Esta mañana le iban a hacer a Horner un análisis para controlar el tema del dóping. El reciente campeón de la Vuelta está «ilocalizable». Yo quiero pensar que el hombre anda todavía con una resaca del quince, tras la celebración de su triunfo. De hecho, el equipo de Horner acaba de decir que los tipos que iban a practicar el control se han equivocado de hotel y han ido a buscar al ciclista a uno en que no se encontraba.
Pero en realidad, y con independencia de este nuevo tragicómico y kafkiano episodio; me da igual. Yo ya no veo el Ciclismo profesional como un deporte. Es, más bien, una representación teatral en la que cada uno desempeña su papel. Como una película cargada de dramaturgia y efectos especiales. Como una serie de televisión cuyos protagonistas, fuera de las cámaras, llevaran otra vida completamente ajena a la del guion escrito por los productores del invento.
En fin.
Que a la vejez viruelas.
Jesús Lens, suspirando por el cuestionado y nebuloso Poder Viejuno.
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