vidas atrás, por diversas razones, y que se embarcan en una improbable gira de despedida, completamente anónima. 

Porque Prima Donnas no son puro mainstream, pero sí conocidos. Cada uno de sus miembros por razones diferentes, también. Eileen y Jim, además, son pareja. Y Cowboy, un espíritu libre. The Three Amigos unidos en un tour veraniego que les llevará por los imposibles escenarios de algunos campings, hasta llegar a Tarifa y tocar en un festival. ¿Y después? Después ya se verá. O no. Da igual. Porque lo importante es el aquí y el ahora. “…Era maravilloso volver a sentirse joven y vivo y a punto de tocar con sus amigos la música que seguía amando casi como el primer día en esa burbuja de noche de verano”.  

‘Love song’ es una canción de amor a una forma de entender la vida, la música y la amistad, que en esta novela son todo uno. Y la cosa no es fácil, ojo. Que los músicos, como el resto de los artistas, van sobrados de ego. Personalidad, que dirían otros. 

Para traerlos y llevarlos, Zanón les ha buscado un road manager, un conductor de primera que sonará a sus lectores. Sandino. ¿Se acuerdan de él? Le pregunté a Carlos por qué le sacó de su ‘Taxi’ y se lo trajo a esta novela. Me dijo que sentía que le debía algo. Que hay personajes que se quedan irremediablemente atrás, pero que tenía mucha curiosidad por saber qué fue de Sandino y le venía al pelo convertirlo en el testigo objetivo que ve, oye y calla al trío protagonista. 

Carlos Zanón recibe el VII premio Granada Noir de manos del alcalde de la ciudad, Francisco Cuenca

En esa gira tan singular, los protagonistas deciden tocar, solo, versiones de canciones del año 1985. Dado que van a actuar en esos no lugares que son los campings, aprovecharán para encapsularse en el tiempo y vivir como si siguieran en el siglo pasado. Con todas las consecuencias. “Todo en la vida pasa una vez y media. Lo único es que la mayor parte de las veces uno no se da cuenta”. Carlos Zanón se centra en esa ‘y media’ vez. En sus posibilidades y en sus riesgos. Y es un lujazo que nos deje sumarnos a esta troupe de viajeros por la Costa Este española, de Barcelona a Cádiz, bajando por el Levante. 

BARCELONA 27/12/21 ENTREVISTA AL ESCRITOR CARLOS ZANON . FOTOS ADRIAN QUIROGA.ARCHDC

Lean ‘Love song’. Es un novelón con banda sonora incorporada y sus protagonistas, además, se echan alguna cerveza Alhambra al coleto de vez en cuando. Lean, lean y les entrarán unas ganas locas de conducir toda la noche con ‘The Black Crowes’ sonando a todo volumen en el coche, sin rumbo preciso. Solo por el gusto. Por el placer. Por el amor. 

A la música. A la literatura. A la amistad.

Jesús Lens

El Centro Guerrero es una Máquina del Tiempo

Si ustedes visitan el exquisito edificio de la calle Oficios que acoge el Centro José Guerrero estarán entrando en una máquina del tiempo que les conducirá al futuro. No es una metáfora. Es real. Acérquense a la mesa con las publicaciones del Centro, cojan un ejemplar de ‘Todos los museos son novelas de ciencia ficción’, de Jorge Carrión, y tendrán en sus manos un libro que aún no existe. 

Compruébenlo, si no me creen. Abran el libro. Tras la solapa con la biografía del autor y dos páginas en negro riguroso, un ojo sobre un fondo rojinegro le mirará fijamente. Después, la prueba: “Publicado por Galaxia Gutenberg S.L. Primera edición: febrero de 2022”. 

Siempre me ha gustado leer tramas que aún no se han publicado. Sobre todo una que cuenta la historia de un autor que está escribiendo un libro y recibe un mensaje desde el futuro de alguien que ya lo ha leído. ¿Se imaginan, el flash?

A quienes nos gusta Gravite, el festival dedicado a la cultura y la ciencia con el viaje en el tiempo como protagonista, lo que está ocurriendo en nuestro Centro Guerrero es algo espectacular e irrepetible. Se trata de un proyecto literario-expositivo con tres patas que se complementan entre sí. 

Por un lado tenemos una novela, ‘Membrana’, de un escritor arrojado y visionario, Jorge Carrión. Ganadora del Ciudad de Barbastro, se trata de una trama de ciencia ficción con la Inteligencia Artificial como protagonista. Una IA que nos cuenta la historia del siglo XXI, hasta 2100, a partir de las piezas que componen un museo imaginario. ¿O no tanto?

El siglo XXI verá la consolidación y el desarrollo de la relación entre la humanidad y la Inteligencia Artificial. Por cierto, que Granada haya solicitado ser la sede de la agencia y el centro nacional de IA no es baladí. Ni casual. En ‘Membrana’, la relación entre la humanidad y las máquinas es complicada, por usar un término muy usado en Meta, la antigua Facebook. Complicada y contradictoria. Ahí lo dejo.

