Lo normal, cuando empieza un año, es hacer buenos propósitos. A buen seguro que usted, querido lector tiene los suyos. De cara al 2017, sin embargo, prefiero empezar por una lista de despropósitos que, en realidad, son sinpropósitos (de enmienda).
Por ejemplo, NO pienso apuntarme a un gimnasio. Créanme: sé que terminaré haciéndolo. Pero cuanto más tarde, mejor. Mientras el cuerpo aguante, prefiero seguir jugando al baloncesto con los amigos y corriendo por carreteras, pistas, senderos y montañas. Mientras tendones, músculos y articulaciones resistan, insisto.
Que no es por desmerecer a los gimnasios, que tan importante papel desempeñan en nuestra vida moderna. Que es por seguir disfrutando de un deporte competitivo y de contacto y de otro que permite convivir íntimamente con la naturaleza.
Tampoco tengo previsto hacerme vegano, vegetariano ni flexitariano: NO voy a dejar de comer carne, embutidos o pescado. ¡Ni morcilla, faltaría más! Por dos razones. La primera, porque me encanta comer bichos. Porque adoro un chuletón bien grande, al estilo Tarantino: que sangre cuando le clavo el cuchillo.
Pero tampoco lo haré… por pura generosidad para con mis amigos comeyerbas. Pensadlo: si no hubiera carnívoros como yo, cerdos y vacas proliferarían de tal manera que arrasarían con todas esas cosas verdes que tanto os gustan. ¿Os imagináis el precio que alcanzaría una sencilla ensalada?
Y NO voy a dejar de comprar libros, discos ni películas. Sí. Es cierto que tengo tantos libros que me harían falta tres vidas para leer la mitad de ellos. Y que ya no tengo sitio donde colocarlos, yaciendo amontonados en precarias columnas que amenazan con sepultarme el día menos pensado. Pero no pienso renunciar al placer de ir a una librería y de comprar esos libros que, por alguna razón, quieren venirse conmigo.
NO sucumbiré al canto de sirenas del gratis total. Tampoco transitaré por las vías de acceso a la cultura más cómodas y sencillas: esas descargas ilegales que tanto daño hacen.
Y, sobre todo, NO dejaré de escribir. Ni dejaré de pisar charcos ni de enfangarme en las cuestiones que, día a día, vayan surgiendo por mor de la actualidad informativa. No haré caso a esas voces que, a veces, me aconsejan que no me meta. Que no opine. Que no tome partido. Que me calle. Que lo deje correr. ¡Eso sí que sería un auténtico e inaceptable despropósito!
Jesús Lens