Entre todos los mensajes que se cruzaron por entonces, había uno, firmado por Cristina, de lo más anticipador y clarividente, hablando del NOVELÓN, con mayúsculas: “A los que os hayáis quedado con ganas, os recomiendo “Delincuente argentino”. Ernesto, compañero, deja de perder el tiempo mensajeando en blogs y ESCRIBE OTRA.”
¡Ay, qué razón tenía Cristina! ¡Qué grande es “Delincuente argentino”, obligatoriamente seleccionada entre las finalistas del Premio Hammett de Semana Negra, junto a “Chamamé”, “El imán y la brújula”, “El bulevar del miedo” y “Pájaro en mano”!
Parece que a Ernesto le molestara el viejo adagio de que nunca segundas partes fueron buenas, aceptando el desafío de escribir una nueva novela protagonizada por algunos de los personajes de la primera… y hacerlo tan bien o mejor aún que en aquélla. Porque vuelven el Perro Lascano y vuelve Giribaldi. Pero, además, entran en escena otros muchos personajes que, poquito a poco, van haciendo avanzar una trama que acontece cuando el régimen de los generales ha caído y Alfonsín intenta dotar de estabilidad a la frágil y precaria democracia argentina.
De entre los personajes nuevos, nos quedamos con el Topo Miranda, por razones obvias que el lector, desde la primera página, tendrá ocasión de comprobar. Uno de esos personajes de una pieza, pero múltiples aristas. Uno de esos geniales malos-buenos que se quedan en el recuerdo del lector por siempre jamás.
Pero también me gustaría destacar a los dos jovencitos de la función. Un fiscal al que si bautizamos como “indomable” le hacemos flaco favor, pero que resulta ser un jurista de una pieza, que ni se arredra ni se amedrenta y, sobre todo, que no se deja sobornar. Y a Federico, otro joven para el que el modelo del macho latino está trasnochado, anticipando una nueva sociedad argentina más abierta al mundo.
Pero también están la Negra, Horacio, Beta, Aníbal, Fuseli, un puñado de canas y otro montón de personajes que, en apenas 200 páginas, contribuyen a tejer un fresco de la Argentina en transición, vivo y vibrante. Y todo ello sin decir nada del final. Un final de lo más cinematográfico que, cuando terminas el libro, te ha dejado enorme cara de bobalicón, con una tremenda sonrisa en la boca.
Una gran novela, sin duda. Tanto que me voy a permitir dar un consejo a su autor: Ernesto, si andas por ahí y lees esto… ¡dejate de joder con los blogs! Hacele caso a Cristina y sentate a laburar. ¡Escribe otra, por favor! (Entrevista con Ernesto Mallo en la añorada y llorada Gangsterera)
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.
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