El caso es que Francisco Baena, director del Guerrero, le hizo a Carrión una de esas ofertas que no se pueden rechazar: igual que las paredes del Centro habían acogido un cómic gracias a la totémica y monumental ‘Viñetas desbordadas, con Max, Sergio García y Ana Merino, ¿por qué no intentarlo con una novela? ¿Qué tal convertir el espacio expositivo en una ficción literaria? A fin de cuentas, la novela más reciente de Carrión se inventaba un museo…

El reto no era fácil, ni mucho menos. Un cómic tiene tanto de imagen como de palabra, ¿pero una novela? No les descubro nada si les digo que ‘Todos los museos son novelas de ciencia ficción’ es una exposición que se lee. Consta igualmente de imágenes y objetos. De algún ser vivo, incluso. También es un libro. Una novela que funciona a modo de catálogo de la muestra. Esa novela que, no habiéndose publicado aún, los visitantes al Centro José Guerrero ya pueden leer. In situ… o llevándosela a casa.

No todos los días se puede tener en las manos un libro que aún no existe. Un libro perturbador con referencias a clásicos como ‘2001’, ‘Blade Runner’ o ‘Her’, si hablamos de películas. Una novela en la que se anuncia otra novela, por cierto, que solo podremos leer dentro de 22 años —en teoría— y en la que Granada desempeña un papel esencial. 

¿Muñecas rusas? Hay mucho de eso en la obra de Jorge Carrión. Asómense al Guerrero, insisto. Disfruten de un inquietante y osado proyecto que invita a la reflexión sobre nuestra relación con las máquinas. Nos va la vida en ello. Literalmente. 

Jesús Lens

No dejen esta novela atrás

Ya vienen los Reyes con el aguinaldo y nos gusta que tenga formato rectangular y paginado. Antes de entrar a fondo en la distópica, fascinante y perturbadora ‘Dejar el mundo atrás’, les recomiendo un tebeo muy, muy especial: ‘Piel de hombre’, de Hubert y Zanzim, publicado por Norma Editorial.

Se trata de un álbum de gran formato, 160 paginazas que mezclan el Renacimiento con la identidad de género. La premisa es sencilla y revolucionaria a la vez. En una acaudalada familia guardan un importante secreto. Se llama Lorenzo y es una piel de hombre. Cuando una mujer se viste con ella, se transforma total y absolutamente, convirtiéndose en uno de ellos. De esa forma, la protagonista, una joven prometida a un desconocido, se viste de Lorenzo y descubre el mundo de los hombres, tan diferente al de las mujeres, obligadas a quedarse en casa y a no salir, a aparentar, esperar y disimular. A desesperar y, en muchos casos, a morirse de pena. Y asco.   

Con recursos gráficos extraordinarios y páginas completas repletas de hallazgos narrativos, ‘Piel de hombre’ recuerda a aquella temporada de ‘Juego de Tronos’ protagonizada por una rigurosa y puritana secta religiosa, que de eso también hay en este álbum. No lo dejen escapar. 

¿Hablamos del fin del mundo? Esta Navidad, la película ‘No mires arriba’ ha estado en boca de todos, con ese cometa que amenazaba con destruir el Planeta. ¿Pero y si el Apocalipsis no fuera tan estruendoso? ¿Y si, de hecho, ya hubiera comenzado? Por ejemplo, cuando el pasado otoño fue usted a la ferretería del barrio a comprar linterna, pilas y un infiernillo, alarmado por las noticias sobre el Gran Apagón. 

En ‘Dejar el mundo atrás’, publicada por Salamandra, Rumaan Alam cuenta la historia de una familia estresada que alquila una cabaña alejada del mundanal ruido para pasar unas merecidas vacaciones. No está demasiado lejos de Nueva York, pero camuflada en el bosque, es como si estuviera a años luz del aquí y el ahora. Por eso, que alguien merodee en el exterior, una noche cualquiera, da tanto miedo. 

Hasta ahí les puedo contar de la novela más atípica sobre el fin del mundo que he leído estos años. Y ya saben ustedes que a mí, las distopías me gustan desde mucho antes de su popularización por culpa de zombis… y pandemias. 

‘Dejar el mundo atrás’ habla de la amenaza. Y de la confianza. De las esperanzas, rotas o por romper. Del miedo a lo desconocido. Del paradigma del cambio. Rumaan Alam ha escrito una novela atmosférica en la que, desde el principio, el lector sabe que pasa algo, pero no sabe qué pasa. Ni por qué. 

En mitad de una narración clásica, morosa y pausada, el autor mete algunas frases que restallan como latigazos en pleno rostro. Frases cortas, muy cortas, esparcidas a lo largo de la historia, que obligan al lector a parar y releer, confuso y noqueado. Son flashes del futuro que llegan al presente y funcionan como los fotogramas pornográficos escondidos en ‘El club de la lucha’: duran tan poco tiempo que no eres consciente de haberlos visto, pero te queda la sensación de desasosiego, la perturbación, la incomodidad.

Netflix está preparando una adaptación de ‘Dejar el mundo atrás’ con Julia Roberts como protagonista y productora. Le iba a acompañar Denzel Washington, pero las últimas notician apuntan a que será el doble ganador del Oscar, Mahershala Ali quien le dé la réplica. 

Finalista del National Book Award de 2020 y omnipresente en la lista de los mejores libros del año en los medios más prestigiosos de EE.UU., estamos ante una de esas novelas que se convierten en referente de su época, básica para entender la confusión que nos invade en estos tiempos inciertos.

Jesús Lens