El paisaje después de la batalla, tras la Media Maratón de San Sebastián: 1 corredor muerto, 4 en la UCI, 15 hospitalizados en Observación y un sinfín de asistencias médicas durante y después de la carrera.
Por supuesto, habría que conocer el estado físico de cada una de estas personas y qué le pasó a cada uno para acabar en esta situación, pero el hecho es que, como recordaba el veterano campeón Martín Fiz, empieza a haber mucha gente que afronta una Media Maratón (21 kms) como el que se levanta una mañana y se da un paseo por playa.
Y no es eso, señores. Correr una Media Maratón no es eso.
Es cierto. En San Sebastián hizo un calor desacostumbrado y una gran humedad. Por lo leído, faltó avituallamiento líquido para muchos de los participantes y, en esas condiciones, a cualquiera le puede dar un pitango. De hecho, hace un par de años hice la peor carrera de mi vida en una Media Maratón costera, abrasadora y húmeda hasta lo imposible. Acabé resquebrajado, pero de una pieza. Eso sí, si me hubiera obcecado en tratar de seguir corriendo como en los primeros 5 kms… ¿quién sabe? Y es que, a veces, una lesión en carrera puede ser de lo más oportuna.
El caso es que una Media Maratón es una carrera muy seria que no se debe afrontar si antes no has corrido largas distancias con una cierta asiduidad. Y por largas distancias no me refiero a los 10 kms. con los que tendemos a conformarnos.
Hasta que no pasas del kilómetro 15 no sabes cómo va a comportarse tu organismo. Y, si hace calor y has ido forzado, los último tres kilómetros, del 18 al 21, pueden ser un drama.
Porque correr una Media Maratón no es solo correr 21 kms. Es participar en una carrera. Y en una carrera, aunque no quieras, siempre vas más rápido que en los entrenamientos, cuando sales a rodar, solo o en compañía de otros.
No vamos a decir que ponerte un dorsal es como pegarte un chute de Red Bull y sentir que te da alas, pero sí que te anima a correr más deprisa. Además, al sentir el calor del público, te vienes arriba. Y las ganas de adelantar al tipo de la camiseta roja de delante, te empujan. Y no dejar que se despegue el de la camiseta azul que te acaba de adelantar, te hace forzar.
Si eres un aficionado, en una carrera y a nada que no le eches cabeza fría a la cosa, siempre vas más fuerte de lo que acostumbras en los entrenamientos. Y eso se aguanta muy bien durante 5 kms. Vas fresco, disfrutas corriendo, te sientes invencible, ves cómo vuelan los kilómetros a una velocidad de vértigo…
La cosa, entre el km 5 y el 10, ya solo se aguanta. Y punto. Pero, a partir de ahí, el tinglado empieza a tambalearse. Y, si no estás bien entrenado, a partir del km 15 entras en una zona desconocida para tu cuerpo. Y para tu mente.
Y ahí es donde hay que extremar las precauciones, sobre todo, en días de calor y humedad. Porque, a esas alturas, si no te has hidratado convenientemente, ya no hay agua, bebida isotónica o gel que valga.
Sé que estas palabras suenan a viejuno, a cagón y a cobardica. Pero la moda del running, como todas las modas, tiene su lado oscuro y no está de más ser prudentes, hacerse una revisión médica (ejem, ejem), entrenar duro y competir con cabeza.
Jesús Lens