Los Cuaversos de Bitácora de hoy nos vienen del Mediterráneo. ¿Les gusta Khalil Gibran? Este poema está tomado de su libro «El loco». Y es como si me estuviera susurrando al oído, precisamente, lo que necesito oír. Muy en relación con esta columna que escribí para IDEAL, hace unos meses, también titulada «Derrotas».
DERROTA
Derrota, mi derrota, mi soledad y mi aislamiento;
me eres más querida que mil triunfos
y más dulce al corazón que toda la gloria del mundo.
Derrota, mi derrota, mi desafío y conocimiento de mí mismo,
por ti sé que aún soy joven y ligero de pies
y desdeñoso de los marchitos laureles.
En ti encontré perfecta soledad
y la alegría de ser humillado y despreciado.
Derrota, mi derrota, mi rutilante espada y mi escudo;
en tus ojos he leído
que ser entronizado es ser esclavizado,
que ser comprendido es ser rebajado
y ser entendido es tan sólo alcanzar la propia plenitud
y, como un fruto maduro, caer y consumirse.
Derrota, mi derrota, mi audaz compañera;
tú escucharás mis cantos, mis gritos y mis silencios;
y nadie sino tú me hablará del batir de alas,
del furor de los mares,
de montañas que arden en la noche;
y sólo tú escalarás mi escarpada y rocosa alma.
Derrota, mi derrota, mi inmortal valor;
tú y yo reiremos juntos con la tormenta,
juntos cavaremos fosas para todo lo que muere en nosotros
y nos erguiremos ante el sol con una voluntad,
y seremos peligrosos.
Pero no terminemos de forma pesarosa. Que el libanés también ha escrito otras cosas más optimistas:
Por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes.
En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche, viene una aurora sonriente.
Un sabio, Gibran. Y su elección, créanme, no ha sido gratuita.