En dos palabras: Nueva-York

En la comedia “Canción de Nueva York” hay un momento en que los personajes hablan sobre la Nueva York contemporánea y la de antes, más peligrosa y violenta, pero también mucho más auténtica y excitante.

 

“¿Qué echas de menos de aquella Nueva York? ¿Que te atracaran en Central Park?”, pregunta de forma retórica uno de los contertulios. “No. Pero sí creo que Nueva York ha perdido su esencia. El barrio más divertido de la ciudad ahora mismo es… Filadelfia”, ironiza el joven protagonista, sin mucho éxito, por otra parte.

 

Después de disfrutar la intensa serie “The Night Of”, de la que hablábamos la semana pasada en esta sección, la simpática comedia de Marc Webb, una mezcla entre el Woody Allen más verborreíco y el Paul Auster de antes; me hizo volver a la Capital del Mundo, metafóricamente hablando, que no hay dos palabras que a un buen cinéfilo le traigan tantos recuerdos como Nueva York.

 

Desde que tengo uso de razón, siempre quise viajar a Nueva York. Y, cuando por fin lo hice, mi libro de cabecera, mi guía de viajes imprescindible fue “El Nueva York de El Padrino y otras películas de la mafia”, de Pau Llavador y María Adell, publicado por Lunwerg.

Por supuesto, pasé por Chinatown y por Little Italy, tomando café en Mulberry St., en un local en el que se habían filmado secuencias de Los Soprano, por ejemplo. Y del imperecedero clásico de Coppola, por supuesto.

 

La realidad de la Nueva York contemporánea, efectivamente, nada tiene que ver con la imagen que nos hemos hecho de la Gran Manzana a través del cine. El viajero mitómano tiene que poner mucho de su parte para ir en el ferry de Staten Island y, al pasar frente a la Estatua de la Libertad, imaginarse cómo la veía el pequeño Vito Andolini, proveniente de Corleone, Sicilia, a comienzos de los años veinte del pasado siglo.

 

(Sigue leyendo esta estrada de El Rincón Oscuro en nuestra revista hermana: Calibre 38)

 

Jesús Lens

The night of… Richard Price

Sé que, ahora mismo, lo que hay que ver es “Mindhunter”, la serie creada, escrita y dirigida por Joe Penhall y en la que participa David Fincher, sobre los primeros pasos del FBI en la captura de asesinos en serie, elaboración de perfiles criminales, etcétera. Es de Netflix y está siendo la revolución en redes sociales. También hay que ver “The Deuce”, por supuesto, protagonizada por James Franco y con el marchamo de David Simon y George Pelecanos, ahí es nada.

Pero antes de abordarlas, no quiero dejar pasar una semana más sin hablar de otra serie, “The Night Of”, de HBO, que está entre lo mejor del año… por mucho que los Emmy apenas la tocaran de refilón. Se trata de una intensa miniserie de ocho episodios en la que se cuenta la historia de Naz, un joven de origen paquistaní, buen estudiante, buen hijo, buen hermano y buen amigo que se pierde en el fragor de la noche neoyorquina y acaba acusado de… un delito bastante grave.

 

Siento la sosería del planteamiento, así contado, pero es que el primer episodio de “The Night Of” es una obra de arte tan sublime que cualquier cosa que cualquier desalmado les anticipe sobre él solo contribuye a desmerecer –parte- de la función.

A partir de ese primer episodio, de cerca de hora y media de duración, siete apasionantes capítulos en los que pasan muchas cosas, pero contadas con una calma y una parsimonia a las que no estamos acostumbrados en el vertiginoso formato audiovisual contemporáneo. El ritmo, moroso, de “The Night Of” es el preciso y necesario para que el espectador se sienta parte de la historia, involucrado en lo que nos cuenta Steve Zaillan, director y coguionista, junto a dos pesos pesados de la escritura cinematográfica y televisiva: Peter Moffat y Richard Price.

Y aquí es a donde quería llegar. A Richard Price. Porque se trata de uno de los grandes genios del Noir del siglo XXI, un todoterreno que escribe novelas monumentales, guiones de cine espectaculares y, por supuesto, series de televisión.

 

Richard Price conforma, junto al Dennis Lehane del que ya hemos hablado otras veces en esta sección (AQUÍ), y al George Pelecanos al que nos referíamos al comienzo de este artículo; la Santísima Trinidad del transmedia negro y criminal contemporáneo.

