No debe haber para una pareja, nada más horroroso e insoportable que la desaparición de un hijo que, por ejemplo, una mañana sale a repartir periódicos con su bici y no vuelve a casa. No va a comer. No llega a la hora de la cena. No aparece para dormir. Ni asoma al día siguiente. Ni llama por teléfono, transcurrida una semana.
Un jovencito apenas adolescente que desaparece sin dejar rastro. O, más concretamente, que se evapora de las calles de, por ejemplo, Indianápolis; y tras él no queda ni su bicicleta.
A partir de ahí, la nada.
Porque la investigación policial se estanca. Porque el cuerpo del niño no aparece. Porque nadie pide una recompensa a sus padres.
El vacío. El silencio. El horror.
Este es el punto de partida de Ciudad del sol, de David Levien, publicada en la fascinante colección Roja y Negra que dirige Rodrigo Fresán para la editorial Mondadori.
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Jesús Lens