Carreteras perdidas: historias negras como el asfalto

En el imaginario de cualquier buen aficionado al género policíaco, las carreteras ocupan un lugar de privilegio a la hora de soñar con tramas negras y criminales. Una película como ‘Detour’, filmada en 1945 por Edgar G. Ulmer y considerada como la gran obra maestra de la serie B norteamericana, nos cuenta la historia de un pianista de jazz que viaja de los Estados Unidos a Los Ángeles haciendo autoestop y al que la fatalidad, un desvío en la carretera, le complicará enormemente la existencia.

La carretera, el camino, las rutas y los senderos, invitan a construir grandes metáforas y alegorías para todos los gustos. Desde los tiempos de Ulises y Don Quijote hasta llegar a Delibes o Jack Kerouac; algunos de nuestros personajes de ficción favoritos han mostrado una irreversible querencia por salirse del camino trazado, por dejar las grandes autopistas para internarse en esas carreteras secundarias que, a la vuelta de cada curva o al final de cada cambio de rasante, pueden albergar una sorpresa.

‘Sin dejar rastro’, por ejemplo, supone una inyección de adrenalina en vena escrita por Haylen Beck y publicada por Salamandra Black, una de las colecciones imprescindibles de la mejor novela negra que se puede leer hoy en España.

Audra Kinney está infelizmente casada con un ricachón neoyorkino. Ha hecho de tripas corazón y, con apenas un petate a cuestas, coge a sus hijos Sean y Louise, de once y seis años de edad respectivamente, los monta en el coche y tira millas. Huye de forma tan desordenada como precipitada. Su objetivo: llegar a California, donde les espera un familiar que podría ayudarles.

No es fácil atravesar los Estados Unidos en coche. Máxime, con dos niños pequeños en el asiento de atrás. El ardiente paisaje desértico de Arizona, entre lo arrebatadoramente bello y lo inquietantemente amenazador, fascina y desasosiega a los improvisados viajeros. El cansancio vence a la conductora. Toma una salida de la autopista y decide descansar en Silver Water, un pueblo cercano. Se adentra por una carretera secundaria y el sheriff del condado le da el alto. La pesadilla acaba de comenzar.

En la faja promocional que acompaña a ‘Sin dejar rastro’, uno de los grandes del neogótico literario norteamericano, John Connolly, escribe que la novela “alimenta con imágenes muy nítidas las peores pesadillas de los padres”. Creo que no cabe mejor descripción para un libro que te agarra por las solapas y no te suelta hasta que terminas una lectura que oscila entre la tortura kafkiana y la tensión eléctrica.

Como les decía, las carreteras norteamericanas son pródigas en aventuras, encuentros y desencuentros. Más calmada, más pausada es ‘Carreteras de otoño’, de Lou Berney. Publicada por Harper Collins Ibérica, cuyo esfuerzo por traducir a nuevos autores norteamericanos es necesario resaltar, esta novela nos conduce por el sur de unos Estados Unidos conmocionados por el asesinato de Kennedy.

El famoso magnicidio, además de ocupar un capítulo especial en el apartado de Grandes Conspiraciones de la Historia, se ha convertido en un género literario en sí mismo, concitando el interés de autores tan diferentes como Don DeLillo, que dedicó ‘Libra’ a seguir los pasos de Lee Harvey Oswald; o Stephen King, autor de ’22/11/63’, novela que mezcla el thriller y la ciencia ficción para contar la historia de un viajero en el tiempo que trata de evitar el asesinato del presidente en Dallas.

En la muerte de Kennedy pudieron verse involucrados desde sus rivales políticos a los rusos, los militares que querían intervenir en Vietnam, racistas que no comulgaban con las libertades civiles, los anticastristas… y la mafia, esa todopoderosa organización que, desde la sombra, parece estar en el meollo de las grandes decisiones políticas y económicas de los gobiernos de todo el mundo.

En la novela de Berney, otra de las imprescindibles del año, se cuenta la historia de Frank Guidry, uno de los hombres de confianza de Carlos Marcello, el gran capo de la mafia de Nueva Orleans y sospechoso de participar en la organización del magnicidio.