 

Todo comenzó con “The Wire”, una serie totémica cuyas cinco temporadas (2002-2008) lo cambiaron todo en el mundo de la televisión en general y del género negro y criminal en particular, junto a “Los Soprano”. En el planteamiento, diseño, desarrollo y ejecución de “The Wire” coincidieron Lehane, Pelecanos y Price con David Simon y Ed Burns. ¡Eso es un repóquer de ases y lo demás son tonterías!

Cameo de Lehane en The Wire

Los tres primeros eran novelistas de género negro que ya habían empezado a despuntar. Lehane no solo había escrito varias novelas protagonizadas por Kenzie y Gennaro, dos de sus personajes de referencia, sino que en 2001 había publicado “Mystic River”. Pelecanos, por su parte, había escrito varias novelas protagonizadas por Nick Stefanos, un detective privado de ascendencia griega, como el propio autor.

 

Y Richard Price, por su parte, venía de ganar el Premio Nacional de la Crítica estadounidense con “Clockers”, en 1992, en cuya adaptación cinematográfica trabajó mano a mano con Spike Lee, actividad que no le resultaba desconocida, que ya colaboró con Martin Scorsese en el guion de “El color del dinero”, sin ir más lejos.

Tras su paso por “The Wire”, serie en la que realizaron una extraordinaria labor de trabajo en equipo, puliendo hasta el mínimo detalle todos y cada uno de los guiones, los tres autores han seguido alternando sus guiones para el cine y la televisión con la publicación de extraordinarias novelas, convirtiéndose en referente imprescindible del actual panorama negro-criminal contemporáneo.

 

Novelas basadas en dos premisas fundamentales: un exhaustivo conocimiento del trabajo policial y de cómo funciona la administración de justicia, por lo que rezuman y realismo sin parangón; y un absoluto dominio del diálogo, al que convierten en una de las bellas artes: su trabajo como guionistas influye en su narrativa, por lo que los personajes de las novelas de Lehane, Pelecanos y Price hablan más y mejor que ningún otro.

Así las cosas, ahora mismo podemos disfrutar del trabajo de Richard Price en la televisión, a través de “The Night Of”; y en las librerías, que su última novela, “Los impunes”, fue publicada por Random House Mondadori hace unos meses. Un libro que cuenta la historia de Billy Graves, un sargento de policía cuarentón de Manhattan que trabaja en el turno de noche cuando llega el aviso de la muerte de un antiguo conocido, un maleante llamado Bannion, con el que se las tuvo tiesas en un pasado muy lejano.

 

Si ustedes han visto “The Night Of”, se habrán sentido transportados al interior de las comisarías de policía de Manhattan, una noche cualquiera. A sus calabozos. A los juzgados de guardia. Y, por supuesto, a la cárcel. Por muchas películas y series que hayan visto antes, pocas ocasiones habrán experimentado la misma sensación de realismo que con esta serie.

 

Si les ha gustado “The Night Of”, lean a Price. Si les gusta “The Deuce”, lean a Pelecanos. Si fueron de los primeros descubridores de “The Wire”, les gustó “Boardwalk Empire” o la película “Shutter Island”, de Scorsese; lean a Lehane. Y si son amantes de todas estas series, lean “Homicido: Un año en las calles de la muerte”, del mismísimo David Simon, publicada por Principal de los Libros en nuestro país.

Busquen en las estanterías de las librerías, también, la obra escrita de algunos de los autores que más y mejor cine y televisión negro-criminal están contribuyendo a hacer en este siglo XXI. Porque cada vez existen menos fronteras y compartimentos estancos, que los límites están para desbordarlos.

 

Jesús Lens

 

Maestro Márkaris en Granada

Hace unos años, en Semana Negra, Petros Márkaris se reía cuando le contaba que a mi primer portátil le puse de nombre “Jaritos”, en homenaje a uno de mis personajes favoritos de la novela negra contemporánea.

Y es que Jaritos, Kostas Jaritos, es el nombre del comisario de la policía ateniense que protagoniza la larga saga de novelas policíacas escritas por Petros Márkaris, uno de los grandes maestros del Noir internacional y auténtico referente en lo que se ha dado en llamar el Noir Mediterráneo.

