Los Doce Monos viajan en el tiempo

Un tipo muy desastrado aparece en las sucias y oscuras calles de la Nueva York de los años 90 del pasado siglo. La Gran Manzana empezaba a dejar de ser una de las ciudades más peligrosas del mundo, pero todavía distaba mucho de convertirse en la urbe amable, familiar y luminosa que es hoy en día.

Aun así, el tipo desentona. Y eso que pulula por callejones mugrientos, entre edificios medio abandonados, cerrados a cal y canto con rejas, verjas y candados. Desentona porque está ansioso e hiperexcitado -incluso para los estándares de la jungla de asfalto- soltando incoherencias sin sentido. Por ejemplo, cuando dice que viene del futuro para ejecutar una arriesgada misión que salvaría a la humanidad. Nuestro hombre, cómo no, acabará internado en un psiquiátrico. Y, a partir de ahí…

Terry Gilliam, uno de los directores más visionarios del cine contemporáneo y de los que mayor fuerza visual imprimen a sus películas, dirigió en 1995 “Doce monos”, una sorprendente película a caballo entre el noir y la ciencia ficción. El viajero del futuro es Bruce Willis, que da vida a James Cole, un criminal convicto que proviene de un Planeta Tierra arrasado por un misterioso y letal virus.

Su misión: volver al pasado para erradicar la amenaza del virus, utilizando para ello todos los medios necesarios. Los sospechosos: una misteriosa banda conocida como “Doce monos”. Y, flotando en el ambiente, una terrible conspiración.

“Doce monos”, en la que también participan Madeleine Stone y Brad Pitt, es una de las mejores películas de Gilliam. La narración avanza a un ritmo prodigioso y la atmósfera onírica y pesadillesca que rezuma la pantalla dota a la película de un irresistible magnetismo, al que contribuye una banda sonora con piezas a Astor Piazzolla y Tom Waits. Además, el guion firmado por Janet y David Peoples -autor de los libretos de clásicos como “Sin perdón” o “Blade Runner”- está perfectamente ajustado para atar en corto al siempre desbordante Gilliam.

Volviendo a la trama de la película, en sus pesadillas, a Cole le asalta una secuencia de forma recurrente que no sabe cómo encajar en su mente: un tiroteo en un aeropuerto que termina con un hombre muerto. Y es esta imagen la que nos permite enlazar con otra película, sorprendente, extraña y maravillosa, francesa en este caso: “La Jetée”, dirigida en 1962 por Chris Maker.

Se trata de una película de pura ciencia ficción de 28 minutos de duración nada más que, en realidad, es una fotonovela: el director la compone filmando una serie de fotografías en blanco y negro que dan contexto a la narración que las acompaña y que apenas cuenta con una breve secuencia de imágenes en movimiento.

En el caso de la cinta francesa, el mundo ha sufrido un apocalipsis nuclear y un grupo de científicos envía a un prisionero a través del tiempo. Primero hacia el pasado, para pedir ayuda y concienciar a las autoridades sobre la tragedia que está por llegar. Después, hacia el futuro, a ver si alguna civilización les puede socorrer. El prisionero elegido aprovechará su periplo para reencontrarse con una enigmática mujer cuya imagen tiene grabada a fuego en su memoria: la conoció de niño, en un aeropuerto, instantes antes de que un hombre falleciera frente a él, abatido por una bala.

Surrealista y original hasta niveles inauditos, “La Jetée” es una película de culto que, treinta años después de ser filmada, tuvo una afortunada revisión que la adaptaba a los terrores del momento, cambiando el escenario y desarrollando un arco argumental perfectamente coherente y respetuoso con el espíritu de la cinta original.

Ambas películas se proyectarán en el Teatro CajaGranada, en el marco del Festival GRAVITE patrocinado por Bankia, y permitirán a los espectadores contemplar cómo el cine viaja en el tiempo, reinventándose maravillosamente.

Algo muy distinto a lo que ocurrió en 2015, cuando el canal Syfy estrenó una serie de televisión igualmente titulada “Doce monos” y que, partiendo de la película de Gilliam, consumió 4 temporadas y 47 episodios en hacer un enorme batiburrillo con el material original.

