El apretón

Es muy poética la explicación que Luis Salvador ha dado acerca del pacto, acuerdo o compromiso sobre la alternancia en la alcaldía de Granada. El ya famoso 2+2 por el que Salvador y Sebastián Pérez deberían repartirse el puesto de alcalde no quedó sellado como Dios y la tradición mandan, dado que, en realidad, no hubo apretón de manos entre ellos. Aludir a aquel estrechamiento tan sólo es una metáfora.

No sé si la poesía que rezuma toda esta explicación está directamente relacionada con los rigores climatológicos del agosto recién terminado, pero no me digan que no resulta evocadora tanta alusión a las viejas costumbres y a los pactos entre caballeros. Sólo faltó decir que el acuerdo no se selló porque los dos firmantes no se escupieron en las manos antes del apretón, como mandan los cánones más rancios y machirulos.

Llevo varios dándole vueltas a lo del apretón. Sobre todo a primera hora, cuando estoy leyendo el periódico con el primer café de la mañana, acodado en la barra de mi ‘cafecina’ oficial, el Nuevo Kaoba del Zaidín. El apretón, en esos momentos, es otra cosa. La metáfora se hace realidad y se convierte en algo muy físico. El ocasiones, hasta perentorio.

Cuando el café hace su trabajo en el tracto digestivo, el apretón deviene en lo único realmente importante de tu vida. No hay asunto más urgente que resolver. Dan lo mismo el pago de la hipoteca, los abusos con la VISA, la letra del coche o las recuperaciones de los niños. Cuando el apretón se hace fuerte, el resto de la realidad palidece.

¡Casi!

Sostiene Luis Salvador que la cuestión de la alternancia en la alcaldía no preocupa a los granadinos, que estamos a otras cosas. No le falta razón. Posiblemente, los ciudadanos no andamos todo el día preocupados por el juego de las sillas que se traen los unos y los otros, pero no es menos cierto que, en ocasiones, el primer café de la mañana nos obliga a acordarnos del ya famoso apretón, entrándonos un sudor frío y helador.

Jesús Lens