 

La primera aparición de Jaritos data de 1995, en “Noticias en la noche”, una espléndida novela en la que Márkaris mezcla el asesinato de un matrimonio de inmigrantes albaneses con el de una periodista especializada en sucesos de una de las cadenas de televisión más importantes de Grecia. Ahí estaba, ya, el germen de los ejes temáticos de la narrativa del escritor griego: la mala suerte de los desdichados enfrentada a la corrupción que corroe al país heleno como estado y a sus diferentes capas y estructuras de poder.

 

En España, la novela se publicó por primera vez en el año 2000, feliz forma de arrancar el nuevo siglo. Desde entonces, han sido diecisiete años acompañados por Jaritos, por su esposa Adrianí y por Katerina, su hija, a la que hemos visto crecer delante de nuestros ojos. Diecisiete años, también, con Zisis, el amigo comunista de Jaritos, contrapunto necesario que aporta lucidez, socarronería y una necesaria dosis de cinismo a las historias de Márkaris. Diecisiete años… y los que nos quedan. Que Márkaris está en plena forma y escribe a una velocidad vertiginosa, saliendo a una novela por año, en el último lustro.

 

Nacido en Estambul, el 1 de enero de 1937, Petros Márkaris tiene 80 años de edad… y la lucidez, el compromiso y el coraje de un chaval de veinticinco, como tendremos ocasión de comprobar el próximo viernes a las 20 horas, en el Centro Lorca, donde el maestro clausurará la tercera edición del Festival Granada Noir en una jornada muy especial, gracias al apoyo de Fundación Tres Culturas, Granada Ciudad de Literatura UNESCO y Cervezas Alhambra, como patrocinadora del certamen negro andaluz por excelencia.

Van a comprobar ustedes que Márkaris, además de escribir a un ritmo envidiable, habla a una velocidad endemoniada y con una brutal contundencia sobre los temas más variados: literatura, por supuesto, pero también cine, que fue guionista de una película tan extraordinaria y esencial como “La mirada de Ulises”, de  Theo Angelopoulos, con el que ha colaborado en cinco ocasiones.

 

Y hablará de política, y de economía. Y de Alemania y la Troika comunitaria. Y de la crisis. Porque Márkaris, atesorador de una formación enciclopédica, tiene publicado un apasionante libro de ensayos y artículos periodísticos, “La espada de Damocles” (Tusquets. 2012), en el que desgrana lo que ha ocurrido en Grecia, y por extensión en Europa, en estos años de crisis.

 

Es precisamente la crisis el motor que ha animado la escritura de las últimas cinco novelas del maestro griego. El ciclo arrancó con “Con el agua al cuello”, título en absoluto eufemístico: que los banqueros griegos perdieron la cabeza en un momento dado, es algo que todos sabemos. Y que, con ello, contribuyeron a llevar a la ruina a todo un país, europeo y comunitario, y a buena parte de su población; también. Quizá por eso, a modo de justicia poética, Petros Márkaris hace que el antiguo director del Banco Central de Atenas amanezca una mañana asesinado, degollado por arma blanca, con la cabeza seccionada del tronco.

 

–         “¡Ya que nos hicisteis perder la cabeza, el empleo, las pensiones, la sanidad gratuita, la jubilación, la casa y los negocios; yo os voy a hacer perder la cabeza!”, proclama el asesino.

 

Después llegó “Liquidación final”, un libro que comienza con la siguiente advertencia: “Se desaconseja cualquier imitación de los hechos narrados en esta novela”, no en vano, los muertos que comienzan a aparecer en la historia y a cuyo asesino debe encontrar nuestro querido, entrañable y encantador comisario Kostas Jaritos, son notorios defraudadores de hacienda. Muertos, asesinados con cicuta y cuyos cadáveres aparecen en antiguos recintos arqueológicos de una Atenas imposible e intransitable, en la que las protestas callejeras, las manifestaciones y las algaradas se suceden mañana, tarde y noche, sin solución de continuidad.

La novela que se presenta en Granada

Y, por fin, lo que parecía el cierre de la llamada Trilogía de la Crisis: “Pan, educación y libertad”. En ella, en vez de describirse los efectos de la devastadora crisis que asola a los países mediterráneos, directamente fabula sobre ella y nos sitúa en un escenario que, finalmente, no se produjo. Porque ni Grecia ni España dejaron el euro para volver al dracma y a la peseta, respectivamente. Pudo haber pasado. Pero no.

