A veces lees, ves, escuchas cosas distintas y de fuentes diversas que, sin embargo, parecen tener relación entre sí. Ahí van tres, consecutivas, de este domingo de lecturas, series de televisión, música y relajación.
En el dominical de El País leo esta historia:
«Había una vez un leñador que se presentó a trabajar en una maderera. El sueldo era bueno y las condiciones de trabajo, mejores aún, así que el leñador se propuso hacer un buen papel.
El primer día se presentó al capataz, que le dio un hacha y le asignó una zona del bosque. El hombre, entusiasmado, salió al bosque a talar. En un solo día cortó 18 árboles.
– Te felicito. Sigue así – le dijo el capataz.
Animado por estas palabras, el leñador se decidió a mejorar su propio trabajo al día siguiente. Así que esa noche se acostó temprano.
A la mañana siguiente se levantó antes que nadie y se fue al bosque. A pesar de todo su empeño, no consiguió cortar más de 15 árboles.
– Debo de estar cansado – pensó. Y decidió acostarse con la puesta de sol.
Al amanecer se levantó decidido a batir su marca de 18 árboles. Sin embargo, ese día no llegó ni a la mitad. Al día siguiente fueron 7, luego 5 y el último día estuvo toda la tarde tratando de talar su segundo árbol.
Inquieto por lo que diría el capataz, el leñador fue a contarle lo que le estaba pasando y a jurarle y perjurarle que se estaba esforzando hasta los límites del desfallecimiento. El capataz le pregunto:
– ¿Cuándo afilaste el hacha por última vez?
– ¿Afilar? No he tenido tiempo para afilar: he estado demasiado ocupado talando árboles.»
Después, viendo ese prodigio que es «El Ala Oeste de la Casa Blanca», no puedo evitar caer de rodillas frente a un episodio de la T3 en que Josiah Bartlett, posiblemente el mejor Presidente de la historia de los Estados Unidos, si Obama no demuestra lo contrario, se enfrenta a una crisis internacional con China y Taiwan como protagonistas. Y, mientras intenta resolverla, se dedica a jugar dos partidas simultáneas de ajedrez con dos de sus colaboradores más cercanos.
Con uno había tenido unas serias desavenencias en capítulos anteriores. El otro es como su hijo adoptivo, un posible delfín, pero cargado de dudas sobre su capacidad. Cuarenta y cinco mágicos minutos televisivos, una impresionante lección de cómo gestionar personas y un mensaje final que no tiene desperdicio, cuando consigue resolver la crisis y Sam, impresionado, le pregunta que cómo lo hace:
«Tienes mucha ayuda, escuchas a todo el mundo y diriges la jugada.»
A Stella, una de las protagonistas de la estupenda novela «Fraude», de Elvin Post, publicada por la editorial Alea, se le plantea una situación complicada. Hay que tomar una decisión. Y no es fácil. De hecho, lleva mucho tiempo posponiendo el momento de decidirse.
Y, entonces, recuerda el consejo de su madre:
«Hija mía, hay momentos en la vida en los que uno no está seguro de lo que quiere. En esos casos no te preocupes innecesariamente y míralo desde otro lado: pregúntate qué es lo que no quieres en ningún caso y de ninguna manera».
Jesús Lens.