¡Qué buena noticia, que un congreso vaya a traer a Granada a ocho mil médicos el mes que viene! De todas las modalidades de turismo, el de congresos es una de las más rentables, económicamente hablando, que los participantes suelen acudir con ganas de disfrutar y pasarlo bien.
Como al militar el valor, al congresista se le presume la voluntad de formarse y aprender. De aprender de lo suyo, pero también de aprehender las bellezas y los encantos de las ciudades en que se celebra la magna reunión.
Tenemos un Palacio de Congresos y Exposiciones con unas posibilidades extraordinarias que, sin embargo, acoge pocos congresos. De los gordos. De los que traen a Granada a miles de los mejores profesionales de su ramo. Buena parte de la culpa de dicha infrautilización la tiene el aislamiento en que sigue sumida Granada, en pleno siglo XXI. Pero de ese tema mejor no hablar, que si no, nos enfadamos.
Ser una ciudad de Congresos es bueno para los hoteles, los bares, los restaurantes, los taxis, los autobuses y, ahora, el metro. Y es bueno, por supuesto, para la Universidad. Para profesores y estudiantes. Y para los ciudadanos con curiosidad y ganas de saber y descubrir.
Por eso me resulta curioso, cuando se habla del AVE, que todavía haya personas que lo critiquen… por no ser tan necesario. Que los billetes son caros y que, con el tren de toda la vida, ya nos vale. Genios visionarios que, si por ellos fuera, a Granada se seguiría viniendo en diligencia, entre bandoleros y trabucaires. Tan románticos ellos. Que tampoco era necesaria la Autovía, con lo bonicos que son los Caracolillos de Vélez, ¿verdad?
También recuerdo la reciente intervención de un gurú turístico venido de Nueva York: sostenía que el AVE es peligroso porque la gente puede venir y marcharse con demasiada rapidez, en vez de quedarse en Granada. ¡Por huevos y atado!, le faltó rematar.
Nuestro Palacio de Congresos es una de las grandes infraestructuras de Granada y, con el cambio de gestión de los últimos años, está mucho más activo y visible. Estoy seguro de que dentro de unos meses, cuando venir a Granada no sea una odisea propia de Homero, nuestra ciudad será un hervidero de grandes y continuas citas científicas de primer orden que atraerán a grandes luminarias de todo el mundo.
Jesús Lens