 

En cualquier caso, el contexto en que se desarrolla “Pan, educación y libertad” vuelve a mostrar una sociedad devastada en la que el paro y los recortes salariales y sociales obligan a la gente a volver a una especie de economía de guerra, lo que permite aflorar lo mejor… y lo peor del ser humano. Porque las ollas comunitarias y la solidaridad familiar tienen que convivir con los movimientos xenófobos de Amanecer Dorado y otros grupos de extrema derecha.

 

Pero llegó 2015. Y la crisis no había terminado. Y Márkaris retomó a Jaritos en “Hasta aquí hemos llegado”, en la que muestra cómo la ultraderecha de Amanecer Dorado está formando un estado paralelo, utilizando Internet y penetrando en las estructuras del gobierno de Grecia. Y llegó 2017. Y Márkaris sige escribiendo. En este caso, sobre la ¿post?crisis. En una novela de título preclaro: “Offshore”, en la que el blanqueo de capitales desempeña un papel esencial.

 

¿Hay o no hay argumentos para acompañarnos el viernes en el Centro Lorca, a Márkaris y a un servidor, en una conversación que promete ser apasionante?

 

Jesús Lens

De chupas, abrigos y gabardinas

Cuando ustedes vayan a ver “Blade Runner 2049” -tranquilos, que no voy a desvelar nada sobre su trama ni argumento- se encontrarán al personaje interpretado por Ryan Gosling permanentemente ataviado con un abrigo de corte largo, con las solapas cubiertas de lo que popularmente conocemos como piel de borrego por estos pagos.

 

El caso es que el abrigo tiene su historia. Porque la secuela de “Blade Runner” trata de ir más allá del original, en todos los aspectos, pero respetando casi hasta la veneración uno de los clásicos indiscutibles de la ciencia ficción universal.

Si recuerdan ustedes la película de Ridley Scott, el personaje interpretado por Harrison Ford vestía una prenda que los especialistas llaman trench y que, para un profano como yo, era una gabardina, prensa que conectaba con la vestimenta habitual de los detectives clásicos del cine negro norteamericano.

 

En “Blade Runner 2049”, el clima es más extremo, más duro, más agresivo. Los paisajes por los que transitan los personajes son descarnados, apocalípticos y agrestes… aunque sean urbanos. Y, por tanto, una gabardina ya no era suficiente. Se imponía que Gosling vistiera una prenda más acorde con el entorno, de carácter cuasimilitar.

Y ahí le tenemos, con un abrigo fabricado de grueso algodón, tratado con una capa impermeable, con costuras redondeadas en los hombros, cuatro bolsillos multifuncionales y un diseño que permite cerrar el abrigo de forma cruzada, lo que convierte a las solapas en un cuello alto que protege nariz y boca en entornos hostiles repletos de polvo y polución.

 

Una idea, por cierto, del propio actor, con mucha vista para esto de la moda. No sabemos si Zara o El Corte Inglés tendrán este modelo de abrigo en su colección de otoño-invierno, pero no estaría de más asomarse a ver.

 

Ryan Gosling, con su cara de buen chico y aspecto despistado, también lució una chupa inolvidable en la película que le propulsó a la fama. ¿Se acuerdan de su papel en “Drive”, un conductor frío como el hielo al que contrataban para pilotar coches durante la comisión de atracos? ¿Y recuerdan aquella cazadora dorada, con el escorpión a la espalda? Pues también fue idea de Gosling, tal y como explica el diseñador de vestuario Erin Benach: “el actor había comprado una chaqueta coreana de los años 50, de esas que te llevas como souvenir si visitas un país, con la que se paseaba por el plató. Creamos una parecida, aunque cambiamos el nylon del cuello y de las muñecas por algodón”. En principio, iba a ser plateada, pero no daba bien en cámara. De ahí su definitivo color áureo.

Lo del escorpión llegó después, inspirado en un cortometraje de Kenneth Anger de corte homoerótico protagonizado por un motero llamado Scorpio que recorre las calles de Los Ángeles a toda velocidad… sin olvidar que el signo zodiacal de Gosling, nacido el 12 de noviembre de 1980, es Escorpio, por supuesto.

