A finales del año pasado les hablaba de cine clásico de gángsteres. La ‘Scarface’ de Howard Hawks de 1932, por ejemplo, en la que se contaba la historia de Al Capone. El próximo jueves 13 de marzo, en Kinepolis, tendremos la ocasión de disfrutar en pantalla grande y VOS de otra ‘Scarface’, más moderna, pero también ya clásica. Si la película de Hawks se estrenó en nuestro país como ‘El terror del hampa’, la versión del ‘caracortada’ de Brian de Palma de 1983 la conocemos como ‘El precio del poder’.

Lo que voy a decir puede ser considerado una herejía, pero mi yo más canalla, macarra y cinematográficamente duro siempre prefirió al Al Pacino que vacilaba en Miami con la chulería de Tony Montana que al frío y cerebral Michael Corleone. No. No digo que me guste más ‘El precio del poder’ que la saga de ‘El Padrino’. Lo que digo es que Tony Montana molaba —y sigue molando— todo. ¡Y la maravillosa Elvira interpretada por una gloriosa Michelle Pfeiffer!

Tengo una debilidad especial por esta película, lo confieso. Me sé sus diálogos de memoria y los he repetido hasta la saciedad. En entornos de seguridad y confianza, claro. Tengo figuritas de Tony Montana en mi escritorio y cada vez que veo la película y se acerca el final, abrigo esperanzas de que… Bueno, no les digo más, a la espera del jueves 13, que mi querido Manolo Oña y un servidor mantendremos apasionada conversación al finalizar la proyección con las y los valientes que aguanten después de casi tres horas de proyección. ¡Nadie dijo que fuera fácil, la cinefilia!
Con desmadrado guion de Oliver Stone, inolvidable banda sonora de Giorgio Moroder y brillante fotografía de John A. Alonzo, ‘El precio del poder’ es una película impactante que empieza con un discurso de Fidel Castro y termina… ¡cómo termina! En este caso, los gángsteres protagonistas no son mafiosos italianos, sino ‘refugiados’ cubanos que salieron de la isla durante el éxodo de Mariel para instalarse en Miami, a donde llegan con una mano delante y otra detrás. Pero con hambre. Mucha hambre. Y no de tacos, precisamente. En el momento de sus estreno, la desmesurada película de Brian de Palma fue vapuleada por la crítica por su inusual violencia y la bárbara cantidad de droga que aparecía en pantalla, además de por su lenguaje malsonante, que batió un récord por las veces que se pronunciaba la palabra ‘fuck’. No tardó, sin embargo, en convertirse en película de culto, un clásico instantáneo.

En ese sentido, qué lujo y qué maravilla fue volver a ver ‘Carretera perdida’, igualmente en VOS, en el Cine Madrigal, que está haciendo un sentido homenaje a David Lynch con la complicidad de la distribuidora Avalon. Un llenazo apoteósico para disfrutar de una de esas películas herméticas, complejas y extrañas que son marca de fábrica de uno de los grandes genios de la historia del cine.

Volví a revivir el impacto que en su momento me produjo una historia prototípica del noir, con una maravillosa femme fatale interpretada por Patricia Arquette, pero trufada de ‘ininteligibles’ y bizarros toques surrealistas. Como el cambio de personalidad del protagonista, sin entrar en más detalles; o el mítico y desconcertante mensaje: ‘Dick Laurent está muerto’. Con guion del siempre sugerente y lacónico Barry Gifford y una descomunal banda sonora, ‘Carretera perdida’ te imanta al asiento con el poderío de sus imágenes y te deja con la mandíbula descolgada, balbuceante y anonadado.

¡Qué gustazo, volver a ver estos clásicos contemporáneos en pantalla grande y en comunión con decenas y decenas de enfermos de cine!
Jesús Lens