Cuando Marcello le encarga a Guidry que vaya a Dallas para hacer un trabajito aparentemente sencillo, el protagonista de la historia cobrará conciencia del lío en que se ha metido y no dudará en tirar de carretera y manta. Comienza la persecución del hombre… y llegan los cruces de caminos. Porque Guidry, en su huída a ninguna parte, conocerá a Charlotte, una ama de casa de Oklahoma que, con sus dos hijas y un perro, ha huido del domicilio conyugal, tratando de escapar de su marido.

¿Y en Europa? ¿No tenemos carreteras secundarias, desvíos y vías de servicio en el Noir europeo que nos permitan leer tramas negras y criminales con el asfalto como escenario? Sí. Las hay. De hecho, no tardaremos en transitar por la llamada “Carretera de plata”, de mano de la escandinava Stina Jackson, publicada por la Serie Negra de RBA.

Jesús Lens

Todos a bordo de «El último barco», de Domingo Villar

Confieso: hubo un tiempo en que estaba convencido de que ya no lo leería. Ni yo… ni nadie. Al nuevo libro de Domingo Villar, me refiero. Por fortuna, me equivoqué. Yo, y todos los que pensaban como yo. Que eran muchos.

Porque Domingo Villar ha vuelto a las librerías con ‘El último barco’, la nueva novela protagonizada por Leo Caldas, su personaje de referencia. ¡Y cómo han vuelto, Caldas y Villar! Esta novela policíaca de 700 páginas se ha convertido en uno de los títulos imprescindibles del año, de lectura obligatoria para los amantes del Noir… y para quienes no sean aficionados al género negro, que tiene un componente realista y humanista que gustará a todo el espectro lector.

Estamos de enhorabuena, pues. Especialmente porque Domingo Villar se había convertido en un enigma y, durante los diez años transcurridos desde la publicación de su anterior novela, ‘La playa de los ahogados’, empezaron a correr diversas leyendas urbanas sobre su nuevo manuscrito. Aunque, en el caso de Domingo, más que urbanas, debían ser marinas.

Como si de un misterioso personaje mitológico de Cunqueiro se tratara, Domingo escribía, reescribía y volvía a escribir una novela cuya única copia pudo quedarse en un taxi, olvidada por el autor. Aunque también podría haberse disuelto en las entrañas de un ordenador que pasó a mejor vida, sin que Villar hubiera hecho copia de seguridad.

El halo de misterio que le rodeaba pareció desvanecerse en 2012, cuando el boletín de novedades de Siruela anunció la publicación de ‘Cruces de piedra’. Estábamos tan próximos a leerla que incluso nos deleitamos con una excelente portada, entre lo evocador y lo misterioso, con el océano como protagonista.

Pero el libro no salió: en un ejercicio de honestidad brutal y de compromiso con la máxima exigencia literaria y personal, el autor decidió que, por circunstancias íntimas, aquella no podía ser la nueva historia de Leo Caldas. Y empezó a escribir, de nuevo, una historia diferente y original.

Por todo ello entenderán lo emocionante de ir a la librería Picasso y comprar, ahora sí, la nueva novela de Domingo Villar, ‘El último barco’, de nuevo publicada por Siruela, editorial a la que es necesario agradecer el mimo con el que ha cuidado a su autor.

Cuando me gustan… ¡cómo me gusta que las novelas sean largas! Sirva esa tautología como declaración de principios: disfruto cuando los buenos libros se demoran en la presentación de los personajes, cuando la trama se va desmadejando despacio, cuando las relaciones entre los protagonistas fluyen delante de mis ojos. Me gustan las anécdotas y digresiones, la multiplicidad de personajes y que el autor me muestre un amplio abanico de posibilidades argumentales, sin llevarme a hopo, sin resuello o con las bridas tensas.

De ahí que las 700 páginas de ‘El último barco’ se me hayan hecho cortas y que, al llegar a su recta final, pasando de la 500, ya tuviera claro que no iba a levantarme del sofá hasta terminar de leer esta fascinante historia.

La capacidad de Villar para concentrar en escasos días y en un reducidísimo número de escenarios la investigación de la desaparición de una mujer, manteniendo en todo momento la tensión y el interés del lector, es la mejor prueba de su extraordinario talento narrador.

A destacar su encendida y entusiasta descripción del trabajo que se hace en las Escuelas de Arte y Oficios, una defensa a ultranza de la labor paciente y esmerada de los artesanos, de la labor manual realizada sin prisas, poniendo los cinco sentidos en modelar barro o tallar madera para hacer piezas de cerámica o instrumentos de música.