 

Para chaquetas cuestionablemente molonas, la que lucía el inefable Nicholas Cage en “Corazón salvaje”, una de las películas menos recordadas y más incomprendidas de David Lynch. La abrasadora y demencial historia de amor de Sailor y Lula encontraba en la cazadora que vestía Sailor -y que tantos problemas le provocaba- una auténtica declaración de principios que oscilaba entre lo sublime y lo patético: “¡Esta es mi chaqueta de piel de serpiente! Y para mí es un símbolo de mi individualidad, y mi creencia en mi libertad personal”; dicho lo cual… se liaba a mamporros con cualquiera que hubiera osado cuestionar su barroco estilismo y su discutible gusto estético.

Pero si hablamos de piel de serpiente hay que recordar la película que, con dicho título, protagonizó Marlon Brando, a las órdenes de Sidney Lumet. Un Brando que, además de actor excepcional, fue icono de la moda. ¿Cómo olvidar una de sus imágenes más populares y universalmente extendidas, apoyado sobre una moto, con su chupa de cuero negro y su gorra con visera ladeada sobre la cabeza?

 

Echen un vistazo en Ebay y verán los precios que alcanzan dichas gorras. Y no digamos ya las cazadoras negras de piel que le identificaban como el líder de la banda de moteros de “Salvaje”, cinta de 1953 que contribuyó a consolidar a Brando como uno de los iconos del cambio generacional del cine norteamericano.

¿Y qué me dicen de aquel memorable abrigo con el que Brando se protegía del frío glacial del puerto de Nueva York, donde trabajaba como estibador tras haber colgado los guantes de boxeo, en “La ley del silencio”? Era una cazadora a cuadros, posiblemente negros y rojos, que la excelente fotografía de Boris Kaufman hacía relucir con luz propia. Una cazadora que, por supuesto, hoy haría furor entre esos Hipster aficionados a los cuadros canadienses con pasión por cortar árboles a hachazo limpio, metafóricamente hablando.

En un futuro volveremos sobre las chupas de personajes como el Renton de “Traisnpotting”, el Tyler Durden de “El club de la lucha” o el Jimmy Stark de “Rebelde sin causa”, películas no canónicamente negras, pero que tanto comparten con la filosofía del Noir.

 

Sin embargo, estas líneas sobre estilismo no pueden obviar al icono del cine negro clásico por excelencia, la primera prenda que a todo buen aficionado se le viene a la cabeza cuando piensa en películas como “El sueño eterno” o “Casablanca”: la gabardina, segunda piel de un Humphrey Bogart que la vestía con el mismo aplomo y seguridad en el norte  de África, a punto de perder a su amada por siempre jamás, que en la no-tan-soleada California, si hacemos caso a esa Los Ángeles, húmeda y lluviosa, de la película de Hawks.

Y es que la magia del cine, esa maravillosa e increíble fábrica de sueños, es capaz de convencernos de (casi) cualquier cosa.

 

Jesús Lens

¿Qué es ser una heroína, hoy?

Esa es la pregunta a la que responderán, a lo largo del próximo fin de semana, las escritoras de género negro que Granada Noir ha convocado en el Cuarto Real de Santo Domingo, dentro del proyecto Hnegra.

Un proyecto que, tras su presentación y puesta de largo en Granada, viajará a Aragón antes de continuar su periplo por una larga ruta de festivales dedicados al género negro. Porque el proyecto Hnegra es una iniciativa de mucho calado y largo alcance de la que no dejaremos de oír en los próximos meses.

 

Hnegra es un proyecto multidisciplinar con varios componentes fundamentales que se complementan y retroalimentan entre sí. Es, para empezar, un libro de cuentos. Pero también es una exposición de ilustraciones. Y ambas iniciativas serán estrenadas en Granada el próximo viernes, 29 de septiembre.

A partir de ahí, Hnegra irá adoptando diferentes formas. En Granada, por ejemplo, tendrá mucha visibilidad y protagonismo en los bares, gracias al patrocinio de Cervezas Alhambra, que permitirá disfrutar de encuentros y charlas con autoras de género negro en diversos garitos de la ciudad, disfrutando de una cerveza bien fría y de una tapa especial, diseñada al efecto.

