Me he quedado anonadado al leer el siguiente titular a través de un smartphone, en la edición digital de IDEAL: “Convocan un rezo del Rosario para protestar contra la celebración del Ramadán en el Triunfo”.
Sí, sí, estimados lectores. Lo han leído bien. En pleno siglo XXI, en Europa y en un estado aconfesional. En junio de 2017. Representantes de una confesión religiosa convocan un rezo para protestar contra una celebración de otra confesión religiosa. En una plaza pública de la ciudad.
Lo siento. Perdónenme, pero no entiendo nada.
Cuando vi que el Ayuntamiento estaba detrás de la celebración de un acto sobre el Ramadán, en el Triunfo, reconozco que me molestó. Mínimamente, pero me molestó. Y no porque fuera un acto islámico, no. Ni, tampoco, porque se celebrara en un lugar que parece ser patrimonio de la Inmaculada Concepción. Me molestó porque, otra vez, se apoyaba institucionalmente una manifestación religiosa. Y la cosa ya cansa. Pero tampoco le di mayor importancia.
Lo que ha ocurrido desde entonces, sábado por la noche, hasta ahora, quiero pensar que es culpa de esta primera ola de calor, que nos ha pillado desprevenidos, cayendo tan pronto. El carrusel de imprecaciones, la tensión creciente en redes sociales, los insultos cruzados, la falta de respeto y la intolerancia más exarcebada ha sacado a luz una islamofobia que, más que latente, estaba a flor de piel.
Cualquiera que pasee por la plaza de la Catedral encontrará cada día a cientos de personas de todos los orígenes, razas, credos y extracciones, disfrutando del entorno. Lo mismo ocurre en el Mirador de San Nicolás, a escasos metros de la Mezquita Mayor del Albaycín.
Gente mayor y gente joven. Gente más o menos vestida, más o menos descubierta. Gente portadora de botellita de agua, de lata de cerveza, de cigarrillo de tabaco… o de otra cosa. Gente peinada y gente despeinada que camina, monta en patinete o en bicicleta. Que canta, que baila, que compra y que vende. Y no pasa nada. La liturgia continúa, los fieles siguen rezando y el rito convive con la celebración de la vida que se desarrolla a escasos metros. ¿Tan complicado es?
Jesús Lens