Una labor que tanto tiene que ver con la paciente investigación de Leo Caldas, ese brutote encantador que es Estévez y la efectiva Clara. Una labor tan emparentada, también, con el arte de contar historias. De escribir novelas. Un arte que, como el de los buenos diálogos y las mejores conversaciones, requiere de tiempo, calma y sosiego.

Así las cosas, al terminar la lectura de ‘El último barco’, ardía por hablar de ella. ¡Pero cualquiera decía nada, con la que está cayendo con los spoilers! Me toca esperar al día 13 de junio, a la próxima reunión del Club de Lectura de Granada Noir, cuando entraremos a saco para destriparla, final incluido. Es lo que tienen las mejores lecturas: incitan a la charla y al intercambio de opiniones.

‘El último barco’ es uno de los grandes libros del año y muerdo por hablar de él. ¿Se animan? Estoy seguro de que al gran Paco Camarasa, nuestro añorado librero de Negra y Criminal, también le habría entusiasmado y andaría recomendándolo encendidamente, con el convencimiento del que acierta seguro y sin margen de error.

Jesús Lens

Como tú, como yo, ¿como nosotros?

Junto a la Fuente de las Batallas, en el corazón de la Feria del Libro, Anaya ha instalado una caseta educativa en la que están colgadas veinte grandes ilustraciones. ¿Las han visto? Porque no deben perdérselas.

Son ilustraciones de artistas tan reputados como Juan Miguel Aguilera, Raquel Aparicio, Sara Morante, Javier Olivares o Santiago Sequeiros, entre otros. Y hay una de nuestro Gabriel Hernández Walta, ganador de un premio Eisner por su extraordinario trabajo en ‘La Visión’.

En su ilustración, un chico llamado Máximo se mira en el espejo. La imagen reflejada, sin embargo, es la de Luz, la chica en la que se transforma durante unos días. Y no será fácil ser Luz, como nos cuenta Santiago García-Clairac, autor del cuento ‘Metamorfosis’.

Foto: Gustavo Gómez para Acento Comunicación

Porque cada una de esas ilustraciones lleva aparejado un relato. 20 relatos + 20 ilustraciones por la igualdad que conforman el libro juvenil ‘Como tú’, recientemente publicado por la editorial Anaya. Se trata de un proyecto ideado, coordinado e impulsado por esa bestia parda que es Fernando Marías, una de las más brillantes mentes pensantes con las que contamos en el espectro cultural español.

Así explica en el prólogo del libro el porqué de este trabajo: “La educación es la base de todas las cosas buenas y todas las cosas malas. Parece obvio, pero demasiadas veces se olvida. Una buena educación generará ecos positivos, de la misma manera que una educación descuidada, inadecuada o mala acabará antes o después por resultar nefasta. Lo demuestra la Historia y lo corrobora la vida cotidiana de nuestros días”.

Efectivamente, ‘Como tú. 20 relatos + 20 ilustraciones por la igualdad’ es un libro con contenido educativo y voluntad transformadora. Una colección de relatos e ilustraciones comprometidos con la igualdad y dirigidos a los lectores jóvenes. ¡Ahí es nada!

Continúa explicando Fernando Marías, sin paños calientes ni ambages: “La igualdad entre hombres y mujeres no existe en nuestra sociedad actual. Esa carencia inaceptable, de cuya realidad estamos convencidos, reclama soluciones apremiantes que deben abordarse desde los primeros pasos de la educación de las personas jóvenes. La igualdad se conseguirá en las aulas o no se conseguirá”.

La apuesta por Fernando Marías en este campo resulta encomiable. Hace dos años, el festival Granada Noir estrenó otro de sus proyectos: “Hnegra”, partiendo de un mismo formato, aunque dirigido al público adulto. Veintidós relatos y otras tantas ilustraciones escritos por diferentes autoras y con una sola premisa: un relato corto protagonizado por una mujer inmersa en una atmósfera negra y criminal que podía ser asesina o víctima, heroína o malvada, pero no agente de policía ni representante del aparato de justicia. Un proyecto que llevó aparejado un largo ciclo de películas, en AulaCine CajaGranada, con la colaboración de Cervezas Alhambra.

