Lo curioso es que, al final, “Diario de una ninfómana”, una película normalita y tirando a discreta, ha ocupado los titulares de los periódicos. ¿Será posible que todavía no hayan aprendido?
La exhibición del cartel de una chica en ropa interior cuya mano insinúa un decidido avance hacia sus zonas pudendas, fue prohibida en las marquesinas de Madrid, feudo de Doña Esperanza. La noticia saltó a la prensa, se abrió el debate y los foros de Internet, que habrían permanecido mudos ante el estreno de la película de marras, comenzaron a echar humo.
Así, y aunque en Granada haya sido estrenada en una salita muy pequeña, había un lleno total para ver la historia de esa chica que le confiesa a su abuela, una estupenda Geraldine Chaplin, que es presa de un furor uterino que empezó gustándole y ya no le genera sino problemas y sinsabores.
El morbo surge cuando, por supuesto, queremos saber si la historia es real o se trata de pura ficción. Ahora mismo no sé si el texto original en que se basa la película pasa por ser autobiográfico, pero, desde luego, una vez vista la adaptación de Christian Molina, al espectador no le deberían caber dudas: ¡falsa! ¡Más falsa que la falsa moneda con que pagaron al falso de Judas su traición!
Por todo ello, estimada Esperanza ¿qué sentido tenía montar una escandalera sin sentido acerca del cartel de una película bastante inane que no iba a durar ni diez días en cartelera?
En fin… Valoración: 6. Lo peor: Su radical falta de originalidad en todo lo que cuenta. Etiquetas: diario de una ninfómana, cine, película, christian molina |