Naufragar después de padecer lo indecible en un barco a la deriva por uno de los mares más inhóspitos, peligrosos y tenebrosos del mundo. Sobrevivir a duras penas en una isla desierta hasta el punto de tener que comerse… En fin. Echarse de nuevo a la mar en un cascarón y seguir pasando hambre y privaciones mientras los pocos y menguantes ‘colegas’ van muriendo uno detrás de otro. Arribar milagrosamente a buen puerto, volver a Inglaterra… y correr el riesgo de convertirse en carne de horca.

Les he contado de forma apresurada el argumento de ‘Los náufragos del Wager’, el último libro de David Grann, uno de los periodistas de la mítica The New Yorker, revista por la que ya saben que profeso una admiración sin igual, y que acaba de publicar Random House con impecable traducción de Luis Murillo. Y no era fácil, que hay muchos términos náuticos en esta historia que enriquecen la narración.
Hace unos días teníamos la oportunidad de conversar a través de Zoom con David Grann. ¿Por qué dedicarle tanto tiempo y esfuerzo a una historia que transcurre a mitad del siglo XVIII y que, en realidad, no tiene nada de heroico, en el sentido tradicional del término? Porque lo del Wager tampoco es como lo del Endurance y Shackleton, precisamente. No veo yo a los gurús de la perseverancia y la resistencia contando una historia repleta de traiciones, insubordinaciones, castigos, asesinatos, padecimientos sin fin, hambre y muerte. De ahí las comillas en ‘colegas’.

Decía Grann que, para invertir años de documentación, estudio y escritura en un acontecimiento del pasado, necesita que se hable con el aquí y el ahora. Y lo del Wager conecta con este presente en el que, más que la verdad de los hechos, lo que importa es el relato. El cómo se cuentan las cosas para convencer. Y vencer. O héroes o villanos, sin término medio. Ellos o nosotros. La polarización extrema.
Todo lo que cuenta Grann está documentado y para hacerlo atractivo al lector, se centra en tres personajes: el capitán del Wager, el artillero del barco y un jovencísimo Byron, que terminaría siendo abuelo del famoso Lord. Un triángulo no sé si precisamente mágico, pero bien ilustrativo.

Estamos ante una crónica vibrante con ecos conradianos que hace navegar al lector por los tempestuosos mares del sur de la Argentina, enfrentándole al mismísimo Cabo de Hornos, en un barco aquejado de mil un problemas desde su salida de un puerto en Inglaterra. No me extraña que Martin Scorsese y Leonardo DiCaprio estén trabajando en una adaptación cinematográfica de esta descomunal historia. A fin de cuentas, Grann también escribió ‘Los asesinos de la luna’, su última colaboración juntos.
Jesús Lens
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