La combinación de disciplinas artísticas tan diferentes como complementarias hace que el proyecto ‘Como tú. 20 relatos + 20 ilustraciones por la igualdad’ tenga el potencial de llegar a más público, al resultar atractivo e interesante al lector.

Destaca en la publicación de Anaya, también, la variedad estilística y temática de los veinte relatos, algunos de ellos escritos por reconocidas personalidades del mundo de la narrativa juvenil. O por toda una ganadora del Premio de la Crítica de Poesía como Raquel Lanseros, cuyo ‘Origen’, ilustrado por su tocaya Raquel Lagartos, es un prodigio de sensibilidad y empatía hacia los Otros.

’Como tú. 20 relatos + 20 ilustraciones por la igualdad’ también incluye historias que, a modo de fábula, transcurren en África, como en la propuesta de Ricardo Gómez, con ilustración de Alba Marina. Un originalísimo hilo de twitter es el relato de ‘Igual que tú, tiemblo’, de Ledicia Costas e interpretación gráfica de Nuria Díaz. Un hilo de twitter que incluye a sus trolls y a sus haters, como no podía ser de otra manera. La imagen de una chica atrapada en la pantalla rajada de un móvil es una inquietante forma de mostrar el daño que puede provocar el bullying a través de las redes sociales.

Presentación en Fundación Telefónica

Y está el que es, para mí, el relato más emocionante de todos: ‘La libertad de Penélope’ de Antonio Lozano e ilustración de Anu Jato. Fue lo último que escribió Antonio, nuestro Antonio, antes de fallecer. Se trata de una delicada pieza de orfebrería literaria en la que reinterpreta el mito de Penélope, la eterna tejedora y destejedora del sudario del rey Laertes. Una Penélope que se rebela a su destino, siempre esperando la vuelta de su esposo, Odiseo.

El miércoles hicimos un homenaje a Antonio Lozano en la Feria del Libro. Hablamos de su pasión por África y por los viajes. De su Tánger natal. De su activismo cultural y social. De su compromiso con la causa de los más débiles. De su sensibilidad con la inmigración. Y, por supuesto, de esta Penélope, liberada del peso de la historia.

Jesús Lens

Belén Ortega y Millenium

No quiero empezar esta entrega del Rincón Oscuro, la sección semanal que dedicamos a la cultura negra y criminal, de forma nostalgiosa y milonguera, pero… ¡qué noches las de aquellos días, cuando nos íbamos a la cama en compañía de las novelas de Stieg Larsson, con Lisbeth Salander y Mickael Blomkvist!

Los amantes del Noir le debemos tanto, tantísimo, a la saga ‘Millenium’… De ahí parte la explosión definitiva del género, su extensión y popularización. ¿Se acuerdan de aquella fiebre lectora, cuando las aventuras de la hacker antisistema y del periodista contestatario capitalizaban las conversaciones de medio mundo y los autobuses y las cafeterías se llenaron de lectores que portaban, orgullosos, los gruesos tochos negros editados por Destino?

Pues ahora tenemos la oportunidad de rememorar y revivir el fenómeno Millenium, en formato cómic, gracias a los tres tomos publicados por Norma Editorial, escritos por el guionista francés Sylvain Runberg y, ojo al dato, dibujados por la extraordinaria artista granadina Belén Ortega.

Una de las herramientas que nos ofrece Facebook es la creación de álbumes de fotos, recurso que utilizo para ir comentando de forma tan ordenada como informal las películas que veo y los libros y cómics que voy leyendo. Una herramienta que me sirve como bitácora fílmico-literaria y que me permite, también, dialogar y debatir con los amigos.

Cuando comenté mis impresiones sobre el primer álbum de esta nueva saga basada en el universo Millenium, ‘Las almas frías’, decía que el dibujo de Belén estaba por encima del guion de Sylvain, que me había parecido un poco caótico y deslavazado, abriendo diferentes líneas argumentales que no sabía a dónde iban a ir a parar. Belén no dudó en reconvenirme, pidiéndome paciencia y alabando el trabajo literario de su guionista.

Efectivamente, la lectura de la segunda entrega de la serie, ‘Los nuevos espartanos’, empezaba a poner orden en las tramas, reconduciéndolas todas ellas hacia un desenlace espectacular, que acaba de llegar a las librerías y que se titula ‘La chica que nunca se daba por vencida’, recuperando la querencia de Larsson por los títulos largos, combativos y cargados de significado, de ‘Los hombres que no aman a las mujeres’ a ‘La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina’.

