El campo y el agua

Ustedes saben que, además de cinéfilo, soy un furibundo y convencido seriéfilo y que, de vez en cuando, me gusta contarles curiosidades que veo en algún capítulo de alguna temporada de la serie de turno.

Ahora, por ejemplo, estoy con “Vikingos”. Algo retrasadillo, que voy por la T3, pero hay un episodio muy interesante en el que a la fiera y peleona condesa Ladgerda se le iluminan los ojos cuando le regalan… un arado. Se trata de un arado moderno, para la época, que no se limita a arañar la superficie de la tierra, sino que penetra en ella y permite trazar grandes surcos y caballones gracias a la novedosa inclinación y longitud de las hojas metálicas del revolucionario artilugio.

 

Mientras, su gente, conspira contra ella. Porque no ven nada de épico ni glorioso en dedicarse pacíficamente a algo tan aburrido como la agricultura, siendo mucho más excitantes la rapiña, el robo, las incursiones violentas y el salvajismo. No sé en qué quedará la conspiración contra Ladgerda, pero su cara de ilusión y felicidad ante la vista de un arado, su pasión por la tierra y la agricultura; ya forman parte de mi ADN seréfilo.

Ritos de fertilidad

 

Y luego está, por supuesto, mi conocida pasión por los zombis. En la última temporada de “Fear the Walking Dead”, la falta de agua desempeña un papel básico en la trama. En uno de los episodios, dos grupos se enfrentan por las escasas reservas acuíferas que quedan en un precario asentamiento. (Ya saben que el tema del agua me preocupa sobremanera, como escribía AQUÍ)

 

Mientras los unos y los otros andan a tiros, flechazos y mamporros, un pequeño grupo de mujeres se mantiene ajeno a la contienda, excavando un pozo en el lugar elegido por un zahorí.

El agua, ese oscuro objeto del deseo

 

Entonces, uno de los fieros combatientes ve la luz, arroja al suelo sus armas y sale a campo abierto, a pecho descubierto, dirigiéndose hacia el lugar en el que cavan las mujeres, para unirse a su equipo de trabajo. El ejemplo cunde entre los demás y, mientras la cámara comienza a ascender, les vemos cambiar las armas por picos y palas. La cámara sigue subiendo y el episodio cierra con una preciosa toma cenital, con decenas de personas trabajando al unísono, cada vez más pequeñas, hasta terminar convertidas en trasunto de esas disciplinadas hormigas que, juntas, al margen de broncas y rivalidades, tratan de construir un mundo mejor para todos.

 

Jesús Lens