Interpretada por Aaron Stanford, Amanda Schull y Kirk Acevedo, la serie mezcla el argumento principal con el ambiente postapocalíptico impuesto por las series de zombis tan en boga, con grupúsculos de humanos que pelean entre sí por hacerse con los restos del naufragio entre disparos, celadas, secuestros y traiciones. No es que la serie esté mal. Es que es… otra cosa.

El universo de “Doce monos” es una extraordinaria muestra de cómo las buenas historias evolucionan en el tiempo, cambiando los formatos, los estilos y la estética. Más de cincuenta años después, sigue vigente la fascinante y arrebatadora idea de Chris Maker, nacido como Christian François Bouche-Villeneuve en Francia, en 1921. Un guionista y director fascinado por temas como la memoria, los recuerdos y la nostalgia de un tiempo pasado que se puede reinventar de mil maneras, pero que no desaparece jamás.

Jesús Lens

Café alpujarreño con Eduardo Castro

Quedamos en el Chencho, el mismo garito zaidinero donde nos encontramos hace unos meses, por pura casualidad. La idea era hablar de una actividad que estamos preparando para GRAVITE, el festival sobre el Viaje en el Tiempo que arranca a final de este mes, pero en cuanto dejamos más o menos resuelta la cuestión, comenzamos a hablar de La Alpujarra.

Se lo he contado en otras ocasiones: el libro que más me ha influido en mi desaforada pasión por la inigualable comarca granadina fue la Guía General de la Alpujarra, un tocho de 450 páginas publicado en 1992 por la antigua Caja de Ahorros. A mis veinte añitos tiraba mucho de las Guías del Trotamundos, de marcado carácter práctico y utilitarista. Asomarme a la magna obra de Eduardo Castro fue doblemente revelador: se trataba de una guía cargada de erudición, historia y literatura que, además, nos descubría un territorio mítico y majestuoso… que se encontraba a tiro de piedra, accediéndose a él a través del km. 37 de la antigua carretera de la Costa, cruzando el Puente del Tablate.

Al tratarse de una magnífica edición repleta de fotografías, el libro de Eduardo pesaba lo suyo. Siempre me dio igual: era lo primero que echaba a la mochila cuando subía a La Alpujarra y nunca me faltó en ningún recodo del camino, por lejos que me encontrara.

25 años después de su publicación y completamente agotado, la Diputación de Granada reeditó el libro con el título de “La Alpujarra en caballos de vapor”. Tal y como se expresa en su nota introductoria: “no esperen encontrar una guía turística al uso actualmente extendido entre viajeros solo interesados en cuestiones intrascendentes, sino el relato detallado de su propio recorrido por la comarca”. Un recorrido, además, que incluye el maravilloso trayecto entre Granada y el Puente del Tablate, a través del Valle de Lecrín.

Las cuatro o cinco veces que fui a La Alpujarra el año pasado tiré de los caballos de vapor de Eduardo, deleitándome con su erudición, con la magia de las poesías que se incluyen en el libro, con las explicaciones topográficas, geográficas y etnográficas y con la historia, tan bellamente, tan sugestivamente narrada.

Si algo me enseñó Eduardo Castro, y la reedición de su libro vuelve a demostrar, es que no hay viaje más excitante que el viaje alpujarreño.

Jesús Lens

Materia oscura: un viaje en el tiempo negro y criminal

En la vida de todas las personas hay momentos decisivos en que nos vimos obligados a tomar una decisión. Momentos definitorios que marcaron el resto de nuestra existencia. Momentos sobre los que volvemos, pasado el tiempo, para preguntarnos: ¿qué habría ocurrido si en vez de hacer X hubiera hecho Y?

Este es el punto de partida de la teoría de los Multiversos o Universos Paralelos, uno de los temas clásicos del género de ciencia ficción y base de la novela “Materia oscura”, de Blake Crouch, publicada por Nocturna Ediciones.

