Un 2019 muy noir, en cine y televisión

Muy negro y muy criminal. Y policíaco. Así se nos presenta el curso cinematográfico 2019. Y el catódico, que cada vez van más de la mano. Un 2019 noir que va a comenzar de forma muy potente y muy pronto, de la mano de dos pesos pesadísimos de la industria norteamericana: Clint Eastwood y Robert Redford.

Clint Eastwood lleva retirándose de la interpretación tantas veces como Miguel Ríos de los escenarios, pero afortunadamente, ninguno de ellos deja de volver. El estreno de “The Mule” (Mula) en Estados Unidos ha sido recibido con división de opiniones, con el octogenario Clint interpretando a un anciano arruinado que termina trabajando para un cártel mexicano de la droga.

Teniendo en cuenta que el gran testamento cinematográfico y vital de Eastwood fue la prodigiosa “Gran Torino”, pero que en “Golpe de efecto” no estaba mal, esperemos que esta (pen)última interpretación nos deje en la retina al mejor Clint posible. De momento, el póster de “The Mule” es maravillosamente estimulante. La respuesta, en marzo.

Antes, este mismo mes de enero, Robert Redford pone fin a 56 años de carrera con “The Old Man and the Gun”, también basada en hechos reales y en la que el rubicundo actor se pone en la piel de un contumaz atracador de bancos a la vez que escapista profesional, acompañado por Sissy Spacek, una actriz por la que siento debilidad.

¿Creen ustedes en la casualidad? Pues si son ustedes tan escépticos como yo, tan solo recordarles que “Dos hombres y un destino”, la mítica película sobre atracadores de bancos interpretada por Paul Newman y Robert Redford cumple este 2019 la nada desdeñable edad de… 50 años. ¿Se puede elegir una efeméride mejor para ponerle punto y final a una carrera cinematográfica? Entre atracadores anda el juego…

También esperamos mucho de “Glass”, una de las secuelas más extrañas que se recuerdan, en la que un redivivo M. Night Shyamalan hace confluir las historias de dos de sus películas: la olvidada -necesario recuperar- “El protegido” (2000) y la fascinante “Múltiple” (2016), que también hay que volver a ver. Y ya que estamos con crossovers genéricos -o mezcolanzas, en román paladino- no lea usted nada sobre “Border”… y cruce los dedos para que se estrene en una sala cercana, el próximo 11 de enero.

Este mes -ya ven que va a ser duro y exigente- vuelve a la tele una de las series más esperadas, “True Detective”, tras unos años en el rincón de pensar. Sin hacernos ideas apriorísticas sobre lo nuevo de Nic Pizzolatto, promete que los protas sean el oscarizado Mahershala Ali y Carmen Ejogo, que la trama conecte argumentalmente con la primera temporada de la serie y que el escenario sean los Ozarks que ya descubrimos en la serie homónima de Netflix.

También esperamos mucho de la segunda temporada de “Mindhunter”, la serie sobre asesinos en serie de David Fincher, de lo mejor que vimos el pasado año; de la tercera entrega de “The Deuce”, de David Simon, y del más que presumible adiós de Carrie Mathison y “Homeland”, después de 8 años viviendo en la cuerda floja.

Antes de dejar el universo catódico, un recordatorio: ya se están escribiendo los guiones de la segunda temporada de “Gigantes”, la serie de Enrique Urbizu de la que tenemos mucho -y bien- que hablar. Y muy buen cine español en la lista: “Quien a hierro mata”, de Paco Plaza, en septiembre, y lo nuevo de Rodrigo Sorogoyen.

Igualmente para la vuelta de verano, apunten “La mujer en la ventana”, basada en el best seller de A.J. Finn, protagonizada por Amy Adams y Julianne Moore. Antes, Nicole Kidman nos va a poner el corazón en un puño en “Destroyer”, a mitad de febrero. Y un biopic todavía sin fecha de estreno, pero cuyas primeras imágenes cortan el hipo: “Fonzo”, con esa mala bestia que es Tom Hardy en la piel de Al Capone.

Y nos quedan los dos grandes nombres, los que contribuirán de forma decidida a que 2019 pase a la historia del cine con mayúsculas: Quentin Tarantino y Martin Scorsese, con dos de los proyectos más fascinantes que se puedan imaginar.

