Que los banqueros griegos, en un momento dado, perdieron la cabeza, es algo que todos sabemos. Y que, con ello, contribuyeron a llevar a la ruina a todo un país, europeo y comunitario, y a buena parte de su población; también.
Quizá por eso, a modo de justicia poética, Petros Markaris hace que el antiguo director del Banco Central de Atenas amanezca una mañana asesinado, degollado por arma blanca, con la cabeza seccionada del tronco.
– “¡Ya que nos hicisteis perder la cabeza, el empelo, las pensiones, la sanidad gratuita, la jubilación, la casa y los negocios; yo os voy a hacer perder la cabeza!”
Eso parece exclamar, por boca de su asesino (literario), uno de los autores más sólidos, rabiosos y prestigiosos de la literatura europea del siglo XXI, un Petros Markaris cuyo alter ego negro y criminal, el comisario Kostas Jaritos, se enfrenta a la resolución de un crimen que, en realidad, no escandaliza a nadie. Excepto a otros banqueros.
Sobre todo cuando Atenas amanece otra mañana forrada de pasquines animando a la gente a no pagar las deudas que tienen con los bancos. ¡Ahí sí que surge el pánico, entre las cabezas pensantes de la alta banca helena!
Y así va transcurriendo la investigación de un Jaritos que, al cambiar de coche, se compró un SEAT por recomendación de su yerno, un médico al que los recortes han hecho un traje en su nómina. Un forofo del fútbol que no dudará en apoyar a España en la final del Mundial, frente a la altiva Holanda. Porque estamos en el verano de 2010 y entre cerdos (PIGS) anda el juego, con pelotas de por medio.
Más allá de la investigación criminal de Jaritos (que nadie espere un CSI o algo por el estilo en una Atenas abrasada por el sol y en la que, por culpa de las manifestaciones, moverse en coche por la ciudad es un suplicio), lo auténticamente magistral de esta novela son los diálogos que jalonan la narración y que sirven tanto para contextualizar el origen de la crisis económica (causas, protagonistas, método) como, sobre todo, para describir sus consecuencias. Las que todos ya sabemos. Porque las estamos sintiendo en nuestras carnes.
Y, sobre todo, me gustan los momentos en que los ingleses y holandeses entran en escena y muestran su soberbia, considerando a los griegos, a todos ellos, a todos los ciudadanos en general, como una caterva de vagos, maleantes y sinvergüenzas a los que hay que tratar como a niños pequeños.
Pocas novelas como “Con el agua al cuello” para atestiguar que, efectivamente, el género negro y criminal es el mejor de los posibles para conocer la realidad social de nuestras comunidades.
Si queréis ponerle rostro humano y voces auténticas a las cifras que vomitan las páginas salmón de los periódicos, si queréis saber lo que de aquí a nada vamos a estar sufriendo en nuestras carnes porcinas; leed “Con el agua al cuello”, una de esas novelas que hay que leer, hay que comentar y hay que regalar.
Una novela imprescindible para saber lo que vale un ajuste.
Como ya conté el año pasado, una de las conversaciones más sugestivas de la Semana Negra 2010 fue la que sostuve con Markaris, que ya me habló de esta novela. Un placer haber descubierto que, efectivamente, es un pedazo de novela.
(Otras novelas de Markaris, reseñadas aquí: “Noticias de la noche” y “Muerte en Estambul”)
Jesús Jaritero Lens
A título de ejemplo, un diálogo de la novela:
“Si quiere mi opinión, el dinero no tiene color. El dinero es como el coche. Para que el motor arranque, tiene que circular. Si no lo sacas del garaje, se queda sin batería. Y así estamos.”