Disculpen si no me doy golpes de orgullo y fervor en el pecho por la ansiada llegada del AVE a su nido granadino. Que todavía está a medio terminar, por cierto: hasta que la entrada del tren de alta velocidad en nuestra ciudad no sea soterrada y mientras no se arregle lo de la variante de Loja, más que un AVE, tendremos un MEVE de media velocidad.
Todo ello no obsta para que me alegre sobremanera por el fin del aislamiento ferroviario, que una cosa no está reñida con la otra. ¿Puede uno estar contento y a la vez cabreado por la misma cosa? Y no estar loco, quiero decir… Inauguramos un tren de mediana velocidad que resulta capital para nuestra tierra y, a la vez, estrenamos a un vicealcalde de cuyas competencias no sabemos nada. ¿O es un medio alcalde? Por lo del 2+2 quiero decir, no me sean mal pensados.
Compareció Sebastián Pérez ante los medios el pasado lunes para, en realidad, no aclarar nada. O casi. Porque dejó bien claro cuál había sido el auténtico propósito de su campaña, el objetivo último de su programa electoral: “lo importante era que el PSOE de Paco Cuenca no siguiera en la alcaldía y lo hemos conseguido, así que objetivo cumplido”.
¡Pero hombre! Ya podría haber empezado —y terminado— por ahí el PP su campaña electoral. Nos habríamos ahorrado las disquisiciones sobre el túnel por el centro de la ciudad, las escaleras mecánicas a la Alhambra y la famosa pregunta de ¿y el cierre del anillo, pa’cuando? Lo importante era echar a Cuenca. Lo de un proyecto de ciudad y la quiebra de las arcas municipales… si eso ya tal, que diría Rajoy.
¡Por fin un punto de encuentro entre Luis Salvador y Sebastián Pérez! Desbancar a Cuenca. Hay que reconocer que tener objetivos claros y concretos sí que une. A ver si, a partir de ahí, se ponen de acuerdo en algunas otras cosillas. Como en todo lo demás, por ejemplo, desde las áreas de gobierno al papel que reservan a Vox.
Jesús Lens