 

Pero… ¿qué es Hnegra exactamente? Empecemos hablando del libro. Tal y como explica Fernando Marías, impulsor de un proyecto materializado gracias a la editorial Alrevés y a Ámbito Cultural El Corte Inglés: “hemos pedido a 22 autoras, nombres clave de la novela negra actual de nuestra literatura, pero también escritoras de otros ámbitos, además de dramaturgas, cineastas, periodistas, directoras de escena, actrices y poetas; que escriban un relato breve de atmósfera negra protagonizado por una mujer, que puede ser heroína o villana, justiciera o criminal, víctima o verdugo; la única condición era que su protagonista no fuera representante de la ley con placa y pistola. Posteriormente, convocamos a 22 ilustradores para que adaptaran los relatos”.

El libro Hnegra, una auténtica joya hermosamente editada, se compone de los 22 relatos y de sus correspondientes 22 adaptaciones en forma de ilustración. Y resulta una gozada comprobar cómo ha interpretado en clave visual, cada ilustrador, a la heroína que le ha tocado en suerte. Sobre ese tema también habrá una mesa redonda en Granada Noir, en la que participarán ilustradores como Javier Olivares, Premio Nacional del Cómic, Enrique Bonet, Santiago Sequeiros o Maite López.

 

Pero volvamos a la pregunta central: ¿Qué es ser una heroína, hoy? Le hemos preguntado a tres reconocidas autoras de género negro, que estarán en Granada Noir y cuyos relatos forman parte de Hnegra.

 

Para Berna González Harbour, “heroína en realidad es la superwoman que hoy logra trabajar, tener vida, amar y querer y disfrutar todo a la vez manteniendo el tipo. Desde un punto de vista literario es una construcción compleja: seguimos aferrados a dos tipos de modelos atávicos y clichés: Una es la mujer de escote, poco cerebro y muchas curvas como estímulo de las investigaciones; y otro es las investigadoras incipientes que muestran inteligencia pero aún no pueden exhibir borracheras o debilidades tan profundas como las de los hombres “Marlowe”. A la mujer se le exige siempre más, también en el protagonismo heroico sin desbarrar porque si desbarran, algo se desencaja en el esquema. Tenemos mucho que asimilar literariamente también para convivir con ellos sin necesidad de ser una (aparentemente) inofensiva Miss Marple”. Interesante planteamiento que nos invita a pensar en la novela del futuro protagonizada por mujeres.

Para Empar Fernández, “una heroína negra no necesita superpoderes, pero sí ingenio, valor y recursos. Tiene clarísimo que debe exigir que la respeten y se siente muy orgullosa de ser una mujer”.

 

Por su parte, Nieves Abarca, considera que “en la vida normal la heroína que gusta es la mujer 10: trabaja, hace las cosas de casa, se cuida y cuida a los niños sin descascarillarse la manicura… Pero en el «mundo noir», los papeles se cambian: la heroína puede ser tanto la malvada asesina sin escrúpulos como la abnegada policía que ofrece su vida por los débiles. Lo mismo que han sido siempre los hombres, protagonistas de su vida y de su historia, villanos o héroes. En el mundo noir todos somos iguales ante la literatura”.

Me surge una interrogante al leer los planteamientos de tres autoras como Berna, Empar y Nieves: ¿puede la literatura contribuir a cambiar la realidad? O, al menos, la percepción que tenemos de la realidad…

 

En ese sentido Granada Noir y AulaCine CAJAGRANADA han diseñado un ciclo de diez películas que, de forma paralela al proyecto Hnegra, invita a los espectadores a reflexionar sobre el papel de la mujer en el cine policíaco norteamericano a lo largo de la historia.

Así, la mujer ha pasado de ser la compañera sentimental del protagonista o la pérfida mujer fatal que lo arrastra a la perdición, en el cine de los años 30 a 60 del pasado siglo, a ser un personaje con individualidad propia cuyas aristas y perfiles resultan mucho más completos y creíbles en películas significativas de los 70 y los 80.

 

Por fin, el cambio de siglo ha permitido que veamos películas en las que la mujer es la heroína indiscutible del cine negro más moderno y atractivo, en igualdad de condiciones a los personajes masculinos, tal y como defendían Berna González Harbour, Empar Fernández y Nieves Abarca.

Para quienes sostenemos que el cine, la literatura y el arte en general son  poderosas herramientas para la transformación social, proyectos como Hnegra son esenciales, al permitirnos reflexionar sobre la realidad del momento en que vivimos a partir de un pasado compartido. Y todo ello con el fin último de trabajar y pelear por la consecución de una sociedad más justa e igualitaria en el futuro más inmediato.

 

Jesús Lens