En esta nueva inmersión en el universo ‘Millenium’, Sylvain Runberg y Belén Ortega nos cuentan varias historias que, de tan actuales, de tan pegadas a la realidad, resultan inquietantes. Aunque no voy a hacer ningún spoiler, si a ustedes les gusta enfrentarse a los libros, los cómics, las series y las películas completamente vírgenes, pueden saltarse los próximos tres párrafos de este texto.

En estos tres tebeos, los autores nos cuentan historias sobre racismo y misoginia. Y sobre la eclosión de la extrema derecha en Europa y Estados Unidos, un fenómeno alarmante que copa la actualidad informativa de estos días. Por ejemplo, ¿sabían ustedes que en Finlandia estuvo a punto, a puntísimo de ganar las pasadas elecciones un partido llamado ‘Verdaderos finlandeses’? A dos décimas se quedaron de derrotar a la socialdemocracia en los comicios de hace dos semanas.

En la Saga Millenium publicada por Norma también aparecen hackers, por supuesto. Piratas informáticos que hacen equilibrios en la delgada línea roja que separa la lucha libertaria por la verdad con la puesta en jaque de nuestros sistemas democráticos, abriendo un interesante debate que obliga al lector a reflexionar. Y a tomar partido.

Y están los sistemas de escucha masiva y espionaje impulsados por los gobiernos, el papel de la prensa libre y la presión comercial de los anunciantes, el feminismo y, enfrentado a él, el machismo recalcitrante al que no se le cae el término ‘feminazi’ de la boca; las criptomonedas utilizadas para blanquear dinero de origen dudoso…

Háganse con los tres tomos de la Saga Millenium en formato cómic. 200 páginas de adrenalina pura que recuperan el espíritu de Stieg Larsson para contar historias de aquí y ahora, radicalmente contemporáneas y de rabiosa actualidad.

Van ustedes a disfrutar, otra vez, de dos personajes míticos de la historia de la literatura de este siglo: Lisbeth Salander y Mickael Blomkvist, protagonizando tramas y aventuras contemporáneas de acuerdo con el espíritu y la filosofía de su creador original.

¡Qué grande fue Larsson! Y qué gustazo, para los aficionados, que su obra haya alcanzado una dimensión universal y transmedia, protagonizando novelas, películas, series de televisión, cómics y, de nuevo, trabajos de investigación periodística como ‘Stieg Larsson. El legado’, que acaba de publicar Roca Editorial. Un libro en el que el también periodista y escritor sueco Jan Stocklasa cuenta cómo es posible que el autor de ‘Millenium’ hubiera desentrañado todos los datos necesarios para resolver el misterioso asesinato de Olof Palme.

Termino con otra recomendación: como la lectura del cómic es adictiva y al lector le resulta obligatorio avanzar a toda velocidad para conocer el desenlace de las tramas, léanlo dos veces. La primera, de forma salvaje y compulsiva. La segunda, de forma morosa y tranquila, disfrutando con sosiego del extraordinario trabajo artístico de Belén Ortega en la composición de cada viñeta, que es una gozada.

Jesús Lens

A las Casas Ahorcadas de Cuenca hay que ir

Son de necesaria visita y obligado cumplimiento para los amantes del Noir. Las Casas Ahorcadas, el festival literario montado por Sergio Vera en Cuenca, convertido en lugar de culto donde reunirse al calor de lo mejor del género negro y policial.

Fui el año pasado por primera vez y, como confesé en alta voz durante una de las jornadas de la pasada edición de Granada Noir, me traje un montón de ideas. Me gustó el carácter diferente e innovador de un festival inspirador al que suelen ir algunos de los autores y autoras más interesantes del panorama literario español contemporáneo. Y algunos extranjeros, que este año vamos a tener el privilegio de escuchar a Massimo Carlotto, por ejemplo.

Para quienes programamos actividades culturales, es imprescindible salir por ahí, a ver qué se cuece en otros sitios. Y cómo se hace. Es igualmente necesario para experimentar en vivo y en directo cómo funcionan los programas diseñados sobre el papel, la reacción del público a las charlas, la interacción de los invitados y la acogida de las diferentes actividades, conferencias y mesas redondas.