Jason Dessen es el protagonista de una fantástica novela que aúna el género negro con el viaje en el tiempo. Jason es un profesor de física que vive en Chicago con su esposa y un hijo adolescente. Llevan una vida tranquila y sosegada, pero puntualmente se plantea que hubiera sido de ellos y, en un momento dado, no hubiera renunciado a su carrera como prometedor investigador para centrarse en la familia.

Se lo plantea, por ejemplo, la noche en que un antiguo compañero celebra la consecución de un importante premio de astrofísica. Están en el bar, toman unas copas y surge la conversación: “Jason, tú podrías haber ganado este premio si hubieras seguido investigando, en vez de conformarte con dar clases en la Universidad”…

Pero entonces, lo más seguro es que Jason no se hubiera casado con Daniela y su hijo, Charlie, no estaría dibujando bocetos de cordilleras alpinas en su cuaderno mientras disfrutan de su agradable cena de los jueves. Si Jason se hubiera centrado en su carrera como investigador, Daniela habría pasado de él. Y Charlie no habría nacido. Que tetas y sopas…

Iba Jason pensando en todas esas cosillas cuando un tipo con pasamontañas le sale al paso. No se trata de un atraco. Es un secuestro. El asaltante le conduce a un sitio extraño, introduciéndole en una misteriosa caja. Jason se queda dormido. Y, cuando despierta y huye, se encuentra con que su mujer no es la misma persona a la que dejó en casa, la noche anterior. Y, lo que es peor, su hijo ni siquiera existe.

A partir de esas mimbres, Blake Crouch plantea una novela repleta de adrenalina y de sorprendentes giros de guion, con un protagonista perseguido y obsesionado con una sola cosa: recuperar su antigua vida. Para eso tendrá que descubrir qué demonios le ocurre. Y qué es la materia oscura a la que hace referencia el título de la novela.

“Es un misterio, pero hay pistas. La mayoría de astrofísicos cree que la fuerza de las estrellas y las galaxias juntas, lo que hace funcionar nuestro universo, proviene de una sustancia teórica que no podemos medir ni observar directamente. Algo a lo que llaman “materia oscura”. Y esa materia oscura es de lo que se compone la mayor parte del universo conocido”.

Como buena novela policíaca, “Materia oscura” aportará luz a un misterio que excede otros que hemos traído a esta sección en ocasiones precedentes. Un misterio cuya resolución, sin embargo, exige de las herramientas habituales: investigación, seguimiento de pistas, deducción… y acción. Mucha acción.

Les aconsejo que lean la novela de Blake Crouch antes de que la versión cinematográfica llegue a las pantallas de cine. O de televisión. Crouch ha vendido los derechos por un millón de dólares y él mismo está trabajando en la adaptación al medio audiovisual, algo que no le resulta ajeno: M. Night Shyamalan ya adaptó a la televisión su anterior trilogía, “The Wayward Pines”.

“Materia oscura” es una novela negra de ciencia ficción escrita para lectores no habituales del género fantástico. Que nadie espere naves espaciales o espadas láser, eso sí. Las pistolas y los puños son más que suficientes para generar tensión y miedo en el lector.

Y las presencias inquietantes. Unas inesperadas presencias inquietantes que  nada tienen que ver con extraterrestres, aliens o seres venidos del espacio exterior. Porque, ¿y si el infierno no fueran los otros?

En “Materia oscura” seguimos los pasos del protagonista desde el principio de la novela hasta el final. Todo lo que sabemos, lo que no sabemos y lo que sospechamos, será gracias a él. Menos mal que se trata de una mente científica de primer orden. Y de un hombre de acción, que no se achanta ante nada ni ante -casi- nadie.

Y, sin embargo, un diálogo premonitorio:

“¡Qué milagro es tener gente que regrese a casa todos los días!

Que te quieran.

Que te esperen.”

Lo mejor de “Materia oscura”, además de ser una mezcla explosiva entre dos géneros que me apasionan, es que invita al lector a reflexionar sobre determinados momentos de su biografía y a fantasear por cómo habría podido ser su vida si hubiera tomado decisiones diferentes.

