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‘Contrapaso’, cómic con aroma a cine clásico

Qué gran póster sería. O lámina, como se dice ahora. Si la primera página del nuevo ‘Contrapaso’ saliera en ese formato, me compraría una, la enmarcaría y la colgaría en mi estudio. Para mí, lo tiene todo. El romanticismo del periodismo de antaño, máquinas de escribir, el caos de los papeles por todos lados y fotos. Las fotos de un caso que trae de cabeza a Emilio Sanz, un veterano reportero de sucesos del periódico madrileño ‘La Capital’, y a Leon Lenoir, fotógrafo.

Inciso: tengo que leer y estudiar más sobre cómics. Los disfruto como lector normal, habitual y aficionado, pero me pierdo cosas. Lo he constatado con la nueva obra maestra de Teresa Valero, recién publicada por Norma Editorial. Es la segunda entrega de ‘Contrapaso’, aquella joya que nos dejó turulatos allá por 2021. ‘Mayores, con reparos’ nos devuelve al Madrid de 1956, cuando los rodajes de Hollywood desembarcaban en nuestro país. Y es que el cine tiene un gran protagonismo en la trama, algo perceptible desde la soberbia portada del que a buen seguro será uno de los grandes cómics de 2025.

Cuando lean el nuevo monumento de Teresa Valero, posiblemente les pasara lo que a mí: les podrá el ansia. Eso hará que, antes de llegar a la mitad, sientan la imperiosa necesidad de leer a toda pastilla para conocer el desenlace. OK. Está bien. No hay problema. De hecho, eso es bueno. Porque así tendrán excusa para, nada más terminar su lectura, volver a empezarla y concentrarse en el desparrame visual de cada una de sus páginas. En las composiciones, los escorzos y ángulos; las perspectivas y el color.

En esa primera lectura se ansiarán por saber qué pasa al final de la historia. En las sucesivas, que llegarán, se delectarán con cómo pasa. Con los detalles. Por ejemplo, lo de las páginas 32 y 33. Para mí, ahí tenemos auténticos planos secuencia que firmaría —y filmaría— el mismísimo Berlanga, con decenas de personajes haciendo cosas y hablando a la vez. ¿Cómo se llamará eso en la jerga del cómic? Lo que les decía: leo ‘Contrapaso. Mayores, con reparos’, y además de disfrutar como un matarife afilando sus cuchillos, me incita a aprender, a estudiar y saber más.

Estamos en Madrid, comentábamos. En el centro y en los arrabales. En un barrio repleto de cuevas, por ejemplo. Allí vive una chiquilla que… ¡No! No voy a hablar del argumento. Si ustedes leyeron el primer ‘Contrapaso’ —y si no, ¿a qué esperan?— ya sabrán que hay un criminal suelto. Y un avezado y obsesionado periodista de vuelta ya de (casi) todo. 

Pero ese hilo narrativo central está trenzado de otros varios, que el reparto del álbum es muy coral y hay personajes para todos los gustos. Y los disgustos. A mí, como a Marta Sanz, autora del brillante prólogo del nuevo ‘Contrapaso’, me fascina el tratamiento de las crías. Y del crío. ¡Qué fuerza y personalidad tienen! Y los diálogos. 

“Los diálogos de Valero no solo tienen la viveza ingeniosa de la novela negra clásica, sino que además constituyen un elemento clave para construir personajes complejos, pluridimensionales, más allá de los tópicos y los códigos rígidos que a menudo encorsetan el relato negro-criminal”, escribe Sanz brillantemente. 

Decíamos que el cine vertebra ‘Contrapaso’ desde la mismísima portada. Asistiremos al fastuoso rodaje de una superproducción, a las fiestas, las luces y los oropeles. Pero también a las proyecciones en los cine-clubes, al cine como herramienta de transformación social. Y a una sala muy inquietante. Y es que Teresa Valero ha escrito y dibujado un cómic portentoso con todo el aroma del mejor cine clásico. 

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