Los festivales literarios son especialmente complicados en ciudades como Granada, cuya profunda agenda cultural ofrece todas las semanas varias presentaciones de libros y diferentes conferencias, seminarios o encuentros de todo tipo. Es necesario afinar muy bien para ofrecer propuestas interesantes y atractivas para el público. Y ahí, la capacidad de comunicación de los ponentes es esencial, al margen de la imprescindible calidad de sus obras, algo que, como al militar el valor, se les presupone.

Así, el año pasado tuvimos ocasión de conocer a José Antonio Pérez Ledo, un tipo proteico que lo mismo escribe novelas que es guionista de talk shows, monta espectaculares podcasts y publica tebeos tan interesantes como ‘Los enciclopedistas’.

En Casas Ahorcadas también vi las enormes posibilidades del debate sobre corrupción y novela negra que replicamos en Granada Noir, con Graziella Moreno y Carles Quílez en apasionante conversación con Quico Chirino.

Este año tengo especial interés en reencontrarme con Domingo Villar, que ha vuelto a la primera línea de la actualidad editorial con la publicación de su esperadísima ‘El último barco’, la nueva aventura del inspector Leo Caldas. Es una de las novelas, además, que leeremos en el Club de Lectura de Granada Noir en las próximas semanas, así que pienso sacarle hasta el tuétano al autor gallego.

Les hablaba de Massimo Carlotto, un autor total que lo mismo escribe novelas que obras de teatro, hace reportajes para revistas o colabora con la prensa más comprometida. Su historia es fascinante: en 1976, con 19 años de edad y militante del grupo izquierdista Lotta Continua, es testigo del asesinato de una joven estudiante. Se presenta ante la policía italiana para declarar, pero termina imputado como autor de un delito de homicidio.

Absuelto en primera instancia, fue condenado a 18 años de prisión tras la apelación. Pendiente del cumplimiento de la condena, en 1982 decide exiliarse, primero a Francia y después a México, donde es detenido por la policía y extraditado a Italia, donde es encarcelado. Tras una revisión del caso, la condena se reduce y, finalmente, gracias a la presión popular, Carlotto es indultado en 1993.

A partir de 1995 comienza su exitosa trayectoria literaria con la publicación de ‘La verdad del caimán’, una excelente novela en la que el autor italiano también da rienda suelta a su pasión por el blues. Aunque sus libros han sido traducidas al castellano, su distribución fue dispersa. Eso sí, en 2018 se reeditaron sus dos primeros títulos en formato de bolsillo, lo que supone una inmejorable oportunidad para reencontrarnos con el Caimán.

Por Cuenca pasarán ese imprescindible dúo dinámico noir de nuestras letras conformado por Nieves Abarca y Vicente Garrido, ganadores del Tormo Negro, el premio que cada año concede el Club de Lectura de Las Casas Ahorcadas a su novela preferida del ejercicio. Y estará Carlos Bassas, que publicará su ‘Soledad’ a finales de mayo. Ya he tenido la oportunidad de leerla y les aseguro que, siendo dura como una pedrada en el occipucio, va a dar mucho que hablar.

Pero sobre todo, uno va a los festivales esperando descubrir cosas nuevas. A autores que no conocía. Libros que no había leído y de los que no tenía noticia. Savia fresca. Los festivales también tienen que ser eso: territorio de aventura al que acercarse sin saber exactamente qué se va a encontrar. No hay nada más aburrido que el tedio de la previsibilidad… ni nada más placentero que la sorpresa del descubrimiento.

La responsabilidad de los programadores es ofrecer una propuesta de actividades de calidad contrastada que, al margen del mayor o menor nombre de sus protagonistas, resulte interesante y atractiva para el público. ¡Espero que a la gente de Cuenca le guste ‘Black Water’, la presentación que les llevo este año!

Es para eso -además de para pasarlo bien, obviamente- para lo que viajamos a festivales originales, novedosos y diferentes como Las Casas Ahorcadas, Aragón Negro, Bruma Negra o el Quais du Polar. Para ver, escuchar, descubrir, compartir, ofrecer, mostrar, aprender… y tratar de replicar las mejores prácticas en casa, en Granada Noir y en Gravite.

Jesús Lens