Una invitación a que cada uno construyamos nuestro propio Multiverso, a través de una máquina del tiempo literaria que funciona como un adictivo mecanismo de precisión y relojería.

Jesús Lens

Fernando Marías, I Premio Viajero en el Tiempo del festival GRAVITE

El festival GRAVITE, que celebrará su primera edición entre el final de enero y el comienzo de febrero del año que viene en Granada, con el patrocinio principal de Bankia y CajaGranada Fundación, ya tiene a su primer ganador del Premio Viajero en el Tiempo: el escritor Fernando Marías.

En palabras de Gustavo Gómez y Jesús Lens, directores de GRAVITE, “Fernando Marías representa el espíritu de nuestro Festival y, además de ser una inspiración constante para nosotros, a través de su obra ha actualizado y traído al siglo XXI a diferentes mitos y personajes históricos, a los que hace viajar a través del tiempo. Desde su primera novela, “La luz prodigiosa”, en la que fabulaba con la posibilidad de que Federico García Lorca no hubiera muerto, dándole una segunda vida en la ficción, hasta su proyecto más reciente, “Frankenstein resuturado”; Fernando Marías se ha convertido en un referente imprescindible de la fantasía española contemporánea”.

Gómez y Lens resaltan, también, la importancia de una novela como “Invasor”, una magistral actualización del mito vampírico que tuvo su versión cinematográfica en la película del mismo título, dirigida por Daniel Calparsoro.

“Además de ser un escritor aclamado por crítica y público, ganador de premios literarios de la importancia del Nadal, el Primavera, el Ateneo o el Biblioteca Breve, entre otros; Fernando Marías es uno de los agitadores culturales más importantes del siglo XXI en España, habiendo puesto en marcha proyectos pioneros y disruptivos como “Diodati se mueve”, “Hijos de Mary Shelley” y “Frankenstein resuturado”. Proyectos, ambos, que son un viaje en el tiempo en sí mismos”, señalan los director de GRAVITE.

Biografía de Fernando Marías

Fernando Marías es un escritor y guionista de cine y televisión, nacido en Bilbao el 13 de junio de 1958. En 1975 se trasladó a Madrid para estudiar Cinematografía, escribiendo sus primeros guiones para televisión, entre ellos los de los falsos documentales Páginas ocultas de la historia.

Su primera novela, “La luz prodigiosa”, data de 1990 y con ella ganó al año siguiente el Premio Ciudad de Barbastro, un aldabonazo e impulso que animó a Fernando Marías seguir escribiendo.

Fernando Marías ha ganado algunos de los premios literarios españoles más importantes, destacando por encima de todos el Premio Nadal de 2001, el Ateneo de Sevilla de 2005, el Dulce Chacón de Narrativa de 2005 y el Nacional de Literatura Infantil y Juvenil de 2006.

De entre sus guiones para cine hay que mencionar El segundo nombre (2001) y La luz prodigiosa (2002), por el que recibió nominaciones a Mejor Guión Adaptado en los Premios Goya y del Círculo de Escritores Cinematográficos en 2003.

En 2010 resultó ganador del Premio Primavera por su novela “Todo el amor y casi toda la muerte”, al que siguió en 2015 el prestigioso Biblioteca Breve por “La isla del padre”.

Frankenstein resuturado

“Frankenstein resuturado” es un proyecto puesto en macha por Fernando Marías cuya sosegada y tranquila lectura consituye, para los amantes del género fantástico y de ciencia ficción, una vuelta a los orígenes, un regreso a las fuentes de las que manan la creatividad, la imaginación y la pasión lectora.

Recordemos que “Frankenstein o el Moderno Prometeo” es una novela cuya génesis hay que situar en Suiza, en Villa Diodati, a orillas del lago Lemán, durante aquel año -1816- en que el verano nunca llegó.

—“Cada uno de nosotros escribirá una historia de fantasmas”— exclamó Lord Byron. Y todos los presentes en aquella mítica reunión accedieron a hacerlo. “Yo me esforcé en pensar una historia… que hablase de los misteriosos miedos de la naturaleza humana, y despertase verdadero espanto; que hiciera que al lector le aterrase mirar a su alrededor, que le helase la sangre y acelerase los latidos de su corazón”, sigue escribiendo Mary Shelley en el prólogo de “Frankenstein o el moderno Prometeo”.

200 años después de la publicación de la primera edición de uno de los clásicos por excelencia de la literatura de ciencia ficción hacemos un viaje en el tiempo y nos encontramos en plena celebración colectiva de la novela de Mary Shelley, tal y como Fernando Marías ha descrito el proyecto “Frankenstein resuturado”.

Un proyecto que parte de una pregunta que se hace la incansable y portentosa mente creativa de Fernando Marías: “¿Cuál habría sido el periplo de la criatura de Frankenstein si hubiera vivido las veinte décadas transcurridas desde su nacimiento oficial en 1818 hasta hoy?”

El resultado da forma a un ambicioso y monumental proyecto basado “en el anhelo y la invención”. Para empezar, un libro publicado por Alrevés que, a una nueva traducción de la novela de Mary Shelley, realizada por Lorenzo Luengo y adaptada al lector contemporáneo, siguen 21 propuestas creativas que vuelven a combinar la literatura con la ilustración.

21 relatos y su correspondiente representación gráfica, con la Criatura de Frankenstein transitando a lo largo de otras tantas décadas: las que van de 1818 hasta hoy.

Un auténtico viaje en el tiempo que comienzan Julio César Iglesias al teclado y Raquel Lagartos a los pinceles y que culminan la poesía de Raquel Lanseros y el dramatismo gráfico de Sequeiros, seguido su poema de un sorprendente epílogo de Aixa de la Cruz y Carlos Spottorno.

Resulta imposible nombrar a la pléyade de cuentistas y dibujantes con que cuenta “Franskenstein resuturado”, de Juan Ramón Biedma, Elia Barceló o la granadina Clara Peñalver a Premios Nacional del Cómic como Elena Odriozola o Javier Olivares. Hay maestros consagrados del relato corto, como Matías Candeira, o del terror y la ciencia ficción, como Juan Miguel Aguilera o Ismael Martínez Biurrun.

Como escribe Fernando Marías, “dicen que Frankenstein es una cumbre del terror, que inventó la ciencia ficción, que acuñó preguntas imposibles de contestar y que cambió la historia de la literatura. Sin refutar ninguna de esas ideas, también cabe sentirla como la mejor novela sobre la soledad humana que se haya escrito. No sabemos, ni nos importa, si Mary Shelley cambió el mundo. Pero sí sabemos que nos cambió a nosotros”.

Lo dicho. Este proyecto invita a retroceder 200 años y sumergirse de nuevo en la historia de Frankenstein. A partir de ahí se inicia un fascinante viaje en el tiempo que nos conduce hasta este 2018… e incluso más allá.

Hijos de Mary Shelley

El 16 de junio de 1816, un grupo de escritores que con el tiempo merecerían el rango de leyenda —Mary Shelley, lord Byron, Percy Shelley, John Polidori— se reunieron alrededor de la chimenea en el salón de Villa Diodati, junto al lago Lemán, y jugaron, durante la larga noche que así comenzaría, a idear historias de terror que se narraron unos a otros. De aquella reunión surgió, engendrada en la mente de la única mujer presente, Mary Shelley, la más desgarrada historia de soledad y afán de amor que ha dado la literatura mundial: Frankenstein o el moderno Prometeo.

Más de ciento noventa años después, en los alrededores de 2010, los novelistas y editores Fernando Marías, Ramón Pernas y Silvia Pérez Trejo decidieron crear una plataforma para rendir homenaje a aquella noche irrepetible, convocando a escritores actuales para que escriban y narren ante el público historias góticas, románticas y de terror.

El resultado: seis libros publicados entre 2011 y 2016 por Imagine Ediciones con cientos de relatos escritos por la mayor parte de los mejores escritores españoles contemporáneos. Libros ilustrados que han dado pie a un sinfín de proyectos complementarios: obras de teatro, monólogos, ilustraciones, cortometrajes y un etcétera tan largo como la portentosa imaginación de su editor, Fernando Marías.

