Un supuesto: ¿qué habría ocurrido si Ciudadanos y PP hubieran apoyado alguno de los presupuestos presentados por el PSOE en los años de gobierno de Paco Cuenca? Nunca lo sabremos. Lo que sí hemos sabido es que Luis Salvador admite la “grave disfunción” provocada por la prórroga de los presupuestos aprobados en 2015 en la planificación municipal.
El bipartito está a punto de parir una propuesta de presupuesto municipal para el 2020. Será poco ilusionante, según avanzan los ediles del ramo. Un presupuesto de batalla que responde a la “difícil situación económica” en que se encuentra el Ayuntamiento, tan pocho de deudas que cada granadino debemos 1.266 euracos del ala, entre facturas impagadas e intereses financieros. Que ya es deber.
Presumiblemente y en cuanto se presente el presupuesto, PSOE y Unidas Podemos pondrán el grito en el cielo, denunciarán los recortes en prestaciones de servicios imprescindibles y en programas sociales básicos y anunciarán su voto en contra. Como les hicieron a ellos. Los ediles de Vox, más pragmáticos, condicionarán su voto favorable a que se cambien un par de partidas contables.
Nuestra política municipal se ha convertido en una lamentable escenificación del yo contra ti, demostrando la obtusa incapacidad negociadora de nuestros representantes políticos. Todos y cada uno de ellos representan un papel que, desde la detención de Torres Hurtado, ha ido en perjuicio de Granada y de su ciudadanía.
Encastillados en su visión cortoplacista y con el único objetivo de perjudicar al rival, los ediles granadinos no han trabajado por el bien común, sino por el mal ajeno. Entendiendo por ajeno a todo el que está fuera de sus intereses, siglas y colores.
La sistemática prórroga de los presupuestos del 2015 es la prueba más vergonzante de la supina incapacidad de nuestros munícipes para cumplir con el mandato encomendado por las urnas.
En 2020, Granada necesita un nuevo presupuesto adaptado a la realidad de los tiempos. El que presenten PP y Cs no será el mejor posible. Démoslo por hecho. Tampoco será el peor. Ni tan malo y nocivo como volver a prorrogar las cuentas del 2015.
Jesús Lens