“Once Upon a Time in Hollywood” hablará de la familia Manson y del asesinato de Sharon Tate. Para contar aquellos años contradictorios, Tarantino ha reunido a Leonardo DiCaprio, Brad Pitt, Margot Robbie, Al Pacino, Lena Dunham, Kurt Russell, Bruce Dern y Tim Roth en la que podemos aventurar será una de las películas de la década.

Y nos queda “The Irishman”, una película que, para los aficionados al género negro, es el culmen definitivo, la obra magna. El fin de una época, también. Robert de Niro, Al Pacino, Joe Pesci y Harvey Keitel protagonizan una cinta cuya expectación solo alcanzó el estreno de “El Padrino III”.

En la confianza de que Scorsese haya filmado una nueva obra maestra incontestable, el estreno de “The Irishman”, a finales de año, se convierte en el argumento definitivo para disfrutar de un 2019 felizmente negro.

Jesús Lens

Ajuste de cuentas con un año negro y criminal

El 2018 ha vuelto a ser un año negro. Muy negro. Y criminal. Un año en el que la cultura policial nos ha dado muchas y muy buenas alegrías que vamos a tratar de resumir en sus hitos principales.

Comenzando por lo más cercano: Norma acaba de reeditar el Integral dedicado a “Blacksad”, la obra maestra de nuestro paisano Juanjo Guarnido y de Juan Díaz Canales. No nos cansamos de recomendar un cómic fundacional, ni nos cansamos de releerlo. Ni de regalarlo. Imprescindible.

Siguiendo en el mundo de las viñetas, uno de los grandes hitos del año negro y criminal en Granada fue la visita de José Muñoz, el padre del mítico personaje Alack Sinner. Vino a Granada Noir y participó en la inauguración de la muestra que, hasta vuelta de Año Nuevo, todavía se puede disfrutar en La Madraza: “Rueda de Reconocimiento: Huellas del Noir en el cómic granadino”, coproducida por GRN y la Universidad de Granada, con originales del propio Juanjo Guarnido, Gabriel Hernández Walta, Francis Porcel, Sergio García, Natacha Bustos, Belén Ortega, Jorge Jiménez, Enrique Bonet o José Luis Munuera, entre otros.

Por cuanto a cine y televisión, la extraordinaria secuela de “Sicario” nos sirve para constatar que, afortunadamente, segundas partes pueden ser buenas. Y, en España, otra buena hornada de cine negro, con “El reino” de Rodrigo Sorogoyen en lo más alto de los rankings del 2018, llamada a llevarse la mayoría de premios y galardones.

Por su parte, David Simon sigue en plena forma y, entre rumores y filtraciones sobre sus próximos proyectos, se han estrenado las dos primeras temporadas de “The Deuce”, una serie extraordinaria basada en el mundo de la prostitución y del comienzo de la industria pornográfica, mostrando a una Nueva York que, en los años 70 del pasado siglo, era una ciudad completamente diferente a la actual.

Precisamente sobre el tema de la prostitución, Mabel Lozano ha escrito uno de los libros más importantes del año en España: “El proxeneta”, publicado por la editorial Alrevés y llevado al cine por la propia Mabel Lozano. Un libro estremecedor que, a través de la no ficción, nos sitúa frente a nuestras contradicciones, como ciudadanos y como sociedad, al abordar el tema de la trata de mujeres para la explotación sexual.

Desde la no ficción nos llega otro de los títulos presentes en la mayoría de listas de imprescindibles del 2018, aclamado por la crítica y excelentemente bien recibido por el público: “El dolor de los demás”, del murciano Miguel Ángel Hernández y publicado por Anagrama. Autoficción introspectiva que analiza el proceso creativo a la vez que hurga en la importancia de la memoria y en la necesidad de determinar la verdad de los hechos, duela a quien duela.

La reciente “Yo pude salvar a Lorca”, de Víctor Amela, publicada por Destino, es otra novela con la autoficción como excitante recurso narrativo. Una novela en la que aparecen personajes que siguen provocando noticias. Como Emilia Llanos, una mujer adelantada a su época, una de las granadinas más importantes del siglo XX, íntima amiga de Lorca, aliada de Penón en la primera búsqueda de los restos del poeta y que estos últimos dos días ha estado de alarmante actualidad.

Foto: Alfredo Aguilar, en la antigua casa de la familia Rosales, hoy Hotel Reina Cristina

Su biógrafa, Lola Manjón, publicaba en Twitter, el día de Navidad, una foto con la tumba de Emilia “advertida” de desahucio que corrió como la pólvora en las redes sociales. Recogida por los medios de comunicación, la información despertó una ola de indignación que ayer se fue aplacando progresivamente al saberse que se incluirá a Emilia Llanos en la nómina de ilustres granadinos y que Emucesa costeará los gastos de su última morada.

¿Que tal si aprovechamos esta situación para leer el libro de Lola Manjón, “Emilia Llanos Medina. Una mujer en la Granada de Federico García Lorca”, y hacer justicia poética? Demostremos que, aunque en la tumba de Emilia haya figurado la etiqueta de “vencida”, la memoria, el compromiso y la literatura la han convertido en vencedora. Y de paso, aprovechemos para recordar la famosa Maleta de Penón, de la que seguimos sin tener noticia alguna.

Otro de los grandes libros del 2018: “Tigres de cristal”, de Toni Hill, publicado en Grijalbo. Una novela en la que el acoso escolar sirve como trama en la que se enreda un reparto coral, a caballo entre la sociedad contemporánea y las de los años 70 del pasado siglo. Un fresco sobre nuestra historia en el que nos sentimos perfectamente representados.

“Justo”, de Carlos Bassas del Rey es otra imprescindible novela realista y me ha parecido muy revelador que Gibraltar y sus alrededores figuren como escenario de novelas apasionantes de Lorenzo Silva, Montiel de Arnáiz y Jerónimo Andreu. Para la reflexión.

Quiero terminar este repaso destacando una de mis últimas lecturas, “En silencio”, de Martin Ledun, publicada por Off Versátil y sobre la que hablaremos próximamente más en extenso, que la situación de sus personajes puede tener mucho que ver con la de esos “chalecos amarillos” que han estado tan de actualidad en las últimas fechas.

Jesús Lens

Justicia para Lorca. Justicia para Penón

En febrero de 1955, Agustín Penón, barcelonés de nacimiento, estadounidense de nacionalidad y enamorado de la poesía de Federico García Lorca, llegó a Granada con la intención de encontrar la respuesta a tres preguntas: ¿Por qué fue asesinado? ¿Quién lo mató? ¿Dónde está enterrado?

Quiso la ¿fortuna? que, nada más alojarse en la pensión Matamoros, Penón fuera conducido a una de esas cenas en las que se come mucho, se bebe más y se termina brindando por todo lo divino y casi todo lo humano.

Cuando la enardecida concurrencia pidió al americano que hablara, Agustín levantó su copa y tras brindar en honor de Pepiniqui, homenajeado aquella noche, y alabar las bondades de nuestra tierra; se vino arriba y pronunció las siguientes palabras:

—Y gracias muy especialmente a España, y sobre todo a Granada, por haber enriquecido al mundo con el mejor poeta que jamás ha existido: ¡Federico García Lorca!

El silencio que se hizo en la sala, repleta de medio centenar de hombres bullangueros -hombres, solo hombres- fue de los que resuenan por siempre jamás. Un silencio ominoso que atrapó a Agustín Penón, lo zarandeó y ya nunca termino de soltarle. Un silencio helador. Un silencio matador, tal y como cuentan Víctor Amela en su reciente “Yo pude salvar a Lorca” y Enrique Bonet en su cómic “La araña del olvido”.

Si son ustedes seguidores habituales de esta sección, el nombre de Agustín Penón les debe resultar familiar. La primera vez que hablé de él fue a comienzos de 2016, deslumbrado por la lectura de “La araña del olvido”. (Leer AQUÍ)

Así comenzaba aquella entrega: “Me ha costado trabajo decidirme a publicar estas notas en El Rincón Oscuro de IDEAL. Porque vincular la figura de Federico García Lorca con el género negro, en Granada, puede parecer uno de esos ejercicios de oportunismo de los que suelo abominar”.

A finales de 2018 seguimos atrapados en la tela de araña de una historia fascinante, negra como el petróleo: en Granada Noir le dedicamos una emocionante jornada de la mano de la Diputación, constituimos una Cofradía laica y popular dedicada a la memoria de Penón y a la de su albacea literaria, Marta Osorio; y nuestro intrépido investigador fue el protagonista del cartel de GRN3.

Otro de los momentos álgidos de nuestra relación con Agustín llegó en febrero de 2017, cuando se anunció que la famosa maleta de Penón, con todo su contenido, se quedaba en Granada, tras la muerte de Marta Osorio, el verano anterior. (Leer AQUÍ)

Y así llegamos al pasado fin de semana, cuando vivimos momentos emocionantes, íntimos y muy sentidos. Se encontraba con nosotros Víctor Amela, extraordinario novelista y periodista, presentando la citada “Yo pude salvar a Lorca”. Aprovechando su paso por Granada, organizamos una ruta por los lugares de Penón. Fue la primera actividad de un nuevo festival que da sus primeros pasos: Gravite, basado en el viaje en el tiempo.

Un Encuentro Satelital en el que, durante unas horas, nos trasladamos a la Granada de 1955 y nos pusimos en la piel de Penón. Y a la Granada de agosto de 1936, reproduciendo algunos de los momentos más dolorosos de la historia de García Lorca.

De la mano de Enrique Bonet y Víctor Amela recorrimos la Chancillería donde Penón halló el certificado de defunción del poeta, por ejemplo. Pasamos por la morada de su amiga Emilia Llanos e hicimos una larga parada en la antigua casa de la familia Rosales, donde Lorca pasó los últimos días, antes de ser prendido por Ruiz Alonso.

Foto: Alfredo Aguilar, en la antigua casa de la familia Rosales, hoy Hotel Reina Cristina

Posteriormente nos trasladamos a Víznar y Alfacar; a las Colonias, la Casita de Papel, los Pozos, el Parque, el Olivo y, por fin, a la Fuente de Aynadamar. A lo largo de todo el recorrido, Amela y Bonet fueron recitando poemas, recreando situaciones y reproduciendo diálogos y encuentros. Sin temor a la exageración: hubo momentos mágicos en los que, literalmente, nos sentimos transportados a otra época.

Y así llegamos al ceremonial último en el que treinta miembros de la Cofradía de Penón recreamos el famoso brindis de Agustín. Un emocionado Amela repitió, palabra por palabra, su canto por Lorca y, al acabar, todos prorrumpimos en gritos, vivas y parabienes: ya que habíamos viajado al pasado, decidimos alterar un hecho lamentable y convertirlo en algo hermoso. En un homenaje. En una fiesta.

Como bien señaló Enrique Bonet, desde la Cofradía de Penón, que está abierta a todo el mundo y no tiene estatutos, sede, carnés, cuotas ni cargos; animamos a conocer la historia de Agustín y a difundirla. También animamos a amar a Federico García Lorca, a leer su poesía y a disfrutar de su teatro. A visitar los lugares lorquianos y a respetar la memoria de los muertos.

Pero también tenemos una pregunta, dirigida a las autoridades competentes que, hace dos años, aseguraron que se iba a quedar en Granada: ¿DÓNDE ESTÁ LA MALETA DE PENÓN?

Jesús Lens

Materia oscura: un viaje en el tiempo negro y criminal

En la vida de todas las personas hay momentos decisivos en que nos vimos obligados a tomar una decisión. Momentos definitorios que marcaron el resto de nuestra existencia. Momentos sobre los que volvemos, pasado el tiempo, para preguntarnos: ¿qué habría ocurrido si en vez de hacer X hubiera hecho Y?

Este es el punto de partida de la teoría de los Multiversos o Universos Paralelos, uno de los temas clásicos del género de ciencia ficción y base de la novela “Materia oscura”, de Blake Crouch, publicada por Nocturna Ediciones.

Jason Dessen es el protagonista de una fantástica novela que aúna el género negro con el viaje en el tiempo. Jason es un profesor de física que vive en Chicago con su esposa y un hijo adolescente. Llevan una vida tranquila y sosegada, pero puntualmente se plantea que hubiera sido de ellos y, en un momento dado, no hubiera renunciado a su carrera como prometedor investigador para centrarse en la familia.

Se lo plantea, por ejemplo, la noche en que un antiguo compañero celebra la consecución de un importante premio de astrofísica. Están en el bar, toman unas copas y surge la conversación: “Jason, tú podrías haber ganado este premio si hubieras seguido investigando, en vez de conformarte con dar clases en la Universidad”…

Pero entonces, lo más seguro es que Jason no se hubiera casado con Daniela y su hijo, Charlie, no estaría dibujando bocetos de cordilleras alpinas en su cuaderno mientras disfrutan de su agradable cena de los jueves. Si Jason se hubiera centrado en su carrera como investigador, Daniela habría pasado de él. Y Charlie no habría nacido. Que tetas y sopas…

Iba Jason pensando en todas esas cosillas cuando un tipo con pasamontañas le sale al paso. No se trata de un atraco. Es un secuestro. El asaltante le conduce a un sitio extraño, introduciéndole en una misteriosa caja. Jason se queda dormido. Y, cuando despierta y huye, se encuentra con que su mujer no es la misma persona a la que dejó en casa, la noche anterior. Y, lo que es peor, su hijo ni siquiera existe.

A partir de esas mimbres, Blake Crouch plantea una novela repleta de adrenalina y de sorprendentes giros de guion, con un protagonista perseguido y obsesionado con una sola cosa: recuperar su antigua vida. Para eso tendrá que descubrir qué demonios le ocurre. Y qué es la materia oscura a la que hace referencia el título de la novela.

“Es un misterio, pero hay pistas. La mayoría de astrofísicos cree que la fuerza de las estrellas y las galaxias juntas, lo que hace funcionar nuestro universo, proviene de una sustancia teórica que no podemos medir ni observar directamente. Algo a lo que llaman “materia oscura”. Y esa materia oscura es de lo que se compone la mayor parte del universo conocido”.

Como buena novela policíaca, “Materia oscura” aportará luz a un misterio que excede otros que hemos traído a esta sección en ocasiones precedentes. Un misterio cuya resolución, sin embargo, exige de las herramientas habituales: investigación, seguimiento de pistas, deducción… y acción. Mucha acción.

Les aconsejo que lean la novela de Blake Crouch antes de que la versión cinematográfica llegue a las pantallas de cine. O de televisión. Crouch ha vendido los derechos por un millón de dólares y él mismo está trabajando en la adaptación al medio audiovisual, algo que no le resulta ajeno: M. Night Shyamalan ya adaptó a la televisión su anterior trilogía, “The Wayward Pines”.

“Materia oscura” es una novela negra de ciencia ficción escrita para lectores no habituales del género fantástico. Que nadie espere naves espaciales o espadas láser, eso sí. Las pistolas y los puños son más que suficientes para generar tensión y miedo en el lector.

Y las presencias inquietantes. Unas inesperadas presencias inquietantes que  nada tienen que ver con extraterrestres, aliens o seres venidos del espacio exterior. Porque, ¿y si el infierno no fueran los otros?

En “Materia oscura” seguimos los pasos del protagonista desde el principio de la novela hasta el final. Todo lo que sabemos, lo que no sabemos y lo que sospechamos, será gracias a él. Menos mal que se trata de una mente científica de primer orden. Y de un hombre de acción, que no se achanta ante nada ni ante -casi- nadie.

Y, sin embargo, un diálogo premonitorio:

“¡Qué milagro es tener gente que regrese a casa todos los días!

Que te quieran.

Que te esperen.”

Lo mejor de “Materia oscura”, además de ser una mezcla explosiva entre dos géneros que me apasionan, es que invita al lector a reflexionar sobre determinados momentos de su biografía y a fantasear por cómo habría podido ser su vida si hubiera tomado decisiones diferentes.

Una invitación a que cada uno construyamos nuestro propio Multiverso, a través de una máquina del tiempo literaria que funciona como un adictivo mecanismo de precisión y relojería.

Jesús Lens

Una trilogía tan egoísta como negra

Al final de su charla con Sergio García, en el transcurso de la cuarta edición de Granada Noir, surgió la siempre inevitable pregunta: “¿En qué estás trabajando ahora?” Y Antonio Altarriba nos dio un alegrón: estaba a punto de salir “Yo, loco”, en Norma, la segunda entrega de su Trilogía egoísta, que arrancó con un cómic que ya es leyenda, “Yo, asesino”.

Por el Salón de Caballeros XIV de La Madraza se extendió un inevitable runrún de voces, todo el mundo expectante ante uno de los grandes lanzamientos del año. Y a fe que “Yo, loco” no ha decepcionado…

A través de su Trilogía egoísta, el tándem creativo conformado por Antonio Altarriba al guion y Keko al dibujo está componiendo un inquietante fresco sobre la España contemporánea en el que la Universidad, el mundo del arte y el poder de las grandes empresas e instituciones tienen un papel preponderante.

En “Yo, loco”, el protagonista es un autor teatral muy creativo al que ha contratado una importante compañía farmacéutica para que contribuya a trazar unos perfiles muy especiales: los de determinados comportamientos que podrían ser catalogados como patologías. De esa manera, la empresa puede “crear” el fármaco más adecuado para combatirlas. Solo que nuestro hombre tiene dudas. Éticas, morales y filosóficas. Y eso, en el mundo de la farmacopea y la salud mental…

¿Es razonable que en 1946 la OMS reconociera solo 26 enfermedades mentales mientras que hoy día hay más de 200 catalogadas? ¿Ha evolucionado tanto la ciencia en el campo de la salud mental o existe un interés desmedido por “patologizar” cualquier comportamiento que se salga de lo normal? Esta última posibilidad nos afectaría de dos maneras: sacarnos los cuartos y convertirnos en seres humanos clónicos.

Leyendo el prodigioso tebeo de Altarriba & Keko recordaba una película que, por desgracia resulta imposible de encontrar: “Corredor sin retorno”, de Samuel Fuller. Tratamos de programarla en el AulaCine CajaGranada, en el ciclo dedicado al periodismo de investigación, pero no hubo forma. La película, conmocionante, comenzaba con una cita de Eurípides: “A quienes los dioses quieren destruir, primero les vuelven loco”.

Lean, lean “Yo, loco” y asistan al imparable proceso de caída en la locura de una persona cualquiera. Una narración muy crítica con la desmedida ambición de los directivos de los todopoderosos conglomerados empresariales y, también, muy inquisitivo con las contradicciones del mundo del arte contemporáneo, uno de los leit motivs de la Trilogía egoísta.

El guion de Altarriba no deja títere con cabeza y el agresivo y violento blanco y negro de Keko se convierte en una lección magistral de cómo trasladar la técnica del claroscuro al universo del tebeo. Con esos rastros de amarillo que simbolizan, por supuesto, la locura.

“Yo, loco” conecta a la perfección con otro título de Altarriba & Keko, una especie de spin off de la Trilogía egoísta. “El perdón y la furia” fue un encargo del Museo del Prado en homenaje a José de Ribera, conocido como El Españoleto, seguidor del Tenebrismo de Caravaggio y con una desmedida pasión por representar el martirologio cristiano con todo lujo de detalles, a través de un naturalismo que lindaba con lo sádico y salvaje.

“El perdón y la furia” es otra muestra más de ese claroscuro tan violento que caracteriza la obra en colaboración de Altarriba & Keko y que arrancó en el mítico “Yo, asesino”.

Hace unos años, en el transcurso de una mesa redonda sobre asesinos en serie que tuvimos en Plentzia, Antonio Altarriba nos demostraba que todos podemos ser asesinos, sin necesidad de apelar al arrebato o a la legítima defensa.

“En las profundidades de China existe un mandarín más rico que todos los reyes de quienes hablan la leyenda o la Historia. Nada conoces de él, ni su nombre, ni su rostro, ni la seda con la que viste. Para que tú heredes sus caudales infinitos, basta que hagas sonar esa campanilla que se halla a tu lado, sobre un libro. Él apenas emitirá un suspiro en los confines de Mongolia. Entonces se convertirá en un cadáver y tendrás a tus pies más oro del que puede soñar la ambición de un avaro. Tú, que me lees y eres un mortal, ¿harás sonar la campanilla?”

Así reza el prólogo de “Yo, asesino” uno de los cómics más subversivos que he tenido ocasión de leer. El protagonista, además de declararse como asesino desde el principio de la narración, sin ambages ni subterfugios, tiene los rasgos del propio Altarriba, lo que contribuye a provocar mayor desasosiego aún en el lector.

¿Puede considerarse al asesinato como la performance artística definitiva? En este caso, el ByN propio y característico de los autores del tebeo se verá teñido de súbitos trazos rojos, allá donde brota la sangre.

Por cierto que la tercera entrega de la Trilogía egoísta se titulará “Yo, mentiroso”. Y ya estoy como loco por tenerla en mis manos. Casi, casi me atrevería a decir que mataría por ello. Así es el poder adictivo de Altarriba & Keko.

Jesús Lens