A destacar que el libro correspondiente al año 2011 con el que se inició el proyecto se tituló “Cronotemia y otras historias de viajeros en el tiempo”, buena prueba del propósito que animaba a Marías a la hora de ponerlo en marcha.

El Festival GRAVITE

 

GRAVITE es un festival multidisciplinar de carácter popular con el Viaje en el Tiempo como protagonista, puesto en marcha en 2018 por Gustavo Gómez y Jesús Lens y que cuenta con el patrocinio de Bankia y CajaGranada Fundación, la colaboración del Hotel Alhambra Palace, la Diputación de Granada y la Alianza Francesa de Granada; y el apoyo de la Consejería de Cultura, Turismo y Deportes de la Junta de Andalucía, Ayuntamiento de Granada y Fundación PTS, además de otras empresas, comercios y particulares.

 

GRAVITE es un festival que nace con la voluntad de aunar ciencias y letras, historia y divulgación científica. Y lo hace en Granada, una ciudad milenaria donde todas las culturas han dejado su impronta y que, sustentada en un pasado prodigioso, apunta al futuro como Ciudad de la Ciencia y la Innovación.

GRAVITE promueve un variado maridaje de propuestas culturales de calidad contrastada; una cita de carácter abierto, creador, innovador, participativo y gratuito, que saca la cultura a la calle, a los barrios y a los pueblos y la lleva a bares, bibliotecas, clubes, cines, cafés y otros espacios singulares.

 

Un festival cuyo programa está abierto a todas las ciencias y las artes y que permite maridar las disciplinas más diferentes, posibilitando el contacto y la relación directa entre científicos, autores, creadores, público y aficionados.

El vídeo de presentación de GRAVITE, realizado por Acento Comunicación, está en YouTube: https://youtu.be/bLOxeFwuFOE

Alhambra Palace como icono

Hay llamadas sorprendentes que te alegran la vida. La del pasado sábado fue una de ellas: se está grabando un documental sobre el hotel Alhambra Palace y me preguntaron si quería participar, hablando de cine y la presencia e influencia del hotel en películas como “Días contados” o en el proyecto fallido de Orson Welles sobre Lorca.

El mítico Agustín Penón de Enrique Bonet, también estuvo en el Palace…

Hoy fue el día y, aunque estaba citado a las 12, llegué una hora antes para darme el gustazo de desayunar en una de las grandes terrazas de Granada. Como estaba nublado, hacía fresco y era tarde, no había un alma. ¡Qué gustazo, disfrutar de aquella vista y de aquella soledad! Háganme caso: dense el lujo. El capricho. Regálense a ustedes mismos una hora en la terraza del Alhambra Palace. Por el precio de un café o una caña, disfrutarán como enanos.

El Palace forma parte de skyline de Granada. Su rojo berbellón es tan reconocible como el blanco nuclear de la Fundación Rodríguez Acosta. Y qué gran partido le sacó Imanol Uribe en su brutal adaptación de la novela del maestro Juan Madrid: el Palace como símbolo del amor más tórrido y abrasador.

¿Sabían ustedes que Douglas Fairbanks y Mary Pickford se alojaron allí? Es un dato que me emociona: entrar en el Palace es como hacer un viaje en el tiempo. ¡Más de cien años lo contemplan! Casi la misma edad que tiene el cine.

Leo el libro sobre la historia del Hotel Alhambra Palace que se presentó hace unos meses y disfruto de cada página, desde el prólogo de Rafael Guillén: “Al hablar del patrimonio cultural de una ciudad, muy raramente se menciona un hotel. Sin embargo, esta forma de hospitalidad para con el viajero o visitante, imprescindible en cualquier circunstancia, pocas veces tiene el merecido realce”.

Cómo se nota que Rafael pertenece a la estirpe nómada de buenos viajeros que, teniendo puerto al que regresar, disfruta de cada etapa del viaje. Ahora que viajo menos, tomar un café en el Palace me reconcilia conmigo mismo y con mi pasión por por los horizontes